Salvador Cayol, cronista taurino
Se fue como vivi¨®: en soledad, humildemente, sin hacer ruido, sin querer molestar a nadie. Su nombre fue Salvador S¨¢nchez Fern¨¢ndez, pero firm¨® siempre en su Ya de su alma como Salvador Cayol, y as¨ª lo conoci¨® todo el planeta taurino.
Nacido en Serradilla (C¨¢ceres), Salvador Cayol trabaj¨® m¨¢s de treinta a?os en la secci¨®n taurina del Ya, que dirigi¨® desde 1987. En esos a?os logr¨® devolver al diario Ya la importancia en informaci¨®n taurina que hab¨ªa tenido desde los a?os setenta. Bajo su direcci¨®n se hicieron durante varios a?os cuadernillos especiales de la Feria de San Isidro, por los que recibi¨® multitud de premios, entre ellos el de la Federaci¨®n Nacional Taurina, aunque para ¨¦l el mejor premio fue el cari?o y respeto de todo el mundo taurino.
Dirigi¨® el coleccionable De El Cordob¨¦s a Espartaco, en donde se recogieron los ¨²ltimos 40 a?os de mundo taurino, y promocion¨® a trav¨¦s de su peri¨®dico una singular "baraja taurina", con caricaturas del tambi¨¦n desaparecido Fernando Vinyes.
Salvador Cayol ten¨ªa un conocimiento enciclop¨¦dico del toreo, tanto desde el punto de vista ganadero como de los toreros, adem¨¢s de una excelente, ¨¢gil y graciosa pluma valorada por miles de aficionados que siguieron puntualmente sus cr¨®nicas. Por su falta de ambici¨®n personal, por su extrema humildad, porque siempre crey¨® que los protagonistas de la fiesta deben ser toro y torero, jam¨¢s reclam¨® para s¨ª honores ni protagonismos de sobra merecidos.
Lo mejor que se puede decir de Salvador Cayol es que era un hombre que no ten¨ªa enemigos, lo cual, en el mundo de los toros, es una definici¨®n en s¨ª misma. Antepuso siempre su humanidad, su tremenda humanidad, a los sinsabores de la profesi¨®n period¨ªstica. Nadie, desde el m¨¢s grande hasta el m¨¢s humilde novillero, puede decir que se sinti¨® jam¨¢s zaherido por sus cr¨®nicas.
Sab¨ªa del toreo m¨¢s que la mayor¨ªa de los que nos hemos atrevido alguna vez a opinar, pero nunca molest¨®, nunca ofendi¨®, nunca hiri¨® a nadie con sus cr¨ªticas. Y -me consta- le preocup¨® antes la persona que el torero y no dud¨® en levantar el tel¨¦fono para hablar con sencillez, humildad y humanidad con cualquiera que pudiera sentirse dolido.
Se nos ha ido un buen periodista, un gran cronista taurino, pero, sobre todo, se nos ha ido un hombre bueno.-
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