'Homo migrans'
Un estudio de la Fundaci¨®n de Cajas de Ahorros anuncia que para el a?o 2015 los inmigrantes ser¨¢n m¨¢s de la cuarta parte de la poblaci¨®n de Espa?a. El veinticinco por ciento. En el 2015, si tu hija te dice "adivina quien viene a cenar esta noche" hay muchas posibilidades de que se presente del brazo de un inmigrante, como en la excelente pel¨ªcula de Stanley Kramer. Los autores del informe auguran un incremento de la exclusi¨®n social y la xenofobia. Poco importa que dentro de quince a?os una buena parte de los inmigrantes de hoy ser¨¢n ya nacionales, ni que con el aumento de inmigrantes se incrementen tambi¨¦n las cotizaciones a la Seguridad Social, los consumidores, y, lo que es m¨¢s importante, el capital social y afectivo de una sociedad envejecida y solitaria.
Nada de eso importa. Saltan las alarmas. Retorna el limes, el parapeto que marcaba los l¨ªmites del imperio romano y que Claudio Magris caracteriza as¨ª: "A un lado de esa l¨ªnea quedaba el imperio, la idea y el dominio universal de Roma; al otro los b¨¢rbaros, que el imperio comenzaba a temer y que ya no se propon¨ªa conquistar y asimilar, sino contener". Contener a quienes vienen de fuera y, as¨ª lo creemos, de casa nos quieren echar. A quienes pretenden quitarnos lo nuestro.
Pero una cosa es haber llegado antes y otra muy distinta estar aqu¨ª desde siempre. En realidad todos somos reci¨¦n llegados, al menos desde una visi¨®n hist¨®rica de longue dur¨¦e. Seg¨²n sostienen los paleoantrop¨®logos, hace alrededor de 40.000 a?os empezaron a caminar por Europa los primeros humanos modernos, representantes de la especie Homo sapiens. Proced¨ªan de ?frica, eran pocos (se calcula un total de en torno a los 30.000 individuos), eran extra?os, sumamente improbables, pero su ¨¦xito evolutivo fue tal que finalmente llegaron a habitar en todo el planeta. Por cierto, en Europa se encontraron con una poblaci¨®n aut¨®ctonona igualmente humana, los Homo neanderthaliensis, con la que convivieron durante unos 10.000 a?os hasta que desapareci¨® por razones que todav¨ªa son una inc¨®gnita. As¨ª pues, desde el principio el Homo sapiens es, somos, Homo migrans. Los europeos actuales somos, simplemente, africanos que llegamos a?os antes
Nada hay de novedoso en el hecho de que unos seres humanos dejen el lugar en el que han nacido y decidan, por una u otra raz¨®n, buscar otro lugar en el mundo. As¨ª ha sido siempre. O as¨ª lo fue hasta hace bien poco. Resulta, en este sentido, sumamente gr¨¢fica la siguiente reflexi¨®n recogida por el escritor Stefan Zweig en sus memorias: "Antes de 1914 la Tierra era de todos. Todo el mundo iba adonde quer¨ªa y permanec¨ªa all¨ª el tiempo que quer¨ªa. No exist¨ªan permisos ni autorizaciones; me divierte la sorpresa de los j¨®venes cada vez que les cuento que antes de 1914 viaj¨¦ a la India y Am¨¦rica sin pasaporte y que en realidad jam¨¢s en mi vida hab¨ªa visto uno. La gente sub¨ªa y bajaba de los trenes y de los barcos sin preguntar ni ser preguntada, no ten¨ªa que rellenar ni uno del centenar de papeles que se exigen hoy en d¨ªa. No exist¨ªan los salvoconductos ni visados ni ninguno de estos fastidios; las mismas fronteras que hoy aduaneros, polic¨ªas y gendarmes han convertido en una alambrada, a causa de la desconfianza patol¨®gica de todos hacia todos, no representaban m¨¢s que l¨ªneas simb¨®licas que se cruzaban con la misma despreocupaci¨®n que el meridiano de Greenwich".
?Por qu¨¦, entonces, esta alarma actual? Tal vez porque hasta hace poco tiempo, si bien la Tierra era de todos ¨¦ramos nosotros, los occidentales, los que nos pase¨¢bamos por el mundo como Pedro por su casa, mientras que ahora son otros quienes se toman la libertad de ir adonde quieran y de permanecer all¨ª el tiempo que quieran. Tal vez porque quienes as¨ª lo hacen son pobres, lo que me recuerda una oportuna sentencia de Enzensberger: "Una respetable cuenta corriente acaba como por arte de magia con la xenofobia". Tal vez porque hemos abandonado cualquier utop¨ªa universalista y ya no nos proponemos asimilar, ni tan siquiera conquistar, sino simplemente contener a esos otros que, como antes hicimos nosotros, reivindican la com¨²n propiedad de la Tierra.
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