El patr¨®n
Se prepara estos d¨ªas en Ja¨¦n un gran homenaje al director de cine Miguel Picazo, y en especial, a su La t¨ªa Tula. La t¨ªa Tula emociona hoy tanto o m¨¢s que cuando se estren¨®, en ella vemos c¨®mo era la vida de las mujeres durante el franquismo, las normas morales a las que deb¨ªan someterse, la frustraci¨®n de aquellas que no encontraban marido y la permanente amenaza del pecado. La t¨ªa Tula y Calle Mayor son ejemplos de c¨®mo una mujer estaba siempre condicionada por los hombres, que eran los que eleg¨ªan, y de c¨®mo las solteronas soportaban el sambenito de mujeres raras, de v¨ªrgenes sobre las que se pod¨ªa hacer bromas soeces, de vientres in¨²tiles, que no hab¨ªan engendrado hijos. Eso era lo que les correspond¨ªa a las solteronas. Luego estaban las casadas. Una vez o¨ª que una mujer no se casaba con su marido, sino con su patr¨®n. Las mujeres se casaban con su patr¨®n, y el patr¨®n pod¨ªa resultar generoso y comprensivo, pero tambi¨¦n ten¨ªa derecho a revelarse como arbitrario y col¨¦rico. Un marido era una loter¨ªa. Aquello de "casarse para toda la vida" era una expresi¨®n amenazante: para siempre, en lo bueno y en lo malo. Uno cree advertir con frecuencia en las ancianas, que vivieron esos a?os oscuros y que son testigos del gran cambio social que se ha producido, un sarcasmo indisimulado hacia sus maridos, como si en el fondo pensaran: "Y a este elemento tuve yo que obedecer durante tantos a?os...". Las mujeres no ten¨ªan condici¨®n de esclavas, pero de alguna forma lo eran. Pod¨ªan morir a manos de sus maridos pero exist¨ªa aquella eufem¨ªstica excusa legal de "cr¨ªmenes de honor". Hace muy poco que las mujeres nos hemos convertido en ciudadanas de pleno derecho y hay hombres que no est¨¢n dispuestos a tolerar esta realidad, que torturan y matan si es preciso para no perder privilegios. Hizo falta un cambio de r¨¦gimen para que los derechos de las mujeres fueran iguales a los de los hombres. Ahora, al margen del cumplimiento de las leyes, necesitamos cambiar mentalidades, desde la escuela, desde los movimientos vecinales, para frenar la rebeli¨®n de esos patrones que se resisten a ser destronados. La t¨ªa Tula no fue, visto el asunto con perspectiva, la m¨¢s desgraciada de las mujeres de aquella ¨¦poca.
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