Una deuda
Si los insectos se pudieran anillar, nos sorprender¨ªa el viaje alucinante que llevan a cabo a lo largo de su breve existencia. Hoy han venido a repararme el ordenador y, al abrir la torre, hemos encontrado en el disco duro el cad¨¢ver de una mosca. Una mosca muerta no es gran cosa en verano, pero en mitad del invierno puede provocarte un peque?o espanto. La hemos contemplado perplejos, como si se tratara de la primera mosca digital de la historia (aunque parec¨ªa haber fallecido de alg¨²n mal anal¨®gico), y luego, tras colocar su cuerpo sobre un pedazo de papel, la he observado detenidamente con la lupa. Se trataba, en efecto, del mismo bicho que este verano me inspir¨® un poema sobre la muerte que dej¨¦ a medias cuando septiembre se col¨® por debajo de la puerta. Lo s¨¦ porque un d¨ªa, mientras me peleaba con un verso, la cac¨¦ al vuelo y le hice en el abdomen una se?al con un rotulador rojo.
Durante todo el verano, el insecto entr¨® y sali¨® de la torre del ordenador a trav¨¦s de la ranura de la disquetera. No hice nada por impedirlo porque me parec¨ªa tan excitante como tener un nido de golondrinas en la ventana. Un d¨ªa vi salir un grupo de mosquitas y supuse que eran hijas de esta mosca primordial con cuyo cad¨¢ver he tropezado hoy. Pero no siempre se encontraba en mi estudio. Un d¨ªa, mientras me afeitaba, la sorprend¨ª recorriendo el reflejo de mi rostro enjabonado. Por aquellos d¨ªas, yo iba con la lupa a todas partes para distinguirla del resto de las moscas. Llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que no se hab¨ªa posado jam¨¢s sobre una planta, un ¨¢rbol, una flor. Toda su vida discurr¨ªa sobre atm¨®sferas marcianas tales como mi estudio, el cuarto de ba?o o la cocina, adonde acud¨ªa despu¨¦s del desayuno para recoger puntualmente las sobras.
Tengo junto al ordenador un peque?o cactus que absorbe las radiaciones digitales. Debajo de ese cactus he enterrado a la mosca y despu¨¦s me he dado el d¨ªa libre. Mientras paseaba por el parque como si no tuviera nada que hacer, he decidido que retomar¨ªa la escritura de ese poema sobre la muerte que dej¨¦ a medias cuando septiembre nos hiri¨®. Me lo debo a m¨ª mismo, pero sobre todo se lo debo a esa mosca que me dict¨® su primer verso.
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