Ruedas de prensa sin preguntas
?Qu¨¦ pinta un periodista en una "rueda de prensa" en la que no puede preguntar? La interrogaci¨®n se la hacen cada d¨ªa m¨¢s periodistas, al menos los de este peri¨®dico -y as¨ª se lo han hecho llegar a esta Defensora- cuando tras ser convocados a una conferencia de prensa se encuentran con la lectura de un comunicado, seguido de un inapelable "no hay preguntas" del protagonista de turno.
Hasta no hace mucho era s¨®lo el jefe del Gobierno, y en ocasiones contadas, el que se permit¨ªa utilizar la f¨®rmula de "declaraci¨®n institucional", pero la modalidad ha ido ganando terreno, sin duda ante la ocasi¨®n so?ada por muchos pol¨ªticos de matar dos p¨¢jaros de un tiro: difundir ampliamente un mensaje hecho a pleno gusto del comunicante, y quitarse de encima a los periodistas, esos molestos se?ores y se?oras que, a veces, tienen la man¨ªa de preguntar cosas inc¨®modas. No hay preguntas. As¨ª de sencillo. Y los periodistas, convertidos en frustrados convidados de piedra, se tienen que contentar con coger el comunicado -que antes llegaba por fax a las redacciones- e intentar, como es su obligaci¨®n, conseguir la informaci¨®n negada por otros derroteros.
Pero ?por qu¨¦ los periodistas tienen que aceptar ser comparsas en falsas ruedas de prensa, que luego aparecen como genuinas en todas las televisiones, dando visos de veracidad a lo que en realidad es un fraude informativo? ?Es suficiente con aclarar luego a los lectores que no se permiti¨® preguntar? ?No se resiente claramente la informaci¨®n?
Nadie discute que, en casos excepcionales y solemnes, esta modalidad de comparecencia puede tener l¨®gica. Pero la moda ha ido tomando cuerpo y extendi¨¦ndose hasta extremos que rozan el abuso o el rid¨ªculo. Abuso, porque -al margen de que no siempre se explica al hacer la convocatoria que es bajo estas condiciones- supone una alteraci¨®n unilateral de las reglas del juego informativo, y una falta de respeto al equilibrio que exige la libertad de expresi¨®n en las relaciones entre el poder -y sus aspirantes- y los medios de comunicaci¨®n. Al asegurarse la difusi¨®n del mensaje que interesa, sin riesgos de contrapartida alguna, lo que se garantiza es propaganda, no informaci¨®n. Y rid¨ªculo, porque la mayor parte de las veces no pueden considerarse "declaraciones institucionales", ni por qui¨¦n las hace, ni por el contenido de las mismas.
Aficionados
Los ¨²ltimos casos son muy recientes: ?lvarez Cascos aparec¨ªa, hace dos semanas, en una "comparecencia institucional" para comunicar que se retiraba de la pol¨ªtica y pedir un respeto para su vida privada. Por supuesto, "sin preguntas". Lo mismo hizo Carod Rovira cuando el pasado 27 de enero admiti¨® p¨²blicamente sus contactos con ETA; y Rajoy -despu¨¦s de que su partido convocara una rueda de prensa para presentar su p¨¢gina web en la campa?a electoral- cuando ley¨® una "declaraci¨®n institucional" sobre las conversaciones Carod Rovira-ETA. Igual que Rodr¨ªguez Zapatero -muy aficionado ¨²ltimamente a esta f¨®rmula- cuando hace unos d¨ªas present¨®, iron¨ªas de la vida, al equipo de sabios que iba a dise?ar un nuevo modelo m¨¢s democr¨¢tico de televisi¨®n p¨²blica... (Por cierto, los periodistas all¨ª presentes le hicieron llegar una queja). Son s¨®lo algunos ejemplos.
El Pa¨ªs Vasco ha sufrido en los ¨²ltimos a?os una aut¨¦ntica plaga de ruedas de prensa sin preguntas o "comparecencias institucionales". Ibarretxe es un habitual de la f¨®rmula, pero Arzalluz y Otegi tambi¨¦n la han utilizado. Y en Catalu?a parece ganar terreno con Maragall, despu¨¦s del famoso precedente del "hoy no toca" inventado por el ex presidente Pujol, aplicado a preguntas molestas. No son los ¨²nicos. Arenas, Trillo, Ruiz-Gallard¨®n, Caldera, Ana Mato o Francesc Antich (secretario del PSOE balear) son algunos nombres a sumar.
Los nueve peri¨®dicos m¨¢s importantes de Alemania, entre ellos Frankfurter Allgemeine, Die Welt y S¨¹ddeutsche Zeitung, causaron un aut¨¦ntico revuelo, en diciembre pasado, cuando se plantaron y denunciaron un hecho period¨ªstico que alcanzaba extremos intolerables. Lo que era una pr¨¢ctica para garantizar la exactitud de las entrevistas, la revisi¨®n de los textos a publicar por sus entrevistados para puntualizar o corregir alg¨²n error -usual en muchos peri¨®dicos, incluido EL PA?S-, se hab¨ªa convertido de hecho en una censura. Los pol¨ªticos, sus asesores o gabinetes de prensa tachaban las preguntas molestas y sus respuestas, o simplemente se inventaban otras que nunca hab¨ªan figurado en las declaraciones, en ocasiones de sentido contrario a lo manifestado. Cuando no se admit¨ªan las "correcciones" los medios quedaban excluidos de las noticias de estos pol¨ªticos. Die Tageszeitung public¨® en portada una de las entrevistas prohibidas con todas las respuestas tachadas. Y los rotativos hablaron de "estafa a los lectores" y "periodismo de lacayos".
?Qu¨¦ est¨¢ pasando? Puede que todo esto no sea m¨¢s que un s¨ªntoma, uno m¨¢s y quiz¨¢ no el m¨¢s importante, del aumento por parte de los poderes p¨²blicos de la opacidad y trabas que sufren los medios de comunicaci¨®n para acceder a la informaci¨®n oficial, una informaci¨®n que los gobernantes utilizan como si fuera parte de su patrimonio y en beneficio de intereses personales o de partido.
Por si fuera poco, las presiones de todo tipo que reciben los medios de esos mismos poderes, son cada d¨ªa m¨¢s fuertes. No hace falta recordar el reciente caso de la televisi¨®n brit¨¢nica BBC, cabeza de turco del informe Hutton, y las "presiones sistem¨¢ticas", denunciadas por su ex director general Greg Dyke, del Gobierno de Tony Blair a la cadena p¨²blica durante la guerra de Irak.
Eso en el Reino Unido, y en un medio p¨²blico reconocido como el m¨¢s independiente del mundo. En Espa?a la comparaci¨®n simplemente da risa. Ser¨ªa un lujo hablar de "presiones", que, no seamos ilusos, ejercen todos los Gobiernos -y de las que los medios de comunicaci¨®n se defienden con mayor o menor fuerza, en una din¨¢mica tan vieja como el periodismo- cuando lo que existe es una utilizaci¨®n descaradamente partidista de los medios p¨²blicos.
Calidad de la democracia
En este sentido, Joaqu¨ªn Estefan¨ªa, director de la Escuela de Periodismo de EL PA?S, asegura que le preocupan mucho estas situaciones que, m¨¢s all¨¢ de la libertad de expresi¨®n de los periodistas, afectan a la calidad de la democracia. "Campa?as publicitarias de adhesi¨®n al partido del Gobierno, pr¨®ximas a unas elecciones; conferencias de prensa del Consejo de Ministros convertidas en agitprop del Ejecutivo y del partido que le apoya; ausencia de debates entre los contendientes a las elecciones que, en el mejor caso, ser¨¢n admitidos como una 'concesi¨®n' y no como un 'derecho' de los ciudadanos; conferencias de prensa en las que no se admiten repreguntas; y como colof¨®n de todo ello se ponen de moda las 'comparecencias' o 'declaraciones institucionales' de personas, partidos u otro tipo de instituciones en las que no se admite pregunta alguna".
"Todo ello", dice Estefan¨ªa, "forma parte de un mismo proceso para demediar el papel de los medios de comunicaci¨®n, como antes se ha hecho con otras instituciones. La reacci¨®n no debe venir de los periodistas que cubren estos actos, que deben seguir haci¨¦ndolo. La denuncia debe llegar de nuestras organizaciones corporativas (sindicatos de periodistas y asociaciones de la prensa) y de las empresas period¨ªsticas y sus direcciones, que deben denunciarlo editorialmente y son las que, en todo caso, deben indicar a sus periodistas qu¨¦ han de hacer en esos casos".
A esta Defensora le gusta recordar, una vez m¨¢s, que la esencia del periodismo es el derecho a informar a los lectores del modo m¨¢s veraz y objetivo posible. Y que el trabajo de los periodistas es preguntar, no crear ambiente ante las c¨¢maras.
El pol¨ªtico socialista y ex primer ministro de Italia Giuliano Amato dec¨ªa esta semana pasada, en una entrevista publicada en La Vanguardia, que "en la din¨¢mica diaria del poder, la informaci¨®n se sustituye por el eslogan y el argumento por la histeria". Malos tiempos para esta profesi¨®n.
Los lectores pueden escribir a la Defensora del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensora@elpais.es), o telefonearle al n¨²mero 91 337 78 36.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.