Zarpazo de fiera cinematogr¨¢fica
Esta sombr¨ªa y hermosa 21 gramos es una prolongaci¨®n hacia dentro -ambas giran alrededor de un mortal y azaroso accidente- de aquellos Amores perros que hace pocos a?os dieron la vuelta al mundo desvelando a su paso el surgimiento de un superdotado hombre de cine, el mexicano Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu, que en estos sus primeros pasos dentro de los territorios inexplorados de la pantalla ofrece no balbuceos de aprendiz, sino trazos firmes de un s¨²bito y escondido maestro de su oficio.
Escribe I?¨¢rritu la secuencia de 21 gramos afrontando a cara de perro el riesgo de las l¨ªneas de mayor resistencia, sin darse facilidades. Construye esa secuencia mediante un complejo, pero no aparatoso, troceamiento de los sucesos y de los hilos de comportamiento de los personajes, que luego reordena en forma de puzzle. Asistimos, con los ojos pegados al violento chorro de im¨¢genes, a una sucesi¨®n de saltos temporales y espaciales que, en vez de desorientar al contemplador, crean en ¨¦l una br¨²jula interior que le permite iluminar con claridad de esp¨ªritu los intrincados recovecos y vuelcos emocionales del laberinto. Desencadena as¨ª I?¨¢rritu un crescendo sin respiro en la l¨ªnea de inter¨¦s, un estar en vilo de genuina estirpe tr¨¢gica, pues la conjugaci¨®n de im¨¢genes comienza por todo lo alto y no obstante siguen elev¨¢ndonos m¨¢s y m¨¢s cuanto m¨¢s nos adentramos en ellas.
21 GRAMOS
Direcci¨®n: Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu. Int¨¦rpretes: Sean Penn, Benicio del Toro, Naomi Watts. G¨¦nero: drama. EE UU, 2003. Duraci¨®n: 125 minutos.
En su goteo febril de trozos (o destrozos) de comportamientos y sucesos que se van hilando y completando paso a paso hasta alcanzar la diafanidad, la tortuosa y torturada secuencia de 21 gramos convoca formas extremas de dolor e infortunio. Evoca el suceso de vivir desde el observatorio de la agon¨ªa de un hombre que espera de un momento a otro la muerte y quiere ser consciente de su llegada y percibir su ¨²ltimo esfuerzo de resistencia a ella, ese apret¨®n de dientes final que preludia la oscuridad absoluta y, dicen, hace perder de golpe al agonizante 21 gramos, el peso de un colibr¨ª. Y en la tr¨¢gica tensi¨®n de ese tramo de espera final, el agonizante -que Sean Penn interpreta con la potencia de la calma de la dinamita en el borde del estallido- enlaza con la suya otras agon¨ªas.
En un empleo inteligent¨ªsimo del contrapunto, el gui¨®n de 21 gramos nos conduce a la tela de ara?a de otra forma de agon¨ªa, ¨¦sta llena de vida. Es la mujer que interpreta, con genial intensidad, Naomi Watts: su escena de rechazo violento a Sean Penn y, m¨¢s tarde, su momento de amor con ¨¦l, son golpes de imagen turbadores, zarpazos de fiera cinematogr¨¢fica. Es mujer consciente de que la vida se le ha detenido, y no continuar¨¢, en el momento en que el hijo muere. Y, en nuevo contrapunto, junto al hilo de ¨¦sta, nos envuelve una tercera agon¨ªa, la de la figura, aterradora y situada a medio camino entre el crimen y la santidad, de Benicio del Toro, actor que se crece ante la dificultad y borda aqu¨ª con hilos de ternura y de negrura el dibujo de la muerte social y mental de un hombre desquiciado que intenta mantener la rectitud moral en la miseria.
Son Sean Penn, Naomi Watts y Benicio del Toro tres perfiles graves, hondos y exactos, dibujados a punta de navaja, gente herida que se mueve en ritmos interiores febriles y en cuyos cruces y choques rec¨ªprocos surge la apasionante sencillez de la genialidad. I?¨¢rritu, en un derroche de finura, transforma el agolpado magma del alma de estas gentes, su aterrador caos ¨ªntimo, en geometr¨ªa, en configuraci¨®n. Y de ah¨ª, de la solidez de la construcci¨®n de 21 gramos, procede el soplo consolador que brota del pesimismo de sus im¨¢genes, pues brota de ellas un zumo moral, su condici¨®n de bistur¨ª, su energ¨ªa introspectiva, su delicadeza para conmover y su empuje para mover en los intransitables caminos del dolor y el infortunio, que son, y 21 gramos vuelve a desvelar este secreto a voces, la carne viva donde se debaten las cuestiones mayores, las m¨¢s comunes y sencillas, de la existencia.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.