Laicidad
"El debate sobre el principio de laicidad resuena en lo m¨¢s profundo de nuestras conciencias. La laicidad hace referencia a nuestra cohesi¨®n nacional, a nuestra aptitud para vivir juntos, a nuestra capacidad para reunirnos en torno a lo esencial". Con estas palabras abr¨ªa el Presidente Chirac su discurso sobre la laicidad, palabras que escuch¨¢bamos expectantes el pasado d¨ªa 17 de diciembre en frente del televisor varios periodistas y amigos junto con el Alcalde de Perpi?an y Senador M. Jean Paul Alduy.
Con este discurso Chirac hac¨ªa p¨²blica su decisi¨®n de seguir las recomendaciones de la Comisi¨®n Stasi sobre la laicidad y plantear una iniciativa legislativa para defender la neutralidad religiosa de determinados espacios p¨²blicos en Francia, especialmente la escuela p¨²blica.
La laicidad es un compromiso ambicioso de crear y sostener un espacio pol¨ªtico definido por le ¨¦tica y la simb¨®lica civil
Este discurso de 17 de diciembre de 2003 dado frente a 400 personas representantes de diferentes sectores religiosos, pol¨ªticos y sociales va a ser una referencia pol¨ªtica clave en el futuro pr¨®ximo de la V Rep¨²blica y supone una cierta recuperaci¨®n de una cierta emoci¨®n de lo p¨²blico que hab¨ªa entrado en crisis en Francia.
Sin embargo la misma idea de laicidad es apenas conocida entre nosotros en Espa?a.
El problema de la idea de laicidad en Espa?a y su general incomprensi¨®n entre nosotros radica, a mi juicio de un lado en las inercias con las que funciona la sociedad espa?ola y de otro en que la laicidad ha sido mal definida por muchos de sus partidarios como una especie de ate¨ªsmo moderado; le¨ªa en una lista de correos laica la definici¨®n de los "laicos" como "quienes desde el ateismo respetamos las creencias ajenas y exigimos que nos dejen exponer las nuestras".
Creo que esta definici¨®n es una formulaci¨®n de la laicidad err¨®nea con el sentido originario de la laicidad y que adem¨¢s no permite su asunci¨®n generalizada y dificulta el logro de la mejor virtualidad que tiene la idea laica: la de ser precisamente espacio de encuentro y de mediaci¨®n pol¨ªtica. Como tiene dicho Salvador P¨¢niker no se puede confundir la laicidad como estrategia pol¨ªtica -imprescindible- con las opciones ateas o agn¨®sticas : "La idea de un mundo profano, de un cosmos desacralizado, 'desmusicalizado', es un invento reciente -e ilusorio- del esp¨ªritu humano; es el gran equ¨ªvoco de la tan tra¨ªda y llevada modernidad. Bien est¨¢ que el aparato estatal se haga laico, que se genere una ¨¦tica civil y que la ense?anza se emancipe de las iglesias. Pero eso en nada tiene que ver con el supuesto desencantamiento del mundo (...) Es precisamente el logos, y no el mito, el que nos devuelve a una realidad infinitamente misteriosa, velada, terrible y fascinante".
Por mi parte creo que merece la pena propugnar una laicidad que convoque a todos, y no solamente a los ateos o agn¨®sticos, es decir una laicidad que no se manifieste como una opci¨®n metaf¨ªsica encubierta sino como una f¨®rmula pol¨ªtica y por lo tanto estrictamente neutral en t¨¦rminos metaf¨ªsicos y s¨®lo beligerante en el ¨¢mbito de lo pol¨ªtico, una laicidad como estrategia para la libertad, una laicidad en lo pol¨ªtico abierta a la religiosidad personal y social, del mismo modo que al ateismo y el agnosticismo como opciones leg¨ªtimas que compiten intelectualmente entre s¨ª, y que no son sino el fruto de las diferencias razonables que nos separan pero que pretende un orden pol¨ªtico que no se limita a ser una mera exaltaci¨®n o celebraci¨®n de la comunidad sobre la que se funda, una laicidad estrat¨¦gica para establecer un poder p¨²blico al servicio de los ciudadanos.
El entendimiento habitual de la laicidad como una forma de "ateismo o agnosticismo tolerante" es contradictorio con el esp¨ªritu laico como esp¨ªritu de mediaci¨®n civil.
La laicidad de los poderes p¨²blicos no niega sino que presupone la pluralidad de creencias y convicciones en el seno de la ciudadan¨ªa y tampoco niega, sino que presupone la libertad de predicar y cr¨ªticar, la apolog¨¦tica y la competencia intelectual entre las diferentes opciones espirituales y metaf¨ªsicas que se dan entre nosotros.
La laicidad necesaria es a mi juicio la que propugna el profesor Norberto Bobbio :"El esp¨ªritu laico no es en s¨ª mismo una nueva cultura, sino la condici¨®n para la convivencia de todas las posibles culturas. La laicidad expresa m¨¢s bien un m¨¦todo que un contenido". La laicidad no puede ser por lo tanto una posici¨®n metaf¨ªsica, sino una metodolog¨ªa de convivencia entre todas las posiciones.
A mi juicio la verdadera virtualidad de la laicidad no se reduce a un debate entre clericales y anticlericales ( debate por otro lado siempre interesante) sino que consiste en algo mucho mas valioso y de mas calado pol¨ªtico, a saber: pretender un orden pol¨ªtico que no se limite a ser una mera exaltaci¨®n o celebraci¨®n de la comunidad sobre la que se funda, para llegar as¨ª a establecer un poder p¨²blico al servicio de los ciudadanos personalmente considerados y en su condici¨®n de tales y no tanto en funci¨®n de su identidad nacionalitaria, ¨¦tnica, de clase o religiosa.
Conforme a ese prop¨®sito laico el centro y fundamento de lo pol¨ªtico, no es ninguna esencia colectiva, ni el ius sanguinis, ni la adhesi¨®n a una fe revelada por muy verdadera que esta sea , ni por supuesto la gloria de una dinast¨ªa o la hegemon¨ªa de una etnia sino la realizaci¨®n material y moral de un ideal de convivencia.
La cuesti¨®n a tratar es, partiendo del reconocimiento de la consustancialidad comunitaria del individuo: ? como dar a lo comunitario ( y la religi¨®n es un factor comunitario) lo que es suyo salvando al mismo tiempo el proyecto de un poder societario que garantice la autonom¨ªa del individuo no s¨®lo frente al poder pol¨ªtico mismo sino incluso frente a los requerimientos posesivos de su propia Comunidad?.
Esta pregunta no es sino una formulaci¨®n espec¨ªfica, ad hoc para penetrar en el problema de la laicidad, de aquellas cuestiones con las que Rawls comienza su propio trabajo de construcci¨®n del concepto de liberalismo pol¨ªtico:
?C¨®mo es posible la existencia duradera de una sociedad justa y estable de ciudadanos libres e iguales que no dejan de estar profundamente divididos por doctrinas religiosas, filos¨®ficas y morales razonables ?.
La laicidad no supone simplemente la aconfesionalidad pasiva del Estado sino que es un compromiso m¨¢s ambicioso de crear y sostener un espacio pol¨ªtico definido exclusivamente por la ¨¦tica y la simb¨®lica civil, cerrando el paso a toda confusi¨®n pol¨ªtica de lo confesional o de lo ¨¦tnico.
Desde el punto de vista laico la condici¨®n de ciudadano es la ¨²nica sobre la que tiene competencia el poder pol¨ªtico y es, en virtud de ese ¨²nico t¨ªtulo que se establece la capacidad de cada uno para participar en la constituci¨®n y control de ese mismo poder pol¨ªtico sin que pueda tenerse en cuenta ninguna otra condici¨®n, no s¨®lo la pertenencia religiosa sino tampoco la raza o la pertenencia ¨¦tnica .
Es imprescindible rescatar el n¨²cleo eficiente de laicidad, aquello que la hace valiosa y nos permite reconsiderar los fundamentos de todo lo pol¨ªtico: aquello que nos descubre el origen de la Democracia como f¨®rmula de convivencia que hace de la ciudadan¨ªa, y no de la sangre o de la fe religiosa, su piedra sillar.
Javier Otaola es Abogado y Escritor. S¨ªndico-Defensor Vecinal de Vitoria-Gasteiz.
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