Schr?der se rinde
El canciller alem¨¢n, Gerhard Schr?der, se vio ayer obligado a renunciar a la presidencia del Partido Socialdem¨®crata (SPD). La conferencia de prensa que convoc¨® por sorpresa junto a Franz M¨¹ntefering, hombre fuerte del aparato y a quien apunt¨® como sucesor, tuvo que ser un calvario personal porque a nadie se le oculta la humillaci¨®n y desautorizaci¨®n que supone. Pero es tambi¨¦n la constataci¨®n oficial de que el Partido Socialdem¨®crata (SPD) pasa por la crisis m¨¢s aguda desde la fundaci¨®n de la Rep¨²blica Federal de Alemania.
La m¨¢s trivial de las explicaciones del ins¨®lito acontecimiento de ayer est¨¢ en el hecho de que el SPD ha perdido en dos a?os decenas de miles de militantes, en que agrupaciones enteras se rebelan contra la l¨ªnea del partido y en que los sondeos comienzan a discutir al SPD la categor¨ªa de partido de masas que ha tenido desde hace m¨¢s de un siglo. Con el 23% de los votos que hoy le otorgan los sondeos, parece un partido sin posible vocaci¨®n de mayor¨ªa.
Schr?der explic¨® ayer que, de com¨²n acuerdo con M¨¹ntefering, ha decidido que sea ¨¦ste quien asuma la labor de convencer a su propio partido de la necesidad de asumir las reformas fiscales, econ¨®micas y laborales de la llamada Agenda 2010. Con ello reconoc¨ªa impl¨ªcitamente su incapacidad para contener la rebeli¨®n que se ha producido en el aparato contra dichas reformas liberalizadoras. M¨¹ntefering, con su pasado de funcionario obrerista en el partido, tendr¨¢ m¨¢s capacidad y autoridad para transmitir a las bases la necesidad de los cambios para mantener a Alemania en unas cotas de bienestar, justicia social y solidaridad a las que la poblaci¨®n est¨¢ acostumbrada. Eso, al menos, dicen creer tanto ¨¦l como el canciller.
La direcci¨®n socialista ha llegado a la conclusi¨®n de que gran parte de su base no conf¨ªa en Schr?der ni en unos planes de reforma que consideran antisociales. El canciller, que siempre se neg¨® a romper con la unidad de cargos de jefe de Gobierno y presidente del SPD, ha tenido que rendirse y revelar que lo hace con desagrado. La rebeli¨®n de "barones", cargos municipales, de los l?nder y de la rep¨²blica, que se sienten amenazados por el vertiginoso deterioro de sus expectativas pol¨ªticas, se lo han impuesto. Tiene raz¨®n Schr?der -y coincide M¨¹ntefering- en que Alemania tiene que asumir las reformas del anquilosado sistema regulatorio para mantener las cotas de bienestar que nadie quiere abandonar. Convencer de ello al partido es ya tarea del segundo, porque el canciller carece, reconocidamente, de credibilidad en su seno. Si no puede convencer a los suyos, es muy cuestionable que Schr?der pueda imponer las reformas a una sociedad que cada d¨ªa parece creer menos en ¨¦l. La oposici¨®n de CDU y CSU estaba ayer en plena euforia anunciando el principio del fin de Schr?der. Visto lo visto, no les faltan motivos.
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