"Hay impotencia y enfado porque se le pongan trabas pol¨ªticas"

A los 14 a?os Gabriel Gonz¨¢lez Martos so?aba con convertirse en un deportista de ¨¦lite y montones de cosas m¨¢s. A los 14 a?os se puede aspirar a todo. Por eso el accidente que propici¨® el descubrimiento de su diabetes asom¨® un precipicio a sus pies. Gabriel sufri¨® un coma diab¨¦tico -su madre le hab¨ªa suministrado alm¨ªbar a diario durante dos semanas- ignorando la enfermedad de su hijo. Sali¨® del trance, pero nada volvi¨® a ser igual. "De la noche a la ma?ana tuve que dejar el remo por completo". Y los sue?os y los h¨¢bitos alimenticios. Y para un adolescente sustituir un pollo por jud¨ªas verdes resulta tambi¨¦n dram¨¢tico.

A sus 35 a?os, Gabriel Gonz¨¢lez se ve a s¨ª mismo como un diab¨¦tico at¨ªpico por sus elecciones profesionales, que le someten a variaciones de ¨¢nimo poco recomendables, pero con una dependencia de la insulina similar a la de miles de andaluces, que le obliga a inyectarse tres veces al d¨ªa: "Ya no tengo vaivenes, pero tampoco soy mod¨¦lico porque sigo haciendo deportes contraindicados y trabajo en lugares que me dan sobresaltos". De hecho, abandon¨® una casa de acogida para menores inmigrantes en Sevilla porque se le disparaba la glucemia hasta las nubes. Ahora tampoco est¨¢ en un entorno buc¨®lico, la verdad: trabaja con menores y adultos toxic¨®manos en la organizaci¨®n Brotes en Sevilla.

"Si supieran c¨®mo te condiciona, yo he tenido la suerte de no caer en una depresi¨®n"

Un diab¨¦tico no es un discapacitado, dice, pero es un enfermo cr¨®nico, alguien con ciertas limitaciones y obligaciones que tiene que suplir las deficiencias de su p¨¢ncreas de forma artificial y constante. Y para toda la vida. Al menos eso es as¨ª mientras la ciencia no cambie las cosas.

La investigaci¨®n con c¨¦lulas madre podr¨ªa ser el camino hacia la independencia de la insulina. O no. Pero hasta ahora ning¨²n diab¨¦tico so?aba siquiera con algo semejante, ni siquiera con la posibilidad. "Yo no creo que las c¨¦lulas madre me vayan a salvar el p¨¢ncreas, pero quiero que sigan adelante con los estudios para mis hijos", aduce Gabriel. En cierta medida piensa que ha pasado su tren -"desgraciadamente creo que quedan todav¨ªa unos a?os para ver resultados"-, pero destaca la trascendencia que tendr¨ªa para cualquier diab¨¦tico el ¨¦xito de una investigaci¨®n como la que dirige Bernat Soria: "Si supieran como te condiciona, yo he tenido la suerte de no caer en una depresi¨®n, pero conozco a gente de 20 a?os que sent¨ªan que ya no ten¨ªan vida".

Gabriel Gonz¨¢lez, sin embargo, tambi¨¦n aclara que a¨²n hoy el acceso a las mejoras no est¨¢n al alcance de todos: "Hay diab¨¦ticos de primera y diab¨¦ticos de segunda, depende del centro de salud y el m¨¦dico que te toque". Por no hablar de quienes ignoran que tienen una enfermedad metab¨®lica a la que estar¨¢n atados de por vida. Por eso cualquier bloqueo de las investigaciones encaminadas a mejorar su vida se interpreta entre diab¨¦ticos casi como una ofensa. Porque entre diab¨¦ticos, recalca Gabriel, se habla de diabetes: "Hay impotencia y enfado porque se le pongan trabas burocr¨¢ticas o pol¨ªticas a algo que puede ser una mejora".

El educador sevillano cree razonable "poner unos m¨¢rgenes" al uso de c¨¦lulas procedentes de embriones. "Pero lo que no se entiende es que se ponga freno", a?ade. Y concluye: "Si la primera fase todav¨ªa no se ha llevado a cabo, ?qu¨¦ tardar¨¢ el resultado en llegar al m¨¦dico de barrio?".