"?Y d¨®nde voy a ir yo ahora?"
Mar¨ªa Sanz Poza, de 80 a?os, Isabel Rey, de 67, y Mar¨ªa Dolores Adeva, de 81 a?os, son viudas. Las tres llevan d¨¦cadas viviendo en el n¨²mero 12 de la calle de Jos¨¦ Antonio Armona. Las tres est¨¢n muy asustadas por las noticias de que, muy probablemente, deber¨¢n abandonar su casa pronto. Las tres reaccionan de forma parecida. "?Y d¨®nde voy a ir yo ahora?", se pregunt¨® Isabel. "Pues menuda gracia ha hecho el Ayuntamiento con el circo", exclama Mar¨ªa. "No hay ning¨²n derecho. Esto lo pod¨ªan prever y han seguido haciendo las obras a pesar de nuestras quejas", concluye Mar¨ªa Dolores. Unidas por el destino, las tres tambi¨¦n lamentan amargamente el silencio del Ayuntamiento. "?Nadie nos ha dicho nada!", exclaman.
Una grieta de m¨¢s de un cent¨ªmetro de grosor recorre de arriba abajo las cuatro alturas de este edificio. Es la marca, visible desde m¨¢s de cincuenta metros, de que el inmueble est¨¢ enfermo. "No ten¨ªa ning¨²n problema hasta que hace un a?o empezaron las obras del dichoso circo", se queja Mar¨ªa Sanz Poza. "Daban unos golpes grand¨ªsimos que se o¨ªan en toda la calle. Enseguida empezaron a salir grietas por todas partes", a?ade. Hace unos meses, tuvo que llamar al cerrajero para que le arreglara la puerta, desencajada con los movimientos del edificio. La mayor¨ªa de los vecinos de los pisos afectados son personas mayores, muchas de ellas mujeres viudas.
El patio interior del edificio de Mar¨ªa ha tenido que ser reforzado con vigas y puntales para asegurar la estructura del inmueble. "Lo que ha pasado es una verg¨¹enza. La casa estaba vieja, pero bien conservada. Y todo ha ido a peor desde las obras. El Ayuntamiento ha hecho una cat¨¢strofe", explica Isabel Rey. Las grietas de su piso recorren la habitaci¨®n principal y el comedor.
Paga algo menos de 300 euros al mes de renta, un contrato que ha luchado por conservar en las ¨²ltimas d¨¦cadas. "Estoy sola aqu¨ª. De vez en cuando voy a pasar unos d¨ªas con mis hijas, pero ¨¦sta es mi casa".
Pese a los sucesivos incrementos del alquiler, Mar¨ªa Dolores nunca ha querido abandonar su hogar, recuerdo del lugar donde convivi¨® con su marido. "Pero lo que no ha conseguido mi casero, est¨¢ a punto de lograrlo el Ayuntamiento", dice.
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