La pedrada del rufi¨¢n
LA DECLARACI?N REALIZADA el pasado 28 de enero ante el Comit¨¦ de Inteligencia del Senado de Estados Unidos por David Kay-jefe del cuerpo de inspectores que ha buscado durante m¨¢s de seis meses los supuestos arsenales de armas de destrucci¨®n masiva de Sadam Husein- ha puesto fin a la farsa iniciada el 17 de marzo de 2003 por el terceto de las Azores -Bush, Blair y Aznar- para justificar la guerra contra Irak. Seg¨²n el testimonio de ese alto funcionario, a salvo de toda sospecha de deslealtad a la Administraci¨®n republicana o de incompetencia en sus tareas, el trabajo exploratorio de ese nutrido grupo de expertos no ha encontrado rastro de los letales artefactos. De forma fingida o sincera, David Kay culpa de la fabricaci¨®n del espejismo a los servicios de espionaje, que habr¨ªan suministraron informaciones equivocadas a unos inocentes gobernantes s¨®lo guiados por la buena fe. Conscientes tal vez de que la opini¨®n p¨²blica estadounidense y brit¨¢nica no podr¨ªan tragarse ese crudo enga?o sin una preparaci¨®n culinaria previa, Bush y Blair han anunciado -algo es algo- la creaci¨®n de comisiones de investigaci¨®n ad hoc para averiguar tanto las causas de los errores cometidos por sus servicios de espionaje como los motivos de la prodigiosa alucinaci¨®n colectiva sufrida por los destinatarios de esos intoxicadores informes.
Tras haber garantizado con su palabra la existencia de armas de destrucci¨®n masiva en Irak a disposici¨®n del terrorismo internacional, Aznar descarga sus responsabilidades sobre Naciones Unidas
La inveros¨ªmil tesis de que nadie hab¨ªa impugnado nunca de buena fe en ning¨²n lugar del planeta -salvo los agentes y compa?eros de viaje del dictador- la existencia de armas de destrucci¨®n masiva en poder de Sadam Husein y a disposici¨®n de las ubicuas redes del terrorismo internacional ha sido hecho suya de inmediato por los portavoces oficiales y medi¨¢ticos del Gobierno del PP en un alarde de completo desprecio hacia la verdad (y las hemerotecas). Aznar todav¨ªa va m¨¢s all¨¢ en la negaci¨®n de las evidencias: sus informaciones no habr¨ªan procedido de los servicios de inteligencia (propios o de sus aliados), sino de los documentos y las resoluciones de Naciones Unidas. La falsificaci¨®n de la historia es tan gruesa como tosca: si la mayor¨ªa del Consejo de Seguridad se resisti¨® a endosar la irresponsable pol¨ªtica aventurera del terceto de las Azores, la raz¨®n fue precisamente que los inspectores no hab¨ªan encontrado tales arsenales y solicitaban m¨¢s tiempo para buscarlos. Y el 13 de febrero de 2003, Aznar se dirigi¨® a la audiencia de Antena 3 con el tonillo estomagante de los enterados que lo saben todo de buena fuente gracias a sus privilegiados contactos: "Pueden estar seguras todas las personas que nos ven: el r¨¦gimen iraqu¨ª tiene armas de destrucci¨®n, tiene v¨ªnculos con los terroristas".
Las noticias sobre la declaraci¨®n de David Kay ante la Comisi¨®n de Inteligencia del Senado llegaron justo a tiempo de librar a Aznar de una hist¨®rica metedura de pata. El discurso del mi¨¦rcoles en el Capitolio -un encadenamiento de fervorines sobre la amistad hispano-americana recitado ante una cincuentena de congresistas y una amistosa claque de invitados- orill¨® la referencia a los arsenales secretos de Sadam Husein puestos a disposici¨®n del terrorismo internacional, pese a que fue la justificaci¨®n para la invasi¨®n de Irak. Las comisiones de investigaci¨®n sobre las armas de destrucci¨®n anunciadas por el presidente de Estados Unidos y el premier brit¨¢nico tambi¨¦n dejan al tercer hombre de la cumbre de las Azores en una apurada situaci¨®n: su discurso en el Capitolio americano har¨ªa a¨²n m¨¢s ofensivo un posterior silencio ante los representantes de la soberan¨ªa espa?ola. Resultar¨ªa escandaloso que Aznar no compareciese antes de abandonar la escena pol¨ªtica en sede parlamentaria -el marco constitucionalmente previsto es la Diputaci¨®n Permanente del Congreso- para rendir cuentas sobre los falsos pretextos dados por su Gobierno en v¨ªsperas de la guerra de Irak; la r¨¢pida reacci¨®n de Bush y Blair tras la declaraci¨®n de David Kay le dejar¨ªa en la situaci¨®n del rufi¨¢n que arroja la piedra y esconde la mano. Y la falta de coraje del presidente del Gobierno para asumir sus responsabilidades no salpicar¨ªa s¨®lo a los militantes y simpatizantes del PP, sino tambi¨¦n a la Espa?a democr¨¢tica a la que ha representado en el exterior durante ocho a?os.
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