El comercio, no la guerra
China vuelve a estar de moda: la sinizaci¨®n, el enchinoisement que peri¨®dicamente experimenta ese ap¨¦ndice geogr¨¢fico de Asia que es Europa vuelve a estar en su fase ascendente; incluso en un pa¨ªs engre¨ªdo y provinciano como el nuestro hay quien empieza a tom¨¢rsela en serio. Con raz¨®n: porque si China est¨¢ cambiando con su apertura al exterior, el mundo cambiar¨¢ con la integraci¨®n de la econom¨ªa china en el escenario econ¨®mico mundial; y es por ello bueno tratar de saber en qu¨¦ consistir¨¢n esos cambios.
El proceso es de naturaleza similar al seguido por un pa¨ªs como Espa?a en su integraci¨®n en el espacio europeo: China saca hoy partido de la ventaja que le otorgan unos costes laborales muy bajos para desarrollar sus exportaciones. Esa ventaja ir¨¢ desapareciendo, como ocurri¨® en Espa?a, a medida que sus costes laborales vayan subiendo; al mismo tiempo, el enriquecimiento paulatino de sus consumidores ir¨¢ haciendo menos necesario a los fabricantes establecidos en China el recurso a la exportaci¨®n para dar salida a sus productos. Mientras tanto, poblaci¨®n y empleo se habr¨¢n ido desplazando del sector rural hacia las ciudades, para trabajar en la industria y los servicios. Por el camino, como es bien sabido, habr¨¢ quien gane y quien pierda: ganar¨¢n los consumidores del resto del mundo, las empresas exportadoras de uno y otro lado, y los trabajadores del sector exportador chino; perder¨¢n los productores desplazados del comercio mundial por las exportaciones chinas. Si el lector se atreve a poner en uno de los platillos de la balanza el beneficio de millones de consumidores que comprar¨¢n sus camisetas un poco m¨¢s baratas, y, en el otro, el perjuicio sufrido por miles de trabajadores que perder¨¢n su empleo y tardar¨¢n m¨¢s o menos tiempo en encontrar otro, podr¨¢ decidir si el mundo, en conjunto, ha ganado o ha perdido en el proceso; me inclino a pensar lo primero, pero est¨¢ permitido disentir.
China saca hoy partido de costes laborales muy bajos para desarrollar sus exportaciones
La naturaleza del proceso es conocida; su dimensi¨®n no tiene precedentes. Se estima -de forma muy imprecisa- entre seiscientos y mil millones el n¨²mero de empleos a crear en el sector moderno de la econom¨ªa china, durante las dos pr¨®ximas d¨¦cadas, para absorber el flujo de mano de obra que probablemente ir¨¢ abandonando el sector rural en busca de mejores oportunidades. Pero el ritmo de creaci¨®n de empleo en el sector moderno viene siendo muy inferior al que ser¨ªa necesario; tanto es as¨ª que la capacidad de generar empleo no agr¨ªcola en cantidad suficiente es una de las inc¨®gnitas de la modernizaci¨®n de la econom¨ªa china, y quiz¨¢ el principal problema al que se enfrentan las autoridades del pa¨ªs: ello contribuye a explicar, dicho sea de paso, sus compras de d¨®lares, por las que parte del ahorro interno va a financiar las compras de productos chinos por parte de los consumidores estadounidenses, que crean as¨ª empleos en el sector exportador chino.
Siendo esto as¨ª, es de prever que los costes laborales tarden en subir, por el exceso de mano de obra dispuesta a trabajar en el sector moderno al salario existente; de manera que China mantendr¨¢ su ventaja comparativa durante mucho tiempo, y los perdedores en el proceso, si no espabilan, ser¨¢n m¨¢s numerosos de lo que fueron en casos anteriores. En este temor se basa, no s¨®lo la estrategia de las muchas empresas occidentales que han trasladado a China su fabricaci¨®n, sino tambi¨¦n la noci¨®n de China como amenaza: noci¨®n bastante extendida, como prueba el mill¨®n largo de entradas que el lector puede encontrar en la direcci¨®n "China Threat" de la Red. Seg¨²n esta "teor¨ªa de la amenaza", los productos chinos, cada vez m¨¢s complejos y de mejor calidad, producidos a unos costes sin competencia posible, ir¨¢n desplazando inexorablemente a los de otros pa¨ªses: China se convertir¨¢ en "la f¨¢brica del mundo"; hay que suponer que el resto del mundo contar¨¢ con unos mil millones de desempleados, para que salgan las cuentas.
Esta visi¨®n es exagerada y perniciosa. Es exagerada por dos razones: en primer lugar, las exportaciones contribuyen al desarrollo del mercado interior chino, aunque sus efectos puedan tardar en manifestarse, y van brindando oportunidades a las empresas exportadoras del resto del mundo: acord¨¦monos, sin ir m¨¢s lejos, de aquellas empresas occidentales que se instalaron en China pensando que, si el uno por ciento de la poblaci¨®n les compraba uno de sus art¨ªculos, iban a nadar en la abundancia; es decir, que se vieron atra¨ªdas por el tama?o del pa¨ªs, sin haber tenido en cuenta su escaso poder adquisitivo; esas empresas, si sobreviven, acabar¨¢n por tener raz¨®n. En segundo lugar, porque, si bien la integraci¨®n de China en la econom¨ªa mundial es un proceso natural, no es en modo alguno mec¨¢nico. Muy al contrario: el ritmo de la integraci¨®n debe ser cuidadosamente dirigido, para que los beneficios potenciales no terminen siendo p¨¦rdidas para todos; baste recordar que, si la econom¨ªa china tiene ventajas en algunos sectores, como el de la confecci¨®n o el textil -potenciales perdedores en el resto del mundo-, otros no podr¨ªan hoy soportar una competencia sin barreras por parte de las econom¨ªas occidentales: buena parte de la agricultura china y sectores como la automoci¨®n son dos ejemplos. Para estas cosas est¨¢ la Organizaci¨®n Mundial del Comercio, donde se negocia sector a sector y producto a producto, y donde hay que esperar que nuestros intereses, que no tienen por qu¨¦ coincidir con los de otros pa¨ªses de nuestro entorno, est¨¦n bien representados y sean bien defendidos.
Es perniciosa, porque la idea de amenaza lleva impl¨ªcita la de defensa; y, como est¨¢ de moda pensar que la mejor defensa es el ataque, conduce a mirar la escena econ¨®mica mundial como si fuera un campo de batalla. En realidad, el elemento principal del desarrollo del comercio no es la confrontaci¨®n, sino la negociaci¨®n, y el comercio es, en su esencia, una actividad, no s¨®lo pac¨ªfica, sino cooperativa. As¨ª lo entendi¨® Estados Unidos cuando, despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, hizo del libre comercio uno de los pilares de la reconstrucci¨®n europea: consideraba entonces que el libre comercio era un instrumento de prosperidad y, por ende, un veh¨ªculo de paz; y hay que lamentar recientes pronunciamientos de las autoridades norteamericanas, que no s¨®lo parec¨ªan obedecer a las demandas de grupos de inter¨¦s bien identificados, sino que empleaban un tono en exceso belicoso.
Hay que mantener un enfoque pac¨ªfico al tratar de la integraci¨®n de la econom¨ªa china, y no tratar de sustituirlo por un vocabulario militar, cuando no cuartelero. La apertura al exterior ayudar¨¢ a la modernizaci¨®n de la econom¨ªa china; con ella tardar¨¢n menos sus ciudadanos en alcanzar la "peque?a prosperidad" que les fijaba como meta el presidente Jiang Zemin. Un proceso bien llevado no tiene por qu¨¦ infligir p¨¦rdidas irreparables a nadie; en cambio, har¨¢ posible lograr algo que el mundo necesita para su equilibrio: que China ocupe el lugar que le corresponde, no s¨®lo en el terreno econ¨®mico, sino tambi¨¦n en el escenario pol¨ªtico y cultural.
Alfredo Pastor es profesor del IESE, Universidad de Navarra y decano de la China-Europe International Business School de Shanghai.
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