?D¨®nde est¨¢ la disculpa?
George Bush prometi¨® devolver el honor y la integridad a la Casa Blanca. En lugar de eso, se deshizo de la responsabilidad. Ciertamente, hasta los partidarios de la guerra en Irak deben sentirse consternados por la reacci¨®n del Gobierno ante las recientes declaraciones de David Kay. Seg¨²n admite ¨¦ste ahora, Irak no ten¨ªa armas de destrucci¨®n masiva y ni siquiera programas activos para fabricarlas. Esos inspectores de Naciones Unidas tan ridiculizados ten¨ªan raz¨®n. Pero Hans Blix parece haber ca¨ªdo por el agujero de la memoria. El martes, Bush declar¨® que la guerra estaba justificada. ?Y d¨®nde est¨¢n las disculpas? ?D¨®nde est¨¢n las dimisiones? ?D¨®nde est¨¢ la investigaci¨®n de esta hecatombe de los servicios secretos? Lo que tenemos son fanfarronadas de Dick Cheney, palabras evasivas de Bush sobre las actividades y el programa relacionados con las armas de destrucci¨®n masiva, y un decidido esfuerzo por evitar una investigaci¨®n independiente.
Es cierto que Kay sigue afirmando que fue un fallo puramente de los servicios secretos. No me lo creo: la Fundaci¨®n Carnegie para la Paz Internacional ha publicado un informe condenatorio sobre c¨®mo se exager¨® la amenaza de Irak, y algunos ex funcionarios han advertido del uso pol¨ªtico que se hizo de la informaci¨®n secreta en el per¨ªodo previo a la guerra. En cualquier caso, lo importante es que se cometi¨® un grave error, que la credibilidad estadounidense ha quedado enormemente da?ada, y que nadie ha tenido que rendir cuentas. Pero ese es el procedimiento habitual. Que yo sepa, ninguno de los miembros del Gobierno de Bush ha pagado un precio por estar equivocado. En cambio, a la gente se la castiga por decir verdades inc¨®modas. Y los altos cargos han tratado sistem¨¢ticamente de excluir, debilitar o intimidar a cualquiera que pudiera intentar comprobar su rendimiento.
Veamos tres ejemplos. El primero es el asunto Valerie Plame. Cuando alguien del Gobierno revel¨® que Plame era una agente encubierta de la CIA, uno de los prop¨®sitos probables era intimidar a los profesionales de los servicios secretos. Y salga lo que salga de la investigaci¨®n llevada a cabo por el Departamento de Justicia, la Casa Blanca no ha mostrado inter¨¦s alguno por descubrir al culpable. Despu¨¦s est¨¢n las evasivas sobre el 11-S. Al principio, pasando por alto todos los precedentes hist¨®ricos, el Gobierno intent¨® evitar cualquier investigaci¨®n independiente. Despu¨¦s intent¨® nombrar a Henry Kissinger, nada menos, como jefe de la comisi¨®n de investigaci¨®n. Luego obstruy¨® a la comisi¨®n, neg¨¢ndole acceso a documentos y testimonios. Ahora, gracias a todos los retrasos e impedimentos, el jefe de la comisi¨®n de investigaci¨®n afirma que no puede entregar su informe en la fecha l¨ªmite acordada, el 11 de mayo; y el Gobierno est¨¢ intentando impedir que se ampl¨ªe el plazo.
Por ¨²ltimo, una noticia importante que en buena parte ha pasado desapercibida: el esfuerzo por impedir una supervisi¨®n del gasto en Irak. Normalmente, los organismos del Gobierno tienen inspectores independientes, con amplios poderes para investigar los gastos cuestionables. Pero la nueva oficina de inspecci¨®n general en Irak act¨²a bajo normas que limitan ampliamente sus competencias y su independencia. Y la independencia de la oficina de inspecci¨®n general del Pent¨¢gono est¨¢ tambi¨¦n en tela de juicio. As¨ª que, cuando los defensores de Bush exigen que se presenten pruebas fehacientes de especulaci¨®n en Irak, tienen en cuenta que el Gobierno ha limitado las competencias y la independencia de las instituciones que podr¨ªan haber aportado dichas pruebas. Hay muchos m¨¢s ejemplos. Esta gente lo politiza todo, desde la planificaci¨®n militar hasta las evaluaciones cient¨ªficas. Si eres de los suyos, no recibes ninguna sanci¨®n por hacer las cosas mal. Si no les dices lo que quieren o¨ªr, eres un enemigo, y el tener raz¨®n no te sirve de excusa. Aun as¨ª, el gran problema no es Bush; es Ilo que le est¨¢ ocurriendo a EE UU. A otros presidentes les habr¨ªa gustado meterse con la CIA, poner trabas a investigaciones y conceder a sus amigos enormes contratos sin supervisi¨®n. Pero sab¨ªan que no pod¨ªan. ?Qu¨¦ ha ido mal en nuestro pa¨ªs para que se permita a este presidente salirse con la suya en cosas as¨ª?
? 2004, The New York Times Service.
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