Empanadillas a bordo del tren de las Nubes
Dice que la mejor compa?¨ªa para un viaje es la femenina. Mejor si son dos mujeres, "una a cada lado". El gran maestre del restaurante Viridiana abandon¨® unos d¨ªas los fogones para subirse al tren de las Nubes. De Madrid al cielo argentino.
Juro que si me llega a invitar a subir con usted al tren de las Nubes, lo dejo todo.
Es un tren que va desde Salta, al norte de Argentina, hasta casi Antofagasta, en Chile. Sube por los Andes, con un sistema genial que hace que el tren bascule en los tramos m¨¢s empinados.
Imagino que sentir¨ªa los efectos del mal de altura.
S¨ª, est¨¢bamos a 5.000 metros y nos agasajaban con infusiones de coca humeantes para evitar lo que elllos llaman el apunamiento. Aun as¨ª, mi pareja se mare¨® y apareci¨® un tipo con una llave inglesa para abrir la botella de ox¨ªgeno.
?El interior del tren era tan rom¨¢ntico como su nombre?
Desde luego. Se trataba de un tren espa?ol de los a?os cuarenta, pero sin tricornios ni estraperlistas. Tampoco hab¨ªa tipos con tel¨¦fono m¨®vil, sino gente de pueblo. Para comer te daban esas empanadillas tan especiadas, rellenas de huevo duro, carne y aceitunas negras.
Subi¨® y subi¨®. ?Qu¨¦ hab¨ªa al final?
Una llanura inmensa, sin lindes. Con plantas agrestes, alguna llama y alguna vicu?a. Era una belleza descarnada y hostil. Pero lo m¨¢s impresionante fueron esos ni?os que llegaron en tropel, mascando hojas de coca. ?Sabe lo que nos ped¨ªan? Peri¨®dicos. Est¨¢n tan lejos de la civilizaci¨®n que tienen necesidad de saber.
?Hay que vacunarse para afrontar las miradas de ni?os pobres?
Creo que, como dijo El¨ªas Canetti, hay que ser despiadado para ser buen viajero, pero confieso que esos ni?os harapientos me impresionaron much¨ªsimo. Adem¨¢s nos ofrecieron piedras de colores y artesan¨ªas.
Adem¨¢s de poeta, ?qu¨¦ viajero es usted?
Tengo los ojos de los ni?os. Cuando viajo se me va achatando la nariz porque la pego al cristal como los peces a la pecera.
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