'Flashbacks'
Con sus reflexiones sobre la "revoluci¨®n sexual" y su influencia sobre los malos tratos a las mujeres, y el traslado directo de su doctrina sobre la sexualidad a las escuelas, los obispos espa?oles vuelven a introducirse en el espacio p¨²blico espa?ol. Un espacio ya de por s¨ª cargado de temas y llevado a una tensi¨®n casi insoportable despu¨¦s del caso Carod y de la habitual pugna preelectoral. Por si tuvi¨¦ramos poco con los conflictos entre e intra partidos, la rehabilitaci¨®n del debate sobre Espa?a y la anti-Espa?a y la ret¨®rica de vuelta al 36, ya s¨®lo nos faltaba el ruido de sotanas para remover todos nuestros fantasmas familiares. Un fr¨ªo observador exterior lo tendr¨ªa f¨¢cil para concluir que estos espa?oles no aprenden de sus conflictos hist¨®ricos. Y quienes participamos de esta jaula de grillos volvemos a envidiar, como dir¨ªa el profesor Murillo Ferrol, a esos hispanistas ingleses capaces de asombrarse y deleitarse de las peculiaridades ib¨¦ricas sin tener que pagar el precio de padecerlas directamente.
Lo verdaderamente envidiable, sin embargo, son esos pa¨ªses en los que los gobernantes asumen sus responsabilidades ante la ciudadan¨ªa y se ven impelidos a dar buena cuenta de sus actuaciones. Despu¨¦s de habernos metido en una guerra por motivos que ahora se han mostrado inexistentes, el presidente Aznar no s¨®lo no se da por aludido, sino que se vanagloria de su actuaci¨®n ante el Congreso estadounidense. Con ello nos recuerda impl¨ªcitamente nuestra minor¨ªa de edad y el reconocimiento de que el perfil de "gran estadista" se adquiere a los ojos de los otros, no de los propios ciudadanos.
No menos envidiables son todos aquellos sistemas democr¨¢ticos en los que, con mayor o menor apasionamiento, puede procederse a una discusi¨®n racional y serena sobre los programas de los partidos pol¨ªticos en liza en vez de volver continuamente a la gran cuesti¨®n, de indudables tintes metaf¨ªsicos, sobre el qui¨¦nes somos. Y no s¨®lo porque el permanente debate sobre las identidades oscurezca los aut¨¦nticos problemas de la vida cotidiana. Tambi¨¦n porque no se presta con facilidad a los t¨¦rminos de un sensato intercambio racional. Esto ha quedado meridianamente claro en todas las escaramuzas dial¨¦cticas habidas hasta ahora sobre la cuesti¨®n de la Espa?a plural y sobre cu¨¢les hayan de ser sus rasgos b¨¢sicos.
El caso Carod ha vuelto a poner de manifiesto la inmensa capacidad que tienen estas cuestiones para revolver los sentimientos y las pasiones m¨¢s profundas. Pero, quiz¨¢ por eso mismo, ha contribuido a subrayar la facilidad con la que se puede caer en una gesti¨®n de las mismas puramente populista. Es imperativo, pues, abordarlas desde la frialdad de la inteligencia y con los ojos puestos en el futuro m¨¢s que en el pasado. No fueron acertadas en este sentido las declaraciones de Maragall a la Cadena SER, reivindicando antecedentes hist¨®ricos que no se ajustan al inmenso cambio socio-econ¨®mico acontecido en este pa¨ªs a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XX. Y, sobre todo, reafirmando machaconamente la naturaleza separada del PSC respecto del PSOE. Es cierto que con ello responde al punto central de la cr¨ªtica nacionalista a su partido y que no dej¨® de tender puentes para tejer un mayor entendimiento con el liderazgo del PSOE. Pero el tono general daba a entender una visi¨®n de la autonom¨ªa propia que, precisamente, casa mal con el objetivo de la Espa?a plural.
Establecer el ideal de la Espa?a plural equivale a buscar un nuevo acomodo a las demandas de la "unidad en la pluralidad", a repensar y reajustar el dif¨ªcil equilibrio entre lo que es com¨²n y lo que es particular, entre autonom¨ªa y cooperaci¨®n. Maragall sabe mejor que nadie que hoy esto ha de hacerse a trav¨¦s de una red cooperativa en la que la vertebraci¨®n del Estado pasa necesariamente por la presencia de partidos de ¨¢mbito estatal, aunque algunos de estos gocen de un alto nivel de autonom¨ªa en determinadas comunidades, como es el caso del PSC. Sin ese v¨ªnculo necesario, la pluralidad se quedar¨ªa sin cobertura integradora. Y la unidad sin el enriquecimiento de lo diferente.
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