Carta al jefe que vive en Tokio
Los 500 trabajadores de la f¨¢brica Nissan de Madrid viven en la angustia de saber que en 2006 se quedar¨¢n en el paro, tendr¨¢n que prejubilarse o marcharse a trabajar a Barcelona por el cierre de su factor¨ªa
Si el jefe fuera de aqu¨ª, quiz¨¢s ellos podr¨ªan escribirle una carta que hablara del pasado y que empezara como lo hac¨ªan antiguamente: "Espero que al recibo de ¨¦sta est¨¦ usted bien. Nosotros bien, gracias". Y luego le recordar¨ªan que esta factor¨ªa que ¨¦l quiere cerrar en el 2006 es m¨¢s que una f¨¢brica de motores di¨¦sel, que es todo un s¨ªmbolo de la lucha obrera de este pa¨ªs; que ahora se llama Nissan pero que antes, en el antes dif¨ªcil de 1972, con el dictador vivo y los grises repartiendo cera, se llamaba Perkins, y que en ella trabajaba hasta que fue detenido un sindicalista rojo que se llamaba Marcelino Camacho. Le dir¨ªan que el d¨ªa ya tan lejano que lo vinieron a detener, la f¨¢brica se levant¨® en pleno, que zarandearon el furg¨®n de la polic¨ªa, que fueron despedidos todos y que, m¨¢s tarde, cuando se reabri¨® la factor¨ªa, el capataz los hizo entrar uno a uno y los fue readmitiendo o despidiendo se?al¨¢ndolos con el dedo y diciendo en voz alta: "Usted s¨ª, usted no, usted s¨ª, usted no...".
"?Y qui¨¦n se puede quedar en el paro con los 40 a?os que tendr¨¦ entonces?"
A Ricardo Garc¨ªa Iglesias, que hoy tiene 54 a?os y entonces era un chaval, le gustar¨ªa contarle todas esas cosas y muchas otras m¨¢s que vivi¨® en primera l¨ªnea; recuerdos que seguro le llegar¨ªan al coraz¨®n, pero c¨®mo hacerlo si el jefe se llama Carlos Ghosn, vive en Tokio, nacido de liban¨¦s y brasile?a, es un aut¨¦ntico triunfador en Jap¨®n y lo veneran hasta el punto de haberlo convertido en el h¨¦roe de un tebeo para adultos. Estos ocho hombres que aparecen en la fotograf¨ªa son algunos de los 500 trabajadores de la planta que Nissan tiene en Cuatro Vientos (Madrid). El pasado 2 de julio recibieron una carta que les puso la carne de gallina. Era el acta de defunci¨®n por adelantado de una factor¨ªa donde ahora trabajan ellos pero antes lo hicieron sus padres o sus t¨ªos, en una suerte de empresa familiar que consideraban y siguen considerando como suya; de la que est¨¢n orgullosos hasta el extremo de que Jes¨²s Jim¨¦nez Mandado, de 38 a?os de edad y 16 de antig¨¹edad en la n¨®mina, dice sin avergonzarse delante de sus compa?eros: "El d¨ªa que supe que la f¨¢brica cerraba, a mi se me rompieron los sue?os".
Jes¨²s Jim¨¦nez es lo que en la milicia se llama un hijo del cuerpo. De ver a su padre tan orgulloso de lo que hac¨ªa, estudi¨® automoci¨®n para colocarse en la Nissan, para disfrutar del sueldo digno y las vacaciones pagadas que aquellos compa?eros de Marcelino Camacho forjaron a base de exponer sus costillas a las porras de la polic¨ªa. "Y ahora", se lamenta Jes¨²s Jim¨¦nez, "?qu¨¦ hago yo? La empresa dice que, en el 2006, una de tres: o te prejubilas, o te vas a Barcelona, o te quedas en el paro. ?Y qui¨¦n se puede quedar en el paro con los 40 a?os que tendr¨¦ entonces? Mi mujer lleva 18 a?os en su trabajo, tiene un puesto y un sueldo que no conseguir¨ªa en ning¨²n otro lado. Mi hijo ya me ha dicho que no se viene y mi padre, que tampoco. Ya s¨¦ que hay dramas mayores, pero este es nuestro drama. Se nos ha quedado el futuro suspendido en el aire".
Son compa?eros de trabajo pero parecen una familia. Hablan sin apuro de las cosas privadas. Miguel Gant, de 27 a?os, cuenta que el mes que viene le dan un piso y que ahora no sabe qu¨¦ hacer. ?Lo amuebla? ?No lo amuebla? ?Se casa con su novia y se la lleva a Barcelona? La soluci¨®n: el 2006. Lo mismo le pasa a Pablo Valent¨ªn Rodr¨ªguez, de 48 a?os. Su sueldo es el segundo de la casa. Su mujer gana m¨¢s que ¨¦l y ¨¦l en cambio se encarga de la hija. "Yo tendr¨¦ 51 a?os en el 2006", calcula, "?me prejubilar¨¢n con esa edad? ?Me tendr¨¦ que ir a Barcelona solo?". La soluci¨®n: el 2006. ?Se puede vivir as¨ª? Cada uno cuenta lo suyo y se entrega al periodista con la fe y la esperanza de que esto sirva para algo, de que los pol¨ªticos que est¨¢n en campa?a electoral se acerquen por Cuatro Vientos y se echen al hombro sus problemas.
"Yo soy apol¨ªtico", reconoce Luis Miguel Gant, el m¨¢s joven del grupo. De los hombres que entraron en la Perkins en 1972, ?habr¨ªa alguno apol¨ªtico? Ricardo Garc¨ªa Iglesias, el m¨¢s veterano, tiene la respuesta clara: "No. All¨ª era imposible no fajarse".
Aunque los m¨¢s optimistas lo llaman deslocalizaci¨®n, el cierre de Nissan en Madrid arroja muchas pistas sobre la diferencia entre esta ¨¦poca y aquella de la Perkins. Una de ellas es que ya no van quedando empresas donde uno entra de joven y se jubila de viejo. Otra es que ya no existen los cheques en blanco a los sindicatos o a los partidos, ni siquiera a los m¨¢s cercanos. Al menos cuatro de estos ocho trabajadores admiten que no se f¨ªan de los pol¨ªticos, mucho menos si son de derechas, y a alguno de ellos le encrespa que el PSOE de Zapatero no sea todav¨ªa una alternativa clara al PP de Rajoy. "Es que estos del PSOE", se queja Javier S¨¢nchez, de 33 a?os, "montan un circo y le crecen los enanos. As¨ª es muy dif¨ªcil ilusionarse".
Cu¨¢nto les gustar¨ªa a estos hombres -hay muy pocas mujeres en la Nissan de Cuatro Vientos- escribirle una carta a Carlos Ghosn y contarle todas estas cosas. Decirle que con ellos nunca iba a tener los problemas que tuvo la Coca-Cola con aquel repartidor que beb¨ªa Pepsi. Ellos aparcan orgullosos sus Nissan en la puerta de la factor¨ªa y se felicitaron unos a otros cuando la serie Cu¨¦ntame los retrat¨® como historia que son de la lucha obrera. Tambi¨¦n le dir¨ªan al lejano se?or Ghosn que est¨¢n dispuestos a bajarse el sueldo m¨¢s todav¨ªa, a trabajar m¨¢s horas si hace falta, a seguir siendo competitivos y a sacar adelante el nuevo motor que les ha encomendado.
No saben si alg¨²n d¨ªa podr¨¢n decirle todo esto al jefe que vive en Tokio, ni siquiera saben si los pol¨ªticos intentar¨¢n batallar contras las multinacionales; lo que s¨ª saben es que el 2006 los pillar¨¢ trabajando. Nada de huelgas. Unas camisetas azules contra el cierre, mucho trabajo y calma, mucha calma. Para que la hija de Miguel Jimeno no vuelva a llorar pensando que un d¨ªa se quedar¨¢ sin sus amigas y sin sus clases de piano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.