El enga?o
Primero se decidi¨® la guerra de Irak y despu¨¦s se buscaron los argumentos para justificarla. Esta inversi¨®n del orden l¨®gico de las cosas es la causa de la crisis de credibilidad que el tr¨ªo de las Azores afronta al constatarse que no hab¨ªa armas de destrucci¨®n masiva en Irak. Los servicios de inteligencia trabajaron bajo una enorme presi¨®n de sus Gobiernos, que necesitaban argumentos para convencer a los ciudadanos de la necesidad de la operaci¨®n b¨¦lica dise?ada. Y como los datos de estos servicios no eran claros, los l¨ªderes pol¨ªticos se ocuparon de cargar las tintas en sus arengas. En democracia, el enga?o es un juego peligroso. Bush y Blair est¨¢n pagando ahora sus excesos.
Pero el tercero en el escalaf¨®n de las Azores, el actor de reparto Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, no se da por aludido. Debatir sobre la existencia o no de estas armas en el Irak de Sadam "ser¨ªa una grave irresponsabilidad", ha dicho en Washington. Bush y Blair, a rega?adientes, han tenido que hacerlo; Aznar se niega. Y es que EE UU y el Reino Unido son dos viejas democracias y all¨ª hay que pagar un precio por la mentira. En cambio, la derecha espa?ola cree que, imponiendo su rodillo parlamentario y su control de medios de comunicaci¨®n, puede salir impune.
Aznar tuvo informes del CNI, el servicio de inteligencia espa?ol, que advert¨ªan de que no exist¨ªan pruebas concluyentes de que Sadam tuviera v¨ªnculos con Al Qaeda ni dispusiera de armas de destrucci¨®n masiva operativas. Pero ¨¦l se gui¨® por las consignas que le llegaban de Washington. Lo cual agrava su responsabilidad: es inaceptable que un gobernante act¨²e en funci¨®n de intereses, ideas y supuestos datos extranjeros, no contrastados por sus propios servicios. En las hemerotecas hay discursos de Aznar que repet¨ªan frases de Bush, Powell o Blair. La investigaci¨®n que pide la oposici¨®n deber¨ªa extenderse tanto a los informes del espionaje espa?ol como a la correspondencia entre Washington, Londres y Madrid.
Manipulado por sus socios anglosajones, sediento de protagonismo y a pesar de las informaciones del CNI, Aznar dijo en m¨¢s de una ocasi¨®n expl¨ªcitamente -y en muchas impl¨ªcitamente- que Sadam pose¨ªa armas de destrucci¨®n masiva y que ¨¦stas eran una amenaza directa e inminente para el mundo, e incluso para Espa?a. A esa falsedad el PP le a?ade ahora otra. Las consignas difundidas por la direcci¨®n del PP a sus militantes para la campa?a electoral niegan que Aznar afirmara que hab¨ªa armas de destrucci¨®n masiva en Irak. Es cierto que al preparar los discursos del presidente se busc¨® calculadamente una cierta ambig¨¹edad en el lenguaje, que permitiera despu¨¦s decir que no dijo lo que hab¨ªa dicho. Pero a pesar de ello hubo momentos en los que Aznar no fue nada ambiguo. "Todos sabemos, se?or¨ªas, que Sadam Husein tiene armas de destrucci¨®n masiva", afirm¨® en el Congreso el 5 de febrero. Y en televisi¨®n apel¨® a los espa?oles para que creyeran en su palabra.
Aznar quiso confundir a los espa?oles a sabiendas. Y lo hizo para intentar darle la vuelta a una opini¨®n p¨²blica que estaba contra la guerra. Eso es muy grave. Y no fue s¨®lo Aznar, fue todo el Gobierno, incluido Mariano Rajoy, que baj¨® a la arena siempre que fue necesario echar un capote al jefe. Tambi¨¦n Ana Palacio, que orden¨® a los embajadores espa?oles que afirmaran con rotundidad que Sadam ten¨ªa v¨ªnculos con Al Qaeda y armas de destrucci¨®n masiva que ofrecer a grupos terroristas. Ni los v¨ªnculos ni las armas han aparecido.
Aunque los diputados del PP lo celebraran como si de un partido de f¨²tbol se tratara, la guerra es la decisi¨®n m¨¢s dif¨ªcil para un gobernante responsable. Y no puede basarse en falsedades como el supuesto arsenal de Sadam, ni en declaraciones abstractas sobre la lucha contra "el terrorismo" -Irak, por cierto, sufre desde esta guerra lanzada por bomberos pir¨®manos continuos atentados terroristas, en los que han muerto cientos de personas, incluidos 11 militares y agentes espa?oles-, ni en fomentar la codicia sobre un futuro trozo del pastel de la reconstrucci¨®n; un pastel, por lo dem¨¢s, que Estados Unidos est¨¢ repartiendo a su antojo, de forma que Espa?a ha quedado fuera del gran contrato para equipar al Ej¨¦rcito iraqu¨ª.
Cuando una decisi¨®n que conlleva la muerte de muchas personas se argumenta con el enga?o hay que asumir las responsabilidades. El Gobierno no puede negar este debate, y no puede usar como coartada para evitarlo el que Aznar se vaya. Las responsabilidades son compartidas por Aznar, por Rajoy y por el PP entero. Tienen que justificar por qu¨¦ y con qu¨¦ datos metieron a Espa?a en esta guerra. El no hacerlo evidencia un desprecio autocr¨¢tico hacia los ciudadanos.
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