La confusi¨®n del PSOE
Hace meses que muchos catalanes insistimos en que uno de los mayores frenos para una normalidad pol¨ªtica basada en los ideales de la izquierda y en las exigencias de la identidad nacional est¨¢ en la excesiva dependencia del PSC del dominio centralista del PSOE. Sin negar una fraternalizaci¨®n tendencial, el PSC podr¨ªa reconocer sus diferencias y proclamarlas abiertamente con la reclamaci¨®n de un grupo propio en el Congreso de los Diputados y con el repudio de algunas leyes y algunos pactos que est¨¢n en contra de su aut¨¦ntica manera de pensar -sincera aunque a veces maquillada- y que cercenan su credibilidad en Catalu?a. En estas mismas p¨¢ginas hemos denunciado a menudo las sucesivas ocasiones en las que esa separaci¨®n era justificada, atendiendo las razones inmediatas y contemplando al mismo tiempo los problemas que de ellas se han derivado, cada vez m¨¢s complejos y siempre m¨¢s comprometedores. Si hace cuatro a?os se hubiese logrado esta separaci¨®n, la reciente crisis de Gobierno -la llamada crisis Carod- se hubiera resuelto mucho mejor. Pero no se trata ahora de discutir si la soluci¨®n adoptada es mejor o peor que otras alternativas, sino de reconocer que el itinerario de las decisiones no ha sido ni aleccionador ni gratificante, sobre todo porque se ha interpretado como una nueva genuflexi¨®n del PSC ante las exigencias electoralistas del PSOE.
El presidente de la Generalitat ha sido tan h¨¢bil como le ha sido posible y, sobre todo, claramente honesto y fiel en las intenciones racionales y en los gestos sentimentales que se adivinan en el fondo de sus decisiones. Pero los ciudadanos han entendido en primera instancia que eran consecuencia de las ¨®rdenes tajantes -e impertinentes- de Zapatero, que ha preferido sacrificar o mutilar el civilizado intento de una pol¨ªtica catalanista de izquierdas para conseguir los votos de los reductos m¨¢s reaccionarios -y menos socialistas, si creemos que, efectivamente, el PSOE apoya la pluralidad nacional- de esa Espa?a profunda y anticuada pero, por lo visto, incombustible, unos reductos que han sido manipulados por todos los medios de comunicaci¨®n al servicio del PP con un anticatalanismo irracional, apoyado en el desconocimiento agresivo de la realidad, como se pudo ver el pasado domingo en el documental de TV-3, que explicaba el triste panorama de "Catalunya en boca d'Espanya", una boca que vomita insultos o, por lo menos, incomprensiones.
Si el PSOE cree que va a motivar a esos sectores con una pol¨ªtica espesa y err¨¢tica, seguramente se equivoca. Mientras siga a la cola de las iniciativas del PP -pactos antiterroristas que son antinacionalistas, leyes y restricciones partidistas, limitaciones auton¨®micas, etc¨¦tera-, mientras no ofrezca una alternativa realmente progresista, mientras no plantee unas ofertas que modifiquen de ra¨ªz aquel conservadurismo a ultranza, esos reductos no comprender¨¢n ni siquiera la raz¨®n de la existencia de un partido que se supon¨ªa dispuesto a un cambio real, un cambio que tendr¨ªa que ser aceptado -y reclamado- como el ¨²nico camino para la mejora social, cultural y econ¨®mica de esos mismos reductos. Siguiendo las huellas del PP -s¨®lo con ligeros matices, algunos de ellos seguramente importantes pero no decisivos-, no alcanzar¨¢ esos votos que intenta conquistar. Si no comunica la exigencia de libertad, igualdad y pluralidad nacional dentro de la complejidad revolucionaria del ideario socialista en contra de los dogmas del PP, seguir¨¢ perdiendo la partida y no recuperar¨¢ el entusiasmo de aquellos a?os en los que la izquierda represent¨® para la mayor¨ªa de ciudadanos la v¨ªa del progreso.
Y si el PSOE adoptase esa v¨ªa -la que le corresponde por sus siglas y por su historia- quiz¨¢ no habr¨ªa que reclamar tan insistentemente la autonom¨ªa del PSC y, en consecuencia, el tripartito catal¨¢n se ver¨ªa firmemente apoyado sin tener que luchar a dos -o tres- bandas. Son muchos los que han comprendido que en esta crisis todos los partidos han actuado de acuerdo con lo que se esperaba de sus programas o de su pr¨¢ctica pol¨ªtica habitual, apoyando o torpedeando, dudando, negando o afirmando. Pero el PSOE ha sido el ¨²nico que ha perdido el norte sin defender claramente ninguna idea de Estado y el que ha demostrado la distancia entre lo que es y lo que tendr¨ªa que representar. Si sigue as¨ª, las diversas crisis se suceder¨¢n y los pr¨®ximos votantes s¨®lo encontrar¨¢n estabilidad en la mayor¨ªa de un partido que la ofrece a cambio de mutilar la democracia.
Pero no hay que perder la paciencia ni exagerar el pesimismo. Las ¨²ltimas noticias permiten esperar que ser¨¢ el PSOE el que se separar¨¢ del PSC, si nos tomamos en serio las ofertas de Bono -honesta y sabiamente repudiadas por Corbacho- para presentarse a las elecciones como una resurrecci¨®n del lerrouxismo enfrente del socialismo catal¨¢n y catalanista. Pero, por encima de los problemas ya insolubles entre el PSOE y el PSC, y a pesar de las dificultades, el tripartito se est¨¢ afianzando y mantendr¨¢ la aprobaci¨®n popular. Los tres, bajo la autoridad -y la discreci¨®n pol¨ªtica- del presidente han sabido superar la situaci¨®n y van a afrontar con el ¨¦xito que les corresponde la pr¨®xima contienda electoral, ocupando los puestos que sus detractores -de ambos lados- tengan que abandonar por confusos e irresolutos.
Oriol Bohigas es arquitecto.
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