Bot¨¢nica
Al iniciarse la primavera el maestro program¨® una excursi¨®n por el monte para mostrar a sus alumnos las plantas y las flores silvestres que estaban brotando. El maestro quer¨ªa que conocieran sus nombres y tambi¨¦n sus virtudes, tanto venenosas como medicinales. La brisa de mistral hab¨ªa dejado la ma?ana bru?ida, con todos los perfiles de la naturaleza muy n¨ªtidos. En la ladera del valle el grupo escolar realiz¨® la primera parada ante un lirio azul, tambi¨¦n llamado flor de burro en otros lugares. El maestro abri¨® el libro de bot¨¢nica y ley¨® en voz alta que el lirio azul, seg¨²n la sabidur¨ªa popular, es una flor milagrosa cuyas ra¨ªces bien hervidas sirven para sanar la melancol¨ªa de los reyes y aligerar la sangre demasiado espesa de algunos mortales. Dicho esto, despu¨¦s de una breve observaci¨®n, los alumnos siguieron camino por una senda de cabras. El maestro se detuvo ahora ante un manrubio, una planta muy propicia contra las piedras de ves¨ªcula y que tambi¨¦n se usa para enramar las calles en las procesiones del Corpus. Luego se sucedieron a lo largo del sendero madro?os, sorollas, zarzas, lidones, servas, corazones de palmito y otros arbustos con sus frutos ¨¢speros y salvajes. Cada uno de estos ejemplares era descrito minuciosamente por el maestro con el libro abierto y los alumnos hab¨ªan anotado tambi¨¦n en sus cuadernos los nombres de otras hierbas olorosas, rabo de gato, salvia, or¨¦gano, orejas de rata, lengua de toro, menta y marialuisa. El maestro les propuso un caso pr¨¢ctico. Primero les ley¨® un fragmento de Homero donde se hablaba de las hojas de mirto con que se coronaba la cabeza de los h¨¦roes. El ejercicio consist¨ªa en que cada alumno se perdiera por el monte en busca de ese arbusto y ser¨ªa ganador quien primero lo encontrara. A la hora en que los perfumes agrestes eran m¨¢s intensos los escolares se fueron por distintos caminos y sus voces sonaban con tres ecos en el fondo del valle en medio de un silencio de abejas que sorb¨ªan el polen de los romeros. Bajo el sol de primavera, de pronto, se oy¨® un grito. El maestro supuso que el alumno m¨¢s aventajado hab¨ªa descubierto el ¨¢rbol de los dioses. Todos corrieron hacia ¨¦l hasta agruparse en torno a un mirto, a cuya sombra permanec¨ªa medio enterrado el cad¨¢ver de una muchacha, rodeado de t¨¢banos, colillas, latas de cocacola y algunas prendas ¨ªntimas ensangrentadas. El rostro de esa adolescente desaparecida estaba en todos los peri¨®dicos. Era una flor maravillosa que no ven¨ªa en ning¨²n libro de bot¨¢nica.
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