La burocracia de la teocracia
La teocracia, como la que se da en Ir¨¢n, no es una entelequia meramente espiritual, sino que reposa sobre una aut¨¦ntica organizaci¨®n que llega a los lugares m¨¢s rec¨®nditos del Estado. Estos d¨ªas, el gu¨ªa supremo iran¨ª, el ayatol¨¢ Al¨ª Jamenei, ha estado jugando su partida. El Consejo de los Guardianes de la Constituci¨®n, totalmente controlado por ¨¦l, vet¨®, en uso de sus atribuciones, a casi la mitad de los candidatos -80 de ellos actualmente diputados- a las elecciones a la Asamblea del 20 de febrero. Pero Jamenei, tras este gesto de dureza, se ha presentado finalmente como el conciliador, al aceptar que se revisen estos casos que han provocado dimisiones de ministros y sentadas de reformistas vetados.
Reelegido en 2001 por un 80% de los sufragios, el presidente Jatam¨ª despert¨® enormes ilusiones en una sociedad la mitad de la cual no conoci¨® la revoluci¨®n islamista de 1979. Pero al perder casi todos los pulsos frente a la teocracia ha generado una ola de desencanto. El divorcio entre el Ir¨¢n oficial y el real es creciente. La experiencia que pod¨ªa conducir al primer Estado postislamista del mundo se puede frustrar. M¨¢s que entre Occidente y el islam, el choque, como se abord¨® ayer en el Foro Euromediterr¨¢neo de la Unesco en Par¨ªs, podr¨ªa darse en el seno del propio mundo isl¨¢mico.
Esto de la teocracia es algo relativamente nuevo en Ir¨¢n. No todos los ayatol¨¢s iran¨ªes estaban por la labor en 1979. Una parte de ellos, hoy representada por el ayatol¨¢ Montazeri, estaba en contra de la participaci¨®n en la pol¨ªtica. Pues la implicaci¨®n directa en la pol¨ªtica representaba una desviaci¨®n respecto a la postura tradicional (y estamos presenciando el mismo tipo de debate y pulsos ahora entre los chi¨ªes, ¨¢rabes, de Irak). Pero Montazeri, que esperaba ser el sucesor de Jomeini, perdi¨® frente a Jamenei, un gu¨ªa cuestionado por su insuficiente preparaci¨®n teol¨®gica para su alto cargo.
El sistema iran¨ª es de una complejidad extrema. Ir¨¢n tiene, de hecho, algo propio del totalitarismo, dos estructuras que compiten entre s¨ª (incluso en pol¨ªtica exterior): la del gu¨ªa supremo, y la de un presidente elegido por sufragio universal. Jamenei y otros ayatol¨¢s tienen instrumentos b¨¢sicos en su mano como la aplicaci¨®n de su forma de ver la ley isl¨¢mica (shar¨ªa) , el control del poder judicial, y las fuerzas de seguridad, incluido la Guardia Revolucionaria y otros cuerpos.
Jamenei cuenta con m¨¢s de 600 asesores, no para cuestiones religiosas, sino de pol¨ªtica internacional, cultura, econom¨ªa, medios de comunicaci¨®n o asuntos militares, entre otros. Es una especie de administraci¨®n presidencial, mayor que la de cualquier jefe de Gobierno europeo. Adem¨¢s, tiene unos 2.000 representantes clericales -especie de comisarios pol¨ªticos- en todos los ministerios e instituciones importantes. Clave es el Consejo de Guardianes, formado por 12 juristas: la mitad escogida de los rangos clericales por el gu¨ªa, y los otros seis por el Parlamento a recomendaci¨®n de la cabeza del poder judicial, que a su vez es nombrado por el l¨ªder supremo. Este Consejo determina la compatibilidad de la legislaci¨®n aprobada por el Parlamento con la ley isl¨¢mica y la idoneidad de unos candidatos que s¨ª representan un cierto pluralismo. Es un aut¨¦ntico cerrojo. Adem¨¢s hay una Asamblea de Expertos de 86 cl¨¦rigos, por elecci¨®n popular, pero entre candidatos aprobados por el Consejo de Guardianes. Su papel es elegir, entre ellos mismos al l¨ªder o gu¨ªa supremo. Todo atado y dif¨ªcil de desenredar.
Existe adem¨¢s un Consejo de Expedientes, para dirimir conflictos entre el Parlamento y el Consejo de Guardianes, tambi¨¦n dominado por la rama pol¨ªtico-religiosa. ?sta controla asimismo las fuerzas de seguridad oficiales -s¨®lo un cl¨¦rigo puede encabezar el Ministerio de Inteligencia y Seguridad- y paraestatales, adem¨¢s de numerosas fundaciones que forman una aut¨¦ntica red por todo el pa¨ªs. ?sta es la burocracia de la teocracia. ?Cu¨¢ntas divisiones tiene el Papa?, pregunt¨® Stalin. A veces, basta con funcionarios. aortega@elpais.es
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