El Bar?a en Dalilandia
?En qu¨¦ se parecen el Bar?a y Salvador Dal¨ª? En que los astros del club azulgrana estampan sus aut¨®grafos a una velocidad sideral que recuerda al ¨¢vido Dal¨ª firmando hojas en blanco. El r¨¦cord del pintor, con la ayuda de un colaborador que le pasaba las p¨¢ginas, qued¨® fijado en 1.800 por hora. Ronaldinho, Saviola y Puyol no superaron ayer en su visita daliniana a Figueres la marca sobrehumana del Divino, pero no le van a la zaga. El Bar?a que alardea de ser m¨¢s que un club se plant¨® ayer en el museo de quien, sin duda, fue m¨¢s que un pintor. Quiz¨¢ Joan Laporta buscaba en la visita que a sus jugadores se les pegara algo de la genialidad del primer "crack medi¨¢tico" de la historia. No obstante, seg¨²n dijo, el objeto de la visita era otro: "Aproximar el Bar?a a la gente". Nada m¨¢s f¨¢cil. S¨®lo bajar del autob¨²s, en la celeb¨¦rrima rambla figuerense, los jugadores debieron caminar hasta el Museo Dal¨ª sufriendo en su trayecto un calvario de apretujones, zarandeos, agarrones, zancadillas, abrazos, besos, collejas, peticiones de firmas y fotos. M¨¢s que estrechar lazos de concordia, el paseo parec¨ªa un mal¨¦volo adiestramiento de Rijkaard para que sus jugadores aprendan a salir airosos de los partidos broncos. El tumulto constat¨® que una parte de la hinchada ten¨ªa graves problemas con la identidad de los jugadores. Y eso que iban todos uniformados. S¨®lo as¨ª se explica que un fot¨®grafo -negro y con rastas- que persegu¨ªa a Ronaldinho fuera perseguido a su vez por una incombustible abuelita que quer¨ªa hacerle una foto para su nieto. La abuela no se daba por vencida y rogaba al fot¨®grafo, una y otra vez: "Es para mi nieto". El fot¨®grafo, sin tiempo para explicaciones en sus intentos de captar a Ronaldinho, hu¨ªa de la mujer para no ser el responsable de la desilusi¨®n de un peque?o cul¨¦. Surrealista, claro.
Dal¨ª parec¨ªa convencido de que tras el fulgor del ¨¦xito s¨®lo quedaba la r¨²brica. Los jugadores del Bar?a las despilfarraron en Figueres
Lo cierto es que la expedici¨®n azulgrana ten¨ªa todo el aire de una excursi¨®n escolar. Ronaldinho ejerc¨ªa de gamberrete simp¨¢tico. Cuando le presentaban a alguien, igual le daba que fuera el director de un museo o un forofo agresivo, dibujaba una sonrisa de oreja a oreja y obsequiaba a su interlocutor con su t¨ªpico gesto surfista -oscilando el pulgar y el me?ique-. Todo se le perdona, hasta que se burlara de las sufridas hordas period¨ªsticas que vieron vetada su entrada al templo daliniano. El veto no afect¨® al p¨²blico. "S¨®lo se cerr¨® para el Rey", aclararon los responsables del museo. Gracias a esa pol¨ªtica, el Museo Dal¨ª est¨¢ a punto de ganar al Museo del Bar?a en visitantes. Me pareci¨® observar en algunos jugadores la sombra de una decepci¨®n al no ser tratados como el resto de los grupos escolares. Seguro que hubieran preferido que les dibujaran unos divertidos bigotes enhiestos y empezaran explic¨¢ndoles que Dal¨ª era un amigo de Walt Disney que pintaba relojes blandos.
Hay quien piensa que la visita del Bar?a al museo Dal¨ª buscaba la mutua promoci¨®n, sacar m¨¢s jugo del centenario del genio, pero lo cierto es que nace de una supuesta ofensa surrealista que parece salida de Un chien andalou, la subversiva pel¨ªcula que Dal¨ª realiz¨® junto con Luis Bu?uel. Para celebrar la eliminaci¨®n del Bar?a de la Copa del Rey, dos directivos del Figueres dieron un paseo en un coche f¨²nebre. La macabra celebraci¨®n, divulgada por la prensa, sent¨® muy mal en el club que por entonces dirig¨ªa Joan Gaspart. Casi tan mal como que en 1993 el Bar?a B perdiera ante el Bilbao B en un partido en el que no le iba nada y esa derrota enviara al Figueres al pozo de la Segunda B. La visita daliniana y el partido de anoche eran un intento de enterrar algunas de esas viejas rencillas. Nada como un partido surrealista para limar asperezas.
En el Museo del Juguete s¨ª pudo entrar la prensa, cosa que permiti¨® constatar el acierto de los gestores del Dal¨ª al vetar a la canallesca. Jugadores y periodistas recorrieron las dependencias como una manada de elefantes. El intento de pasar un audiovisual se sald¨® en fracaso ante el colapso de la sala. El ¨²nico juguete que tuvieron tiempo de ver los jugadores -?maldita su suerte!- fue la pelota de cuero en la que debieron estampar su firma -?otra m¨¢s!- y que se expondr¨¢ en una vitrina. Tuvimos el tiempo justo de preguntarle a Saviola si es cierto que su perro se llama Dal¨ª. Asinti¨® y a?adi¨®, como para justificarse, que es de raza golden. No creo que Dal¨ª se ofendiera, sent¨ªa debilidad por el oro.
Tras la partida del autob¨²s barcelonista, despu¨¦s de una nueva carrera de obst¨¢culos, observo en una esquina a un grupo de quincea?eras que revisan concienzudamente un enorme mont¨®n de papeles. "Parece que pone Xavi", aventura una de ellas. Su compa?era responde: "No, no, la de Xavi es m¨¢s redonda y se lee muy bien". Me acerco a husmear y me explican, ante un aut¨¦ntico arsenal de hojas de libreta de diferentes tama?os, que han reunido tantas firmas que ya no saben a qui¨¦n corresponden. Intento ayudarlas, pero la tarea parece imposible sin un modelo. De pronto, entre tanto misterioso garabato, vislumbro una que se parece enormemente a la de Dal¨ª. Nadie recuerda qui¨¦n es su autor. ?Habr¨¢ alg¨²n gracioso en el equipo o es que ya ha empezado a peg¨¢rseles la genialidad? Dal¨ª parec¨ªa convencido de que tras el fulgor del ¨¦xito s¨®lo quedaba la firma. Quiz¨¢ los jugadores del Bar?a opinen igual. S¨®lo as¨ª se explica ese despilfarro de r¨²bricas.
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