Cierre
Como sucede de tanto en tanto, una empresa transnacional ha decidido cerrar su f¨¢brica en Espa?a y trasladarla a un pa¨ªs con mano de obra m¨¢s barata. Contra esta decisi¨®n, poco se puede hacer, como reconoce en una entrevista radiof¨®nica la alcaldesa del pueblo afectado. Ella har¨ªa cuanto estuviera en sus manos, pero es consciente de que nada torcer¨¢ la decisi¨®n de unos ejecutivos coreanos que saben tanto acerca de este pueblo como nosotros de un peque?o complejo industrial a las orillas del r¨ªo Taedong.
La decisi¨®n responde a razones estrictamente contables: n¨²meros cantan. Por supuesto, algo se podr¨ªa hacer: el pa¨ªs donde la empresa se propone instalarse ofrece ventajas salariales, pero una capacidad adquisitiva bastante baja; una cosa va con la otra. Lo que all¨ª se fabrica se compra aqu¨ª. Si los compatriotas de los trabajadores espa?oles perjudicados nos solidariz¨¢ramos con ellos y amenaz¨¢ramos con boicotear los productos de la empresa tr¨¢nsfuga, tal vez ¨¦sta se lo pensara dos veces antes de cerrar el chiringuito. Pero esto es impensable, y la empresa lo sabe: el consumidor seguir¨¢ comprando en funci¨®n de la mal llamada relaci¨®n calidad precio, y en este terreno la empresa que produce a menor costo lleva todas las de ganar. De modo que 400 trabajadores se quedan en la calle.
Consultado al respecto, un miembro destacado del Gobierno espa?ol explica que se trata de un episodio normal en la compleja e implacable mec¨¢nica de la econom¨ªa liberal. Nunca llueve a gusto de todos. En cambio, para la alcaldesa, m¨¢s pr¨®xima al conflicto por su cargo y por su sensibilidad, el hecho es una tragedia humana. Con voz pausada, como si hablara consigo misma y no para la audiencia radiof¨®nica, dice que la gran mayor¨ªa de los trabajadores afectados por el cierre son mujeres. Nacidas en un pueblo peque?o, con una preparaci¨®n media, la instalaci¨®n de la f¨¢brica unos a?os atr¨¢s y con visos de perpetuidad cambi¨® sus horizontes. La seguridad de unos ingresos decorosos les permiti¨® replantearse la vida. No la vida laboral, sino la vida a secas. Muchas mujeres de la localidad tomaron decisiones personales arriesgadas. Ahora todo se viene abajo. La voz de la alcaldesa desafina en el coro arm¨®nico de la oferta y la demanda.
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