Quiero m¨¢s, Teo
No s¨¦ si saben que Teo ha remodelado su portal. No el de Bel¨¦n, el otro. Ha implementado su primer eslogan (recuerden: + y mejor), que ten¨ªa ese tufo incorregible a supermercado de barrio. Seguro que sus asesores le han dicho que mejor no, que matice. Pero sin andarse por las ramas. Y ahora va ella directamente al grano: ?Quieres m¨¢s? Eso anda diciendo la muy despendolada. Confieso que la primera vez que lo le¨ª me preocup¨¦. Ver¨¢s como se enteren los obispos. Con lo sensibles que est¨¢n esos sex¨®logos por Harvard con la cosa del amor libre, ver¨¢s la que se va a armar. (Bueno, armar, armar... ya me entienden).
R¨¢pido entonces acced¨ª al portal. (Esto ya s¨¦ que no empieza bien, pues en el portal, apenas se entraba, en el rinconcito de la derecha, era precisamente donde anta?o las parejas de hecho, quiero decir, del hecho consumado, hac¨ªan aquellas cosas. Y mucho antes de la revoluci¨®n sexual. Pero, en fin, adelante). Est¨¢bamos en que acced¨ª. De inmediato me recibieron amabil¨ªsimos. Azul cielo por doquier, melod¨ªas sinuosas, sonrisas. (La sonrisa de Teo, cr¨¦anme, en formato digital es inolvidable. Se lo digo por si todav¨ªa no han accedido, que se lo piensen). Una voz, de las de siempre sospechada, va y me dice: Elige qu¨¦ fondo es el que m¨¢s te gusta. Al pronto no s¨¦ a qu¨¦ se refiere. ?Fondo de inversiones? ?Gescartera? Qu¨¦ antiguo estoy, me recrimino. Caigo: se refiere a la paleta de un fichero zip comprimido, que hay que descomprimir. Pues descomprimo. Intento, por probar, un fondo en tonos rojos. Nada. Con el rosa purp¨²reo de la blusa de Teo es que no hay manera. Se matan. Esto sigue sin ir bien. Otra voz, envuelta en terciopelos, me insin¨²a: Accede a mi ¨¢rea de descarga: logos, melod¨ªas, etc¨¦tera... (literal, se lo juro). El etc¨¦tera me suspende el ¨¢nimo, entre excitado y perplejo. ?Ser¨¢ verdad lo que perciben mis pecadores sentidos? Tras un esfuerzo sublime, rectifico el hilo de mi atolondrado pensamiento: debo de ser yo quien ha de descargar algo. ?Pero el qu¨¦? No estoy seguro. Tiemblo en todo caso. Me digo: tranquilo, hombre, esto no puede ser lo que parece. Y contin¨²o, el paso casi et¨¦reo entre los chips de la galaxia popular. Pero estas cosas nunca menguan, sino que van in crescendo. Y llega lo peor, el gancho definitivo. En un recodo de la p¨¢gina, toda destellos, se me asegura: Este es el espacio web de Te¨®fila, en el que podr¨¢s tener un contacto real y directo (...) No sigo, no quiero leer m¨¢s. No quiero hacerme falsas ilusiones.
Teo, por favor, no me pongas en estos trances. Claro que quiero m¨¢s. Pero no s¨¦ a qu¨¦ te refieres, y lo que sospecho me aturde. Ingenuamente cre¨ª que me brindabas la ocasi¨®n de pedirte qu¨¦ s¨¦ yo, bobadas, dos mil quinientos millones, autopistas sin peaje, que me aclares lo de Fabra en Castell¨®n, lo de los ex¨¢menes filtrados a simpatizantes del PP en Huelva, o por qu¨¦ has destituido fulminantemente a ese hombre tuyo de la Zona Franca de C¨¢diz, d¨®nde est¨¢n esos tres millones, en fin, cosas corrientes. Pero no esto, por favor. ?Qu¨¦ van a pensar de nosotros los obispos?
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