?Qu¨¦ debemos a Cort¨¢zar?
Piedad Bonnett
Los cuentos de Cort¨¢zar -sin duda lo mejor de su obra- me revelaron, en una adolescencia que despertaba ya a la escritura como vocaci¨®n, eso que Garc¨ªa M¨¢rquez, muchos a?os antes, hab¨ªa descubierto con La metamorfosis: que se pod¨ªan superar los l¨ªmites del realismo, y profundizar en lo humano por la v¨ªa de la alusi¨®n. Y que la ambig¨¹edad en la literatura es una virtud. La imagen de un hombre que vomita conejitos o de un tigre que se pasea por la casa, con su carga polivalente de sentidos, me abri¨® los ojos a una literatura que se declara impl¨ªcitamente juego lleno de significaci¨®n.
"A Cort¨¢zar le debemos su ludismo inteligente, su rigor de descubrir jugando, le debemos ese ritmo como prosa de jazz"
"Siempre supo que escribir es un acto pol¨ªtico, de ah¨ª los profundos riesgos que tomaron sus textos"
Jos¨¦ Edmundo Paz Sold¨¢n
Julio Cort¨¢zar abri¨® muchos caminos para la literatura en espa?ol. Sus ficciones fueron un intento de utilizar el lenguaje para trascender las limitaciones de ese mismo lenguaje. En Rayuela cre¨® uno de los grandes personajes de nuestra literatura: Oliveira, un ser que sabe que hay algo incapaz de ser aprehendido por la raz¨®n, pero que no puede escapar de las anteojeras con que la raz¨®n hace que se enfrente al mundo. Sus cuentos son una maravilla de precisi¨®n t¨¦cnica y de imaginaci¨®n desbordante: si tengo que elegir, me quedo con los que comentan l¨²cidamente sobre la relaci¨®n perversa del hombre con los productos emblem¨¢ticos de la era de la reproducci¨®n mec¨¢nica (la fotograf¨ªa, por ejemplo, en cuentos como Las babas del diablo y Apocalipsis en Solentiname).
Andr¨¦s Neuman
A Cort¨¢zar le debemos su ludismo inteligente, su rigor de descubrir jugando, le debemos ese ritmo como prosa de jazz apenas ligeramente improvisada y su traducci¨®n de Poe (qu¨¦ belleza asustarse), su vivir curioseando, le debemos los cuentos de nuestra vida y tambi¨¦n alguna novela y hasta le perdonamos casi toda su poes¨ªa, le debemos la man¨ªa de querer a un autor aunque no lo conozcamos, le debemos ensayos (Keats cruzando un t¨²nel) aunque algunos sonaran demasiado acad¨¦micos para alguien tan Julio, le debemos, le debo la perplejidad de adolescente agradecido cuando le¨ª Continuidad de los parques y comprend¨ª que todos vivimos dentro de una historia que leemos, y a sus lectores menos sagaces les debemos un absurdo debate que pretende que elijamos entre Borges y Cort¨¢zar, entre el mar y la monta?a, igual que a ¨¦l se le debe la valent¨ªa y desde luego las contradicciones de agitar banderas pol¨ªticas en los libros, le debemos toda la ternura, nada menos que la ternura, y a Cort¨¢zar en fin le deberemos siempre poqu¨ªsimo de fama y bastante de cronopio, cronopio, cronopio.
Cristina Rivera Garza
Cort¨¢zar es El Gran Contempor¨¢neo (en el sentido steiniano del t¨¦rmino), el escritor tan conectado con su presente -su velocidad, sus retos, sus abismos- que siempre fue capaz de hablar con generaciones futuras. Siempre supo que escribir es un acto pol¨ªtico, de ah¨ª los profundos riesgos, frecuentemente radicales, que tomaron sus textos, y sus pronunciamientos, de gran sutileza filos¨®fica y humana, sobre eventos que le toc¨® presenciar o vivir. A Cort¨¢zar tambi¨¦n le debemos una idea estereotipada y m¨¢s bien estrecha de lo femenino, especialmente en la boca cerrada de aquella et¨¦rea y m¨¢s bien famosa Maga a quien sus amigos rara vez dejaron participar en debates de tipo intelectual.
F¨¦lix Romeo
Julio Cort¨¢zar ten¨ªa miedo a los relojes de pulsera porque all¨¢ al fondo se encontraba la muerte. Y si no en la muerte, Julio Cort¨¢zar vive ahora en coma, con la respiraci¨®n asistida de los aniversarios. El Julio Cort¨¢zar de los treinta y tantos, el de los relatos de fantas¨ªa cotidiana, el mejor Julio Cort¨¢zar, el que todav¨ªa mantiene activo el ritmo cardiaco, ha sido saqueado una y otra vez por sus admiradores. El Julio Cort¨¢zar posmoderno, el de Rayuela, ha quedado como un cromo en un ¨¢lbum que rara vez se revisa
... por si las decepciones y por si las nostalgias. El Julio Cort¨¢zar realista nunca acab¨® de funcionar. El Julio Cort¨¢zar comprometido, cr¨ªtico y combativo, contra las multinacionales o a favor del sandinismo, ha sido cubierto por la desaparici¨®n de esa "hora exacta". Julio Cort¨¢zar ten¨ªa miedo a los relojes de pulsera pero sab¨ªa que no hab¨ªa que tener miedo a la muerte.
Cristina Cerrada
Yo le debo a Cort¨¢zar un cambio, lo recuerdo porque su Casa Tomada me puso en contacto con la amenaza que acecha desde el interior. Hasta Cort¨¢zar, el hombre era un observador estable, ¨ªntegro, monol¨ªtico; la v¨ªctima que ve amenazada la casa, que la ve derrumbarse y s¨®lo puede sentir miedo ante la suerte de Usher, del otro. La amenaza estaba fuera. El mundo conten¨ªa la sospecha, la duda, la inquietud. Sin embargo, Cort¨¢zar puso la amenaza en su sitio: dentro. La sospecha ya nunca podr¨¢ ser desterrada.
Santiago Roncagliolo
Creo que Cort¨¢zar es uno de los autores del boom que menos han influido en la literatura latinoamericana posterior. Quiz¨¢ eso se deba a que escribi¨® m¨¢s cuentos que novelas, quiz¨¢ simplemente a que est¨¢ muerto, o quiz¨¢ a que la mayor¨ªa de los narradores posteriores hemos ido abandonando los experimentos formales. Y sin embargo, no creo que Cort¨¢zar fuese un escritor que experimentase con el lenguaje. A m¨ª siempre me pareci¨® que experimentaba con la realidad: no daba el protagonismo al lenguaje, no presum¨ªa ni ostentaba su manejo de los recursos ling¨¹¨ªsticos, al contrario, lo ocultaba, para llevar al lector a un mundo en que se difuminan los l¨ªmites entre el sue?o, la locura, la literatura, el juego y la verdad. Creo que su literatura, igual que su compromiso pol¨ªtico, mostraba a alguien que no est¨¢ contento con la rigidez de la realidad. Y esa insatisfacci¨®n, esa capacidad de atravesar las fronteras de lo posible, es lo que m¨¢s hecho de menos en los que venimos detr¨¢s.
Eduardo Berti
Queremos tanto a Cort¨¢zar por haber hecho respirar la prosa en castellano al ritmo del jazz bebop, por demostrar que l¨²dico y serio son cualquier cosa menos ant¨®nimos, por haber apostado a un lector activo (y haber as¨ª gestado muchos), por volver m¨¢s cotidiano y m¨¢s surrealista el rigor fant¨¢stico de Borges, por haber hecho de las zonas de pasaje un sitio donde instalar una po¨¦tica, por dar vida a Berthe Trepat y a John Howell y a muchos m¨¢s, por haber parido y reparido Funes (y eso por no ser memorioso), por greguerizar que el metro es el infierno de los vivos, por haber traducido a Poe y a Defoe y a Gide de manera admirable, por matar al lector m¨¢s inmortal de nuestras letras, por cronopio, por axolotl, por ense?arnos a subir las escaleras y a contemplar la noche boca arriba, por haber buscado noquear hasta en el ¨²ltimo round.
Rafael Gumucio
Julio Cort¨¢zar es un escritor puente, uno que te ayuda a pasar de un romanticismo adolescente a un esteticismo adolescente. Como es un puente es muy f¨¢cil pisotearlo y olvidarlo, sin embargo sin ¨¦l me hubiese perdido en el r¨ªo turbulento del nerudismo y el realismo m¨¢gico. Le debo a Cort¨¢zar haberme ense?ado que el espa?ol no es s¨®lo floritura y folclore sino tambi¨¦n lucidez y juego, riesgo y ambig¨¹edad. Otra cosa es que haya sufrido -como toda mi generaci¨®n la sobredosis de Magas- hist¨¦ricas entusiastas, y art¨ªsticas sin artes. Eso y la invenci¨®n de los cronopios, el tipo mismo del imb¨¦cil casi literario, que justifica su falta de cerebro con su exceso de poes¨ªa, son los cr¨ªmenes m¨¢s patentes de Julio Cort¨¢zar. Por suerte, el bonaerense no era un cronopio, sino un funcionario con corbata cuya rebeld¨ªa consist¨ªa en que no quer¨ªa ser distinto, sino que lo era.
Ana Prieto Nadal
A Julio Cort¨¢zar le debo, por lo menos, esta breve nota de agradecimiento, para que sepa que le profeso una admiraci¨®n que raya lo indecible y lo inconfesable. ?Por qu¨¦? Por tener a menudo el hermoso gesto de hacer coincidir literatura y vida; por conferirle al juego y sus derivaciones una dimensi¨®n est¨¦tica y metaf¨ªsica; por su apuesta por la "permeaci¨®n" y la "humedad sensitiva" del texto, etc¨¦tera. Le debo, adem¨¢s, en cierta medida y por absorci¨®n, un escenario y un personaje, los de mi ¨²nica novela hasta el momento. Me gustar¨ªa ser tambi¨¦n deudora de su concepto de la literatura como riesgo, y de la novela como h¨ªbrido y campo de experimentaci¨®n. La obra inconclusa, la literatura como exorcismo. No s¨¦ si le debo, en cualquier caso comparto, la intuici¨®n (m¨¢s, la convicci¨®n ¨ªntima) de que lo otro nos explica mejor que nuestra propia vida.
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