Un absurdo legal
Al igual que la clonaci¨®n con fines reproductivos, la llamada clonaci¨®n terap¨¦utica supone la creaci¨®n de un cigoto reemplazando el n¨²cleo de una c¨¦lula. La diferencia estriba en que en la clonaci¨®n no reproductiva el preembri¨®n creado no se implanta en el ¨²tero de una mujer para dar lugar a un nuevo ni?o, sino que se usa la t¨¦cnica de la clonaci¨®n celular para obtener, en la fase de blastocisto, c¨¦lulas troncales que puedan ser utilizadas con fines curativos.
El problema ¨¦tico esencial concierne por ello al estatuto del preembri¨®n: el embri¨®n en la fase m¨¢s temprana de su desarrollo. Pues si se piensa, por ejemplo, que el cigoto, el ¨®vulo fecundado, es ya una persona moral, entonces estar¨ªamos ante un supuesto en el que a un ser humano se le estar¨ªa tratando exclusivamente como un instrumento al servicio de otro. Sin embargo, pensar as¨ª es irrazonable. Los preembriones humanos en el estadio de blastocisto son bolas de tama?o inferior al de una cabeza de alfiler, sin ninguna capacidad de sentir y que, con una alta probabilidad -si se deja actuar simplemente a la "naturaleza"-, nunca llegar¨ªan a implantarse establemente en el ¨²tero y dar lugar a un ser humano. Ello no quiere decir que carezcan de cualquier valor, pero s¨ª que no puede otorg¨¢rseles el mismo que al embri¨®n en fases m¨¢s avanzadas o que a un ser humano nacido. La irrazonabilidad -aunque la definici¨®n pueda parecer circular- consiste precisamente en no ser capaz de ver diferencias donde la gente razonable las encuentra. Y es una actitud que hace imposible el debate moral de car¨¢cter racional: no hay ning¨²n argumento que pueda usarse frente al que, por motivos religiosos (no alcanzo a ver que pueda haberlos de otro tipo), entiende que la vida humana es igualmente valiosa desde el momento de la concepci¨®n. Una ¨¦tica asentada en el valor de la razonabilidad tendr¨ªa que llevar por ello a juicios morales ponderados que permitan establecer en qu¨¦ supuestos y bajo qu¨¦ condiciones es aceptable el uso de la t¨¦cnica de la clonaci¨®n; por ejemplo, ser¨ªa obvia su licitud moral si hay razones serias para pensar que el "sacrificio" de esos preembriones permitir¨ªa curar enfermedades graves como el Alzheimer o la diabetes.
Desde el punto de vista jur¨ªdico, la situaci¨®n es un tanto confusa, seguramente porque se trata de un supuesto no previsto con claridad por el legislador; de una laguna subjetiva. El C¨®digo Penal vigente castiga con penas muy graves a quienes "fecunden ¨®vulos humanos con cualquier fin distinto a la procreaci¨®n humana" (art¨ªculo 161.1). En principio, la clonaci¨®n terap¨¦utica caer¨ªa dentro de ese tipo de conducta, pues lo que parecer¨ªa querer evitar el c¨®digo (como dice Romeo Casabona) es que se d¨¦ lugar a embriones que no van a ser destinados a la procreaci¨®n. Sin embargo, por otro lado, es obvio que el uso, regulado legalmente, de las t¨¦cnicas de reproducci¨®n humana asistida da lugar (en Espa?a y fuera de Espa?a) a preembriones sobrantes; o sea (en el caso espa?ol), la ley ha permitido y ha contribuido a generar el estado de cosas -la existencia de preembriones cuyo fin no ser¨¢ la procreaci¨®n- que el C¨®digo Penal considerar¨ªa, seg¨²n la anterior interpretaci¨®n, el mal a evitar. De manera que si se quiere sortear el absurdo y, de paso, evitar que se castiguen conductas cuya ilicitud moral no podr¨ªa justificarse, la ¨²nica salida que parece quedar es una interpretaci¨®n restrictiva que deje a la clonaci¨®n terap¨¦utica fuera del C¨®digo Penal.
Manuel Atienza es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa del Derecho de la Universidad de Alicante y miembro de la Comisi¨®n Nacional de Reproducci¨®n Asistida.
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