Caballero Bonald re¨²ne su obra po¨¦tica, "definitiva hasta el a?o que viene"
El autor jerezano dice que la "vergonzante guerra de Irak" le empuj¨® otra vez a la poes¨ªa
Inteligente y divertido, lleno de autocr¨ªtica y modestia, destilando una fina retranca gaditana, pero dejando atr¨¢s todo escepticismo para mostrar su invencible compromiso con la utop¨ªa. As¨ª present¨® ayer en Madrid Pepe Caballero Bonald esta tercera Poes¨ªa completa, dejando en el aire la impresi¨®n de que es poeta casi a su pesar, o que lo es por necesidad, o por asombro. Cuando el mundo le duele demasiado y coincide con aquello que el cl¨¢sico llam¨® el estro y que ¨¦l prefiere llamar buena salud, escribe. "La poes¨ªa sale como sale, y depende mucho de las circunstancias, de la salud. La inspiraci¨®n es tener buena salud, trasnochar o no, depende de cosas as¨ª. Ahora llevo una racha de buena salud, se me acumulan los recuerdos, y he vuelto a escribir".
"La poes¨ªa rejuvenece", a?ade. "La edad te vuelve esc¨¦ptico, pero la escritura de poes¨ªa te hace recuperar el apasionamiento. Aunque en mi caso est¨¢ dif¨ªcil rejuvenecer, porque soy una especie de jubilado exterior (no interior) que ve caer la tarde y se adormece en la chimenea, la poes¨ªa es una forma de defensa contra las cosas que rechazo, que desde?o. Y hoy el mundo est¨¢ lleno de desverg¨¹enza, de mentiras, de patra?as, de atropellos a los derechos humanos. Eso me ofende mucho, y es un acicate para escribir otra vez".
Escarbando un poco m¨¢s, Caballero (que el lunes, a las 19.30, har¨¢ una lectura de sus poemas en la Casa de Am¨¦rica) hizo un balance de este "intermitente medio siglo" de poes¨ªa (ocho libros publicados desde Las adivinaciones, 1952). "Medio siglo de poes¨ªa es mucho, casi un inventario biogr¨¢fico en el que aparecen y se ocultan muchas cosas. Pero la poes¨ªa es siempre una b¨²squeda de la palabra que significa m¨¢s de lo que dice el diccionario".
Una b¨²squeda a veces obsesiva: "Someto todo lo que escribo a una revisi¨®n constante. Creo que cualquier poema se puede corregir interminablemente, y no por perfeccionismo, sino porque a medida que relees, lo vivido se queda a trasmano, tus gustos cambian y te hacen perder afici¨®n por algunas palabras. Las palabras envejecen tanto como quienes las usan".
Quiz¨¢ por eso ha suprimido para esta edici¨®n varios poemas de Pliegos de cordel (1963), su libro "m¨¢s supeditado a una urgencia hist¨®rica, el m¨¢s apresurado", y casi no ha tocado los tres ¨²ltimos, Descr¨¦dito del h¨¦roe (1977), Laberinto de fortuna (1984) y Diario de Arg¨®nida (1997): "Son menos barrocos, m¨¢s maduros. ?Aunque igual dentro de 10 a?os los corrijo enteros!".
La paradoja es que Caballero vive esa pasi¨®n vitalista por la palabra bajo la seria amenaza del s¨ªndrome de Bartleby: "He tenido siempre mis dudas, largas dudas sobre la intensidad de mi vocaci¨®n de poeta. Dejaba de escribir poes¨ªa mucho tiempo y no me preocupaba. Mientras otros ten¨ªan remordimientos, yo pasaba fases de alejamiento total en las que me dedicaba a hacer lo que m¨¢s me gusta: no hacer nada. Mi producci¨®n es discreta, pero acorde con mi manera de ser. Nunca me he forzado a escribir poes¨ªa como si fuera un jefe de negociado. Y a veces no ten¨ªa nada que decir".
Pero cuando es poeta, Caballero lo es a fondo. Eso dijo Luis Garc¨ªa Montero, que celebr¨® su "insobornable indagaci¨®n personal contra la usura del tiempo y las limitaciones de la moral"; "su ¨¦tica y su orgullo de poeta que ama el trabajo bien hecho, sin prisas ni concesiones a la galer¨ªa".
El poeta granadino subray¨® que la unidad entre su obra y su vida es el lenguaje: "Le gusta merodear, quedarse en las inmediaciones, mezclar la reflexi¨®n con las penumbras. Al principio, le preocup¨® la fugacidad de la vida, la nostalgia, la memoria; luego, sustituy¨® el espacio por el tiempo y se qued¨® a solas con la conciencia de la soledad. 'Soy el tiempo que me queda'. Somos el tiempo de la soledad, de la resistencia, de los sue?os".
Un poeta en lucha, atento a los cambios del presente y a la expresi¨®n justa. Como explica en la escueta nota inicial a este tomo de 500 p¨¢ginas, su tendencia a vigilar, recapitular y revisar lo escrito "desde la mocedad hasta este presuroso arrabal de senectud" puede llegar a ser "agobiante, antes por las discrepancias cualitativas que por lo temerario del empe?o". Pero no hay vuelta de hoja: "Nunca he dejado de preguntarme si el hecho de alterar una sola palabra de un poema no implica una cierta manipulaci¨®n de la experiencia que lo alent¨®".
"Cabe la posibilidad de que cada correcci¨®n sea una equivocaci¨®n", admiti¨® ayer. "?ngel Gonz¨¢lez, cuando le piden sus obras completas, coge las primeras ediciones y las lleva a la editorial. Yo soy incapaz de hacer eso. Una doctora hizo una tesis sobre mis poemas y la titul¨® Correcciones. Fue un laberinto, se complic¨® mucho la vida intentando poner orden en ese marem¨¢gnum. Porque a veces hago una versi¨®n entera y nueva del poema".
?Y siente que se ha ido acercando hacia una mayor claridad, como dijo hace un tiempo? "?Dije eso? Pues no lo veo claro. Yo creo que a lo m¨¢s que he llegado es a aligerar un poco el lenguaje, a desprenderme de alguna complicaci¨®n. Quiz¨¢ ahora tiendo a ser m¨¢s adusto, m¨¢s severo".
?Se puede considerar entonces esta edici¨®n como definitiva?, le pregunt¨® alguien. "?S¨ª, definitiva hasta el a?o que viene!".
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