El calor de lo hecho
A estas alturas conocemos de sobra el tratamiento que reciben las que, por atajar, llamar¨¦ causas femeninas. Son como los manteles de verdadero hilo y las copas de cristal de Bohemia, accesorios, atrezzo, para las ocasiones. A diario, las realidades pol¨ªtica, laboral, social o convivencial comen en otra parte. Sin embargo, en cuanto llega el tiempo de alguna cosecha, enseguida aparecemos las mujeres. Ciudadanos y ciudadanas por aqu¨ª y por all¨¢. Compa?eros y compa?eras; ni?os y ni?as.
Y a prop¨®sito de la infancia, me voy a permitir ampliar en un punto la columna tamborrera del lunes de mi querido colega Javier Mina. No s¨¦ si es cierto que los donostiarras nacen con un uniforme metaf¨®rico dentro. Lo que s¨¦ es que muchas donostiarras de mi generaci¨®n crecimos al ritmo del agravio comparativo; y en el rechazo del uniforme de cantinera -el ¨²nico a nuestro alcance en aquel tiempo-, entre otras razones porque s¨®lo hab¨ªa una o dos por compa?¨ªa y las dem¨¢s ni?as ten¨ªan que quedarse mirando; esto es, en los m¨¢rgenes de la tamborrada, de la diversi¨®n, de la acci¨®n; y, consecuentemente, en la trastienda de los aplausos, los mimos y las fotos. Que una experiencia as¨ª puede, por activa o por pasiva, dise?ar una conciencia pol¨ªtica es algo que se entiende f¨¢cilmente, sobre todo si se piensa que en la infancia en cualquier rinc¨®n caben el futuro o el mundo. (No podemos alardear de que las cosas son hoy radicalmente distintas. Recordar¨¦ s¨®lo que Gaztelubide, una sociedad que veta la entrada a las mujeres, sigue izando en nombre de toda la ciudad la bandera donostiarra).
Salgo de la fiesta y vuelvo al calor de lo dicho. Compa?eros y compa?eras s¨ª, pero ?cu¨¢ndo o d¨®nde?, porque ahora mismo, en Euskadi, las mujeres ganan de promedio un 30% menos que los hombres por el mismo trabajo. Y doblan a ¨¦stos en tasa de paro o de empleo precario. Y la pobreza es patrimonio cualificadamente femenino.
Ciudadanos y ciudadanas claro, pero ?de cualquier modo? Porque en 2003 aumentaron en un 35% las asesinadas por violencia de g¨¦nero; y acabamos de conocer que en Euskadi se est¨¢ denunciando, desde enero, una agresi¨®n de este tipo cada dos d¨ªas (y las denuncias son s¨®lo la m¨ªnima expresi¨®n de la realidad). Ciudadanos y ciudadanas s¨ª, pero ?de qu¨¦ manera?
Y me voy a detener en un episodio de nuestra historia cultural y pol¨ªtica reciente, en la pol¨¦mica suscitada por La pelota vasca de Julio Medem. Pol¨¦mica que ha girado en torno a la idea -subrayada por unos, contestada por otros- de la exclusi¨®n, el desequilibrio, la parcialidad, la ausencia. Y sin embargo, a pesar de esta base argumental, cu¨¢ntas de las cr¨ªticas, r¨¦plicas, entrevistas, declaraciones, columnas; cu¨¢ntos de los debates, manifiestos y actos pol¨ªticos que se le han dedicado a este documental han considerado el espacio m¨ªnimo que La pelota vasca reserva a las voces femeninas. S¨®lo ocho mujeres de setenta participantes; presentadas s¨®lo o esencialmente en calidad de c¨®nyuges, v¨ªctimas o portavoces; a trav¨¦s s¨®lo o b¨¢sicamente de su testimonio vital, no de su opini¨®n, su an¨¢lisis pol¨ªtico, su enfoque cultural o ideol¨®gico de la realidad vasca. Los r¨ªos de tinta dedicados a esa ausencia (?o hay que llamarla exclusi¨®n o silenciamiento?) caben en el hueco de una mano.
Iniciamos el periodo de cosechas. Las mujeres vamos a estar en boca de todo el mundo. Compa?ero, compa?era. Por eso voy a concluir con el combinado de dos citas. La primera, muy reciente, de Josu Jon Imaz: "Para el PNV es prioritaria la igualdad efectiva de los derechos de las mujeres en todos los ¨¢mbitos sociales, con especial atenci¨®n a la implantaci¨®n de cuantas pol¨ªticas sean precisas para acabar con esa lacra que es la violencia de g¨¦nero". La segunda, eterna, de Macbeth. "Las palabras dan un soplo demasiado fr¨ªo al calor de los hechos".
A la causa femenina le sobran soplos y le faltan remedios. De ah¨ª esta exigencia (de) ciudadana: donde dicen fr¨ªamente digo pongan de una vez el calor de los hechos. El calor de lo hecho de una vez para todas.
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