Un esfuerzo m¨¢s, presidente Chirac
El velo ten¨ªa que acabar, tal como somos en Francia, en la Asamblea Nacional, antes de que se dispersara en mil procesos contencioso-administrativos. La Rep¨²blica tuvo su disputa entre la Iglesia y el Estado en el siglo XIX; sali¨® de ella fortalecida pero manchada por el caso Dreyfuss, ejemplo de la ira antisemita existente en una parte de esta vieja naci¨®n "cato-laica". Ahora ha ca¨ªdo presa de la cuesti¨®n "musulmana", que no puede resolver al estilo colonial, es decir, mediante el ejercicio de la desigualdad de derechos y deberes entre los ciudadanos.
Empecemos por la teor¨ªa: en la Rep¨²blica Francesa, el espacio p¨²blico no puede convertirse en lugar de expresi¨®n de particularismos, intereses comunitarios, confesionalismos y otros rasgos diferenciales. Las Iglesias lo admitieron, de mala gana, a principios del siglo XX, y tambi¨¦n lo hicieron las comunidades jud¨ªas y protestantes; no hay ning¨²n motivo para que los musulmanes sean la excepci¨®n. Deben someterse a las leyes de la Rep¨²blica. Es la condici¨®n necesaria para la paz religiosa en Francia. Es leg¨ªtimo prohibir que se lleve velo, o cualquier otro signo de pertenencia a una religi¨®n, en el espacio p¨²blico; es leg¨ªtimo aplicar la misma ley a todos en las administraciones p¨²blicas (hospitales, ministerios, locales p¨²blicos).
Es leg¨ªtimo prohibir el velo o cualquier signo de pertenencia religiosa en el espacio p¨²blico
El gran interrogante franc¨¦s es, desde hace 30 a?os, el de la integraci¨®n social
A continuaci¨®n, los hechos: en 1989, en el instituto de Creil, surge el primer "caso del velo": una joven se niega a quitarse el velo en clase. Entre 1989 y la primavera de 2003, estalla una docena de casos similares. A mediados de los a?os noventa est¨¢n documentados entre 100 y 150 casos de velos en clase, en una poblaci¨®n de cinco millones de estudiantes. Dichos casos, en general, se arreglan mediante el di¨¢logo. En 2003, el Ministerio del Interior ofrece unas cifras semejantes. Es decir, entre 1990 y 2003 la situaci¨®n no ha cambiado demasiado.
Sin embargo, la forma de ver el islam ya no es la misma. Estos hechos ya no forman parte de la cr¨®nica de sucesos, sino de las noticias principales. Las c¨¢maras atrapan el m¨ªnimo conflicto, que podr¨ªan arreglar los propios protagonistas pero que, agrandado por los medios de comunicaci¨®n, "interpela" a los responsables pol¨ªticos, sociales y religiosos y ocupa las portadas de los informativos de televisi¨®n. La opini¨®n p¨²blica se estremece: hay que reaccionar. De nuevo el islam. Los partidarios de una laicidad "abierta" aprovechan para ir de buenos, y los laicistas recalcitrantes llaman al velo caballo de Troya... Pero detr¨¢s, mientras tanto, se fragua la desgracia: escalada de una mezcla rancia de judeofobia y antisemitismo, atizada por grup¨²sculos delirantes, aumento de la islamofobia, proclamada por unos simplones de ideas definidas, escalada general de las intolerancias, el odio de todos contra todos plasmado en maldades cotidianas, novatadas, humillaciones. S¨ª, Francia est¨¢ mal. Y la imagen que tienen los franceses de s¨ª mismos es cada vez m¨¢s sombr¨ªa, devaluada y deprimente. Es injusto echar la culpa s¨®lo a los medios. El mal tiene ra¨ªces m¨¢s profundas. En realidad, el hecho de centrar la atenci¨®n en el velo -y, por consiguiente, en los ciudadanos de confesi¨®n musulmana- oculta la extrema complejidad del contexto global, en el momento en el que el presidente de la Rep¨²blica, Jacques Chirac, pide a la Asamblea que arregle el asunto con una frase lapidaria.
Primera pregunta: ?y si no es el islam el que amenaza los fundamentos ¨¦ticos de la Rep¨²blica, sino el hecho de que ¨¦sta no sabe ser la encarnaci¨®n de un contenido capaz de competir con la fe religiosa en un mundo dominado por la desesperaci¨®n social? Dicho de otra forma: ?qu¨¦ articulaci¨®n puede haber de lo sagrado y lo profano en la rep¨²blica laica, si ¨¦sta no consigue convertir lo que es m¨¢s sagrado para ella -la igualdad entre los ciudadanos- en fe terrenal? Esta pregunta fundamental no puede tener m¨¢s que una respuesta pol¨ªtica, es decir, un proyecto que sirva de v¨ªnculo social entre todos. Sin embargo, ?c¨®mo abordamos la cuesti¨®n? Con una inflaci¨®n de "comisiones" e "informes" desde comienzos de 2000. ?Seis grupos de reflexi¨®n y seis informes en tres a?os! Eso s¨ª, parece que ninguno ha ofrecido suficientes aclaraciones...
Segunda pregunta: ?y si resulta que el papel de los poderes p¨²blicos en todo este asunto del velo y la crisis de la laicidad es m¨¢s que turbio, e incluso culpable? En 1989, con ocasi¨®n del caso de Creil, el Gobierno de izquierdas se conform¨® con un dictamen del Consejo de Estado lo bastante vago como para atribuir la responsabilidad a los directores de los centros. Dominada por la moralina de las diferencias y el multiculturalismo, la izquierda no se atrevi¨® a reivindicar los principios fundamentales de la laicidad. Fue la derecha, representada por Fran?ois Bayrou, la que record¨®, en una circular de 1994, la prohibici¨®n de llevar en la escuela "signos religiosos ostentosos". Pero la jurisprudencia, en muchos casos, ha invalidado el punto de vista de los directores de centros, cada vez que expulsaban a alumnos en virtud del dictamen del Consejo de Estado. Desde entonces, los socialistas se han vuelto feroces partidarios de prohibir el velo, mientras que Bayrou ya no ve la necesidad de una ley. Vaya l¨ªo...
En julio de 2003, ante las provocaciones islamistas en la calle y las escuelas, el presidente Chirac solicit¨® argumentos claros para decidir si era necesaria o no una ley sobre el velo. El informe de la Comisi¨®n Stasi, prolijo, complejo, a veces hasta proustiano por sus digresiones alambicadas, propon¨ªa una ley, pero inclu¨ªa la sacralizaci¨®n de la presencia del islam en la instituci¨®n republicana mediante la instauraci¨®n de un d¨ªa festivo para conmemorar el Aid el Kebir. Los medios se alzaron. Navidad, vaya y pase; pero Aid el Kebir, ?no! Y fue no. El ministro de Educaci¨®n Nacional recibi¨® el encargo de legislar a toda prisa. Durante ese tiempo, mientras en el El¨ªseo se defend¨ªa con firmeza la "esencia" de la Rep¨²blica, el ministro del Interior propon¨ªa nombrar a un prefecto "musulm¨¢n" en el propio coraz¨®n del Estado. Musulm¨¢n, s¨ª, porque, en la Francia del siglo XXI, se nos hab¨ªa olvidado que hay centenares, miles de ciudadanos con nombres que no son cristianos y que han trabajado y trabajan en la funci¨®n p¨²blica y los dem¨¢s sectores. Un prefecto "musulm¨¢n": tiene un aire de Argelia francesa que suena a peque?a venganza por el pasado y, al mismo tiempo, una especie de llamada al orden para los que ten¨ªan demasiada fe en la asimilaci¨®n republicana. Pod¨ªa esperarse esta f¨®rmula de quienes se oponen a la legalidad republicana y, sin embargo, surgi¨® de quien se supon¨ªa que deb¨ªa defenderla.
Tercera pregunta: ?hace falta recordar que el islam, en Francia, no es una abstracci¨®n? Es una fuerza material. Hace 30 a?os que se desarrolla una disputa encarnizada entre grupos de intereses distintos dentro de esta "comunidad" confesional, por el control de las riquezas (porque el negocio se mide en mezquitas, zakat -la limosna legal-, carnes halal, etc¨¦tera) y el peso pol¨ªtico comunitario. Se enfrentan Estados musulmanes a trav¨¦s de sus emigrantes, se forman partidos religiosos, florecen las asociaciones de defensa de la identidad, prosperan los movimientos integristas. En cuanto al debate sobre la representaci¨®n del islam, est¨¢ estancado, porque el Gobierno no sabe ya distinguir lo lit¨²rgico de lo confesional y los acuerdos t¨¢cticos con tal o cual grup¨²sculo o individuo que se autoproclama "personalidad representativa" est¨¢n siempre cargados de segundas intenciones pol¨ªticas. M¨¢s l¨ªo todav¨ªa...
Cuarta pregunta: ?y si los ciudadanos "musulmanes", los considerados como tales, tuvieran la impresi¨®n no de ser un problema para la Rep¨²blica sino de estar entre dos fuegos y sin saber bien por qu¨¦? Porque todos los sondeos lo demuestran: en su inmensa mayor¨ªa dan la bienvenida a la aplicaci¨®n de la laicidad; consideran, como los jud¨ªos y los protestantes, que es un instrumento de igualdad y promoci¨®n sociocultural. ?Pero no les deja el debate sobre esta ley en una situaci¨®n insegura? La respuesta es evidente: si la Rep¨²blica quiere ser fiel a s¨ª misma, tendr¨¢ que hacer hueco a su religi¨®n. ?Y despu¨¦s? Despu¨¦s habr¨¢ que reconocer que existe esa estigmatizaci¨®n que les rodea y de la que no se habla: hoy, en la Francia neoliberal, las nuevas clases "peligrosas", obreras y no integradas est¨¢n mayoritariamente formadas por los inmigrantes musulmanes y sus hijos. Y la actitud de Francia respecto a s¨ª misma, respecto a las zonas marginales que ha creado en su sociedad, no es especialmente solidaria. En este caso, es f¨¢cil culpar a la religi¨®n musulmana.
Durante su sesi¨®n ante la Comisi¨®n Stasi, el ministro de Asuntos Sociales, Fran?ois Fillon, habl¨® bien al recordar que no puede haber soluci¨®n s¨®lo a trav¨¦s de la ley: "Sin integraci¨®n, perderemos la batalla de la laicidad", dijo. Pero ?qu¨¦ propone hoy?
Desde finales de los a?os setenta, es evidente que son los medios populares, las capas trabajadoras inmigrantes y sus hijos, las principales v¨ªctimas de los ajustes socioecon¨®micos: guetos, racismo en el mercado de trabajo, apartheid a la hora de buscar vivienda, agrupamientos escolares condenados al abandono, humillaci¨®n cultural cotidiana. Y esos hijos -o, al menos, una parte de ellos, y es un milagro que no sea la mayor¨ªa- son quienes hoy enarbolan su fe, su velo, su rabia, a veces su estupidez intolerante, como tarjeta de identidad social y nacional. Una lecci¨®n que deben tener en cuenta todas las sociedades europeas que se enfrentan a la integraci¨®n de los inmigrantes con una religi¨®n diferente.
El gran interrogante franc¨¦s es, desde hace 30 a?os, el de la integraci¨®n social. Y seguir¨¢ si¨¦ndolo en a?os venideros. Mientras los dirigentes pol¨ªticos, sean de la tendencia que sean, no aborden la cuesti¨®n del acceso a la ciudadan¨ªa de pleno derecho para esta parte de la poblaci¨®n, la Rep¨²blica estar¨¢ amenazada por las desviaciones en nombre de la identidad. El Gobierno, sin duda, tiene raz¨®n al proponer una ley sobre el respeto del espacio republicano. Pero su pol¨ªtica est¨¢ haciendo que cada vez sea m¨¢s precario el mercado de trabajo, agrava las situaciones de pobreza, reduce los medios con los que cuenta el sistema educativo, privatiza los servicios p¨²blicos y limita su ¨¢mbito de intervenci¨®n; y halaga a los grupos "de identidad" mediante la pr¨¢ctica de la discriminaci¨®n positiva en los niveles superiores de la Administraci¨®n. En resumen, el Gobierno est¨¢ serrando la rama sobre la que quiere apoyar su ley. Lo que necesita Francia no son s¨®lo unas cuantas palabras que proh¨ªban "llevar signos ostentosos"; es una gran ley de integraci¨®n social en la que se propongan a todos los ciudadanos, como proyecto de vida en com¨²n, el empleo, la educaci¨®n, la vivienda, pero tambi¨¦n los deberes ligados a ser ciudadanos de la Rep¨²blica. Haga un esfuerzo m¨¢s, se?or presidente.
Sami Na?r es eurodiputado, profesor invitado de la Universidad Carlos III y autor de El imperio frente a la diversidad del mundo. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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