El ¨²ltimo griego
Para fil¨®sofos de verdad, los griegos. Todos los dem¨¢s, m¨¢s o menos. M¨¢s o menos salvo uno, Kant, que adem¨¢s de cl¨¢sico llega a ser tr¨¢gico y encima, seg¨²n nos dicen, es inventor de la filosof¨ªa moderna. ?C¨®mo se explica todo ello? He aqu¨ª, en unas pocas l¨ªneas, lo que me parece la clave de su invento.
La Subjetividad y el Infinito son seguramente los ¨²nicos conceptos a los que Grecia no dio la ¨²ltima y definitiva vuelta de tuerca. Y la raz¨®n es simple: ambas ideas pon¨ªan en cuesti¨®n la imagen pl¨¢stica y mesurada que del mundo se hab¨ªan hecho. Es s¨®lo Kant, veintitantos siglos m¨¢s tarde, quien se atreve a concebir una sociedad que no niegue sino que integre los m¨¢s sublimes efluvios, las aspiraciones m¨¢s rom¨¢nticas y las m¨¢s bajas pasiones que, desde el cristianismo, al menos nos embargan. Una sociedad que nos dote de la unidad indispensable para el conocimiento y para la acci¨®n colectivos... pero sin ceder a la ilusi¨®n fetichista de que tal unidad existe como una realidad sustantiva: algo que el propio Plat¨®n hab¨ªa desmentido en sus ¨²ltimos di¨¢logos.
Necesitamos, en efecto, de la unidad y coherencia en nuestras experiencias, de la comunicaci¨®n en nuestra vida social, del cumplimiento de nuestros proyectos -pero sabemos de la dispersi¨®n y conflicto de nuestras facultades, de la inefable intimidad de nuestro sentimiento, de la cr¨®nica frustraci¨®n de nuestros anhelos. Ahora bien; hay dos modos de evacuar esta tensi¨®n insostenible: 1) bien declarando que la s¨ªntesis de ambas dimensiones est¨¢ a la vuelta de la esquina -a la vuelta de la Historia, de la Fe, de la Revoluci¨®n, o de lo que sea-, 2) bien sosteniendo que esta coherencia no es necesaria ni tan s¨®lo deseable: que se trata de una at¨¢vica o infantil necesidad de absoluto que la civilizaci¨®n y la ciencia acabar¨¢n arrinconando. Para los dogm¨¢ticos es nuestra miop¨ªa lo que nos hace creer que las uvas no est¨¢n a nuestro alcance; para los positivistas son nuestros atavismos los que nos llevan a desearlas todav¨ªa.
S¨®lo Kant tiene el valor de reconocer que las uvas est¨¢n maduras y que est¨¢n m¨¢s all¨¢ de nuestro ¨¢mbito; que son deseables e inalcanzables; que hay problemas que no podemos solucionar, pero que tampoco podemos dejarnos de plantear. S¨®lo en ¨¦l encontramos la firme decisi¨®n de no ceder ni en la aspiraci¨®n absoluta ni en la lucidez radical; de no tomar por realidades las necesidades formales de nuestra raz¨®n ni los imperativos morales de nuestro coraz¨®n; de aceptar, en fin, el car¨¢cter tan absoluto como n¨®mada, tan radical como hu¨¦rfano, de nuestras necesidades intelectuales y nuestras aspiraciones existenciales.
Kant nos abre as¨ª a la posibilidad de incluir en una visi¨®n cl¨¢sica del hombre los dos elementos modernos que parec¨ªan ponerla definitivamente en entredicho... Por una parte, incluyendo en esa visi¨®n cl¨¢sica un yo radicalmente subjetivo para describir desde all¨ª los mecanismos de un pensamiento limitado dentro de un individuo de aspiraciones infinitas... Por otra parte, incluyendo en esta cl¨¢sica visi¨®n figurativa del mundo un saber cient¨ªfico que desde entonces se fue haciendo cada vez m¨¢s abstracto y que culmina hoy con la f¨ªsica qu¨¢ntica, la codificaci¨®n gen¨¦tica o la tecnolog¨ªa cibern¨¦tica.
"Los griegos -escribe Oscar Wilde- fueron una naci¨®n de artistas porque tuvieron la suerte de no conocer el sentimiento de lo infinito. Como Arist¨®teles, como Goethe luego de haber le¨ªdo a Kant, desean lo concreto, y s¨®lo lo concreto puede satisfacerles". Pero existe todav¨ªa una gran diferencia entre quienes, como los griegos, desean y se satisfacen con lo concreto antes de conocer el sentimiento de lo infinito, y quienes desean lo concreto a¨²n despu¨¦s de haber conocido este sentimiento. S¨®lo reconociendo esta diferencia podremos entender que el fundador de la filosof¨ªa moderna sea tambi¨¦n el ¨²ltimo de los fil¨®sofos griegos , y el primero de los posmodernos.
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