Golpe de tim¨®n hacia Washington
Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ha practicado, en uno de los aspectos m¨¢s pol¨¦micos de su gesti¨®n, un personalismo sin precedentes en las relaciones exteriores para reorientarlas hacia un atlantismo exacerbado
La pol¨ªtica exterior espa?ola ha experimentado un giro de ciento ochenta grados en s¨®lo 36 meses. Planteada desde el inicio de la transici¨®n con una vocaci¨®n de integraci¨®n europea a trav¨¦s de la fidelidad al eje Par¨ªs-Berl¨ªn, de puente entre Am¨¦rica Latina y Europa, y de interlocuci¨®n equilibrada con Estados Unidos, ha derivado en un esquema que coloca la relaci¨®n con Washington como prioridad m¨¢xima capaz de condicionar seriamente las otras dimensiones.
Para Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, inspirador y protagonista exclusivo de este proceso, el cambio hist¨®rico, seg¨²n el balance final de su gesti¨®n de gobierno que ofreci¨® el pasado 13 de enero en Washington, "sit¨²a a Espa?a en una posici¨®n que no se conoc¨ªa hasta el momento, de la que pueden derivarse ventajas, no s¨®lo para Espa?a".
La opini¨®n de la oposici¨®n, resumida por el l¨ªder del PSOE, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, el pasado 17 de diciembre ante el pleno del Congreso, es diametralmente opuesta. "Usted", le dijo a Aznar, "decidi¨® romper el consenso en pol¨ªtica exterior y cambiar nuestra pol¨ªtica de alianzas. Hizo de las relaciones con la Administraci¨®n de Bush la referencia fundamental de las relaciones exteriores de Espa?a. Pretendi¨® establecer una agenda com¨²n con Londres y Roma para liderar una 'Nueva Europa' -seg¨²n usted, la buena- frente a la 'Vieja Europa' -seg¨²n usted, la mala-. Cay¨® en la tentaci¨®n de jugar a caballo de Troya de una de las administraciones m¨¢s conservadoras que ha conocido EE UU. Todo eso hizo. ?Cu¨¢les son los resultados? Soledad y aislamiento".
En la pr¨¢ctica, el balance del mandato queda ligado a algunos hechos incontrovertibles. Espa?a se qued¨® sola con Polonia, y un cierto apoyo moral del Reino Unido, en el debate sobre la Constituci¨®n europea del Consejo del pasado 13 de diciembre. Tanto el presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, como el canciller alem¨¢n, Gerhardt Schr?der, tuvieron hacia el presidente espa?ol gestos de desd¨¦n que exceden del caso concreto. El apoyo a EE UU en la guerra de Irak provoc¨® tensiones con pa¨ªses iberoamericanos, aunque no ha impedido, en cambio, ampliar en Siria, Libia, Argelia e Ir¨¢n las relaciones con el mundo isl¨¢mico. El proyecto de celebrar una cumbre anual con Rusia ha resultado tan fallido como los publicitados planes para potenciar la presencia espa?ola en Asia.
En cuanto al estado de los problemas at¨¢vicos de la pol¨ªtica exterior espa?ola, la negociaci¨®n sobre el contencioso de Gibraltar se encuentra totalmente bloqueada y sin perspectivas de reanudaci¨®n, y las relaciones con Marruecos empiezan a ser recuperadas.
La impronta personal¨ªsima de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ha quedado grabada en cada uno de estos hechos, al hilo de una diplomacia presidencialista que ha reducido el Ministerio de Asuntos Exteriores a una unidad administrativa para tareas dise?adas en La Moncloa. La Oficina de Informaci¨®n Diplom¨¢tica ha perdido, as¨ª, todo su antiguo peso institucional como portavoz de la acci¨®n exterior.
Este deterioro, que suscita el malestar de los diplom¨¢ticos, se hizo patente tras la llegada al ministerio de Ana Palacio, una ministra que ha multiplicado sus viajes hasta lo inveros¨ªmil, pero con una eficacia dif¨ªcil de valorar para un observador externo, dado que rara vez son noticia. Salvo excepciones como la pol¨¦mica intervenci¨®n de Palacio ante el Consejo de Seguridad del pasado 14 de enero, cuando se mostr¨® m¨¢s dura hacia el r¨¦gimen de Sadam que el propio secretario de Estado, Colin Powell, quien ha decidido, representado y explicado todos los momentos claves del giro pol¨ªtico ha sido Aznar.
Todo lo ha hecho el presidente en los tres ¨²ltimos a?os de su mandato, y sobre todo durante los 16 meses finales, en el fragor de una guerra que ha sido tanto la base como el condicionante de sus movimientos. Pero las bases de la pol¨ªtica que Aznar ha practicado finalmente estaban impl¨ªcitas en su primera legislatura. Se inscriben en ese empe?o los intentos de construir un eje con Londres, concretados en sucesivas cartas p¨²blicas firmadas con Tony Blair para promover las reformas econ¨®micas en Europa. La ambici¨®n internacional del presidente qued¨® tambi¨¦n clara cuando asumi¨® la vicepresidencia del Partido Popular Europeo en 1996 y cinco a?os m¨¢s tarde la presidencia de la Internacional de los Dem¨®cratas de Centro (IDC), en una escalada que, de paso, le permiti¨® expulsar al PNV de esos foros. El endurecimiento de la pol¨ªtica hacia Cuba desde que Abel Matutes asumi¨® la cartera de Exteriores fue otro indicio de cambio con respecto a la practicada por los Gobiernos socialistas. En el plano europeo, en cambio, hubo continuidad: Espa?a entr¨® en el euro y Aznar logr¨® mantener el nivel de las ayudas comunitarias en la cumbre de Berl¨ªn, en 1999, aunque all¨ª empez¨® su enfrentamiento personal con el canciller alem¨¢n.
El presidente empez¨® a pedir un mayor papel para Espa?a en la escena internacional a partir de 2000 y George W. Bush le correspondi¨® eligiendo Madrid como puerta de su primer viaje europeo, el 12 de junio de 2001.
Clave en el entendimiento entre los dos mandatarios,consecuente con la declaraci¨®n firmada el anterior 11 de enero por el entonces ministro de Exteriores, Josep Piqu¨¦, y su hom¨®loga, la secretaria de Estado Madeleine Albright, fue la lucha antiterrorista. Los atentados del 11 de septiembre concretaron el car¨¢cter com¨²n de esa amenaza.
La presidencia europea marc¨®, sin embargo, una pausa en una alianza en marcha. Limitado por el papel moderador de ese cargo, Aznar declar¨® a Der Spiegel que "atacar a los llamados Estados irresponsables de los que supuestamente emana un peligro no es lo mismo que la lucha antiterrorista".
Pero la presidencia europea sirvi¨® tambi¨¦n para que Aznar y Bush se vieran con frecuencia. Por ejemplo, el 4 de mayo de 2002 en Camp David, tras la cumbre UE-EE UU y una conferencia de Aznar en la Universidad John Hopkins, donde proclam¨® que "la relaci¨®n trasatl¨¢ntica es la m¨¢s importante, porque es el sustento de todo aquello por lo que vivimos: la libertad, la democracia, la dignidad del hombre. Esa dignidad que, trece a?os antes de la Revoluci¨®n Francesa, ya fue exquisitamente formulada en estas tierras".
Fue a la vuelta del verano, el 10 de septiembre, cuando el presidente del Gobierno dej¨® claro a un grupo de periodistas que apoyar¨ªa la invasi¨®n de Irak con o sin el respaldo de la ONU. Palacio segu¨ªa diciendo por aquellas fechas en Nueva York que todas las competencias eran de la ONU.
El 15 de enero, Aznar entr¨® definitivamente en el bloque de Bush, al asumir la tesis de que la resoluci¨®n 1.441 del Consejo de Seguridad era suficiente para legalizar la invasi¨®n. Se abri¨® as¨ª la v¨ªa de cinco visitas m¨¢s a EE UU, sobre el total de 13 que Aznar lleva realizadas. La cumbre de las Azores, el 17 de marzo, sirvi¨® de preludio a la guerra.
Pero el episodio m¨¢s significativo y definitorio del valor que la participaci¨®n esencialmente pol¨ªtica de Espa?a en la coalici¨®n ten¨ªa para Washington fue la llamada Carta de los Ocho publicada por el Wall Street Journal el 30 de enero. Promovida por Aznar, con el apoyo de Londres, Roma y cinco de los pa¨ªses del Este que entraban en la UE, la misiva, que ped¨ªa apoyo a EE UU en cualquier circunstancia, vino a ser la expresi¨®n p¨²blica de la "nueva Europa" que reclamaba el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, frente a la representada por Francia y Alemania. D¨ªas antes, estos pa¨ªses hab¨ªan lanzado un manifiesto contra la guerra.
La Carta abri¨® un foso entre Aznar, el franc¨¦s Jacques Chirac y el alem¨¢n Gerhardt Schr?der, que ni los reiterados esfuerzos del canciller han logrado colmar hasta ahora. Potenciadas por la ruptura del Pacto de Estabilidad, los resentimientos estallaron con virulencia el pasado 13 de diciembre cuando el Consejo Europeo renunci¨® a aprobar la Constituci¨®n porque Espa?a y Polonia reclamaban el mismo poder en la UE que obtuvieron en diciembre de 2000 en Niza. Chirac acus¨® a Aznar de actuar por intereses electorales y Schr?der explic¨® su conducta por una "tradici¨®n" personal.
Aznar ha replicado duro, sobre todo a Francia. El pasado 13 de enero, ante una concurrencia de empresarios americanos, vino a decir en Washington que la cultura francesa "est¨¢ siendo derrotada, va en retroceso", y habl¨® as¨ª de la existencia de dos Europas: "La que crece y la que no crece, la que crea empleo y la que no crea empleo".
Aznar deja una herencia dif¨ªcil a su sucesor, como ¨¦l mismo reconoci¨®. "No estoy seguro de que sea posible un acuerdo [sobre la Constituci¨®n europea]", ha dicho, "pero Europa seguir¨¢ en cualquier caso.
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