Un a?o despu¨¦s
Se cumple un a?o de las masivas movilizaciones ciudadanas contra la guerra y se palpa una mezcla de desconcierto, frustraci¨®n y melancol¨ªa. Desconcierto porque no se acaba de entender que el rechazo a la guerra no se haya traducido en rechazo masivo al PP, frustraci¨®n porque la guerra se hizo sin que tan mayoritario rechazo evitara meter a Espa?a en el conflicto y melancol¨ªa porque, en una din¨¢mica social destinada a aislar al individuo de cualquier querencia comunitaria, los momentos en que los ciudadanos se sienten juntos son muy excepcionales y dejan a?oranza. El modo embarullado en que el Gobierno tripartito catal¨¢n ha iniciado su andadura tampoco ayuda al optimismo. En una sociedad acostumbrada a comprar compulsivamente los deseos en los grandes almacenes, resulta dif¨ªcil entender que las cosas necesitan tiempo.
Evidentemente, en democracia los gobernantes no deben actuar en funci¨®n de mayor¨ªas sociales coyunturales. Pero cuando en una cuesti¨®n de tanta gravedad como es la participaci¨®n en una guerra hay un abismo tan evidente entre la opini¨®n ciudadana y la decisi¨®n pol¨ªtica, algo falla. La guerra termin¨® formalmente, pero la violencia contin¨²a en Irak. Las acciones terroristas aumentan, las armas de destrucci¨®n masiva no aparecen, porque est¨¢n en otras partes. En este contexto la guerra empieza a pasar factura a sus promotores: Bush y Blair est¨¢n acorralados por haber enga?ado a la ciudadan¨ªa para obtener apoyos para la guerra. La popularidad de Bush cae. Su reelecci¨®n, que parec¨ªa segura hace unos meses, est¨¢ ahora en el alero. Blair ha conseguido cargarse a la BBC, cosa que no logr¨® pese a su perseverancia la se?ora Thatcher. Pero la sombra de las mentiras sobre Irak le persigue por todas partes, especialmente en su propio partido. Las desventuras de los guerreros de las Azores son efectos de la opini¨®n creada en las movilizaciones de hace un a?o.
?Por qu¨¦ el actor de reparto, el secundario en el gui¨®n de las Azores, es el ¨²nico que se est¨¢ salvando de la quema? No est¨¢ tan claro que sea as¨ª. Las peores se?ales para el PP, en las encuestas, vienen de la guerra y sus mentiras. El presidente, atrapado como siempre por su car¨¢cter, no pudo evitar en Washington la descortes¨ªa de decir ante el Congreso americano, que est¨¢ investigando la actuaci¨®n de los servicios de espionaje, que este debate es una manera de perder el tiempo. Es decir, para Aznar, los procedimientos democr¨¢ticos que existen, entre otras razones, para descubrir las mentiras de los gobernantes son tiempo perdido. Hace ya algunos a?os, cuando la inmigraci¨®n extranjera empez¨® a ser un fen¨®meno social relevante en este pa¨ªs, Aznar cort¨® el debate de una expulsi¨®n ilegal de inmigrantes (retornados a su pa¨ªs esposados y sedados en un avi¨®n) diciendo: "Ten¨ªamos un problema y lo hemos solucionado". Aznar negaba as¨ª la base del sistema democr¨¢tico: la obtenci¨®n de un fin no puede pasar por encima de los procedimientos que garantizan los derechos de los ciudadanos.
Naturalmente, si Aznar puede permitirse despachar con arrogancia lo que est¨¢ dando tantos problemas a sus socios Bush y Blair es por la convergencia de tres factores: un control considerable de los medios de comunicaci¨®n, una falta de tradici¨®n democr¨¢tica y una ciudadan¨ªa que vira con cierta facilidad hacia la indiferencia, con la coartada del discurso del desprecio y la desconfianza hacia los pol¨ªticos. No es posible ni deseable que un movimiento como el de hace un a?o se mantenga unido. Hab¨ªa en aquellas manifestaciones todas las gamas ideol¨®gicas, generacionales y sociales. Desde grupos instalados en el rechazo del orden establecido hasta los sectores liberales alarmados por la v¨ªa en la que Bush est¨¢ metiendo al mundo. Este conglomerado no pod¨ªa sino disolverse en poco tiempo. Pero ?de aquellas movilizaciones, han salido iniciativas de participaci¨®n pol¨ªtica de diversos signos? ?sta es la cuesti¨®n que ser¨ªa interesante evaluar con un trabajo emp¨ªrico. Porque la defensa de la democracia, la configuraci¨®n de una opini¨®n p¨²blica europea y la apuesta por una recuperaci¨®n de la pol¨ªtica abren un horizonte de respuesta a la hegemon¨ªa conservadora. Demasiado a menudo estas movilizaciones se pierden en el rechazo de la pol¨ªtica. Y la derecha es especialista en politizar el rechazo de la pol¨ªtica.
El Gobierno lo tiene claro: contra el recuerdo de la guerra, el discurso del miedo. Fue la estrategia que le permiti¨® empatar en las elecciones municipales. Ahora, m¨¢s de lo mismo. El PSOE y sus coligados ("los progres de pacotilla") son presentados como una amenaza para el progreso econ¨®mico y la estabilidad de Espa?a. Despu¨¦s de las mentiras de la guerra, las mentiras sobre la oposici¨®n. De nada sirve que Rodr¨ªguez Zapatero diga que s¨®lo gobernar¨¢ si gana las elecciones. El PP insiste en las temibles coaliciones con comunistas e independentistas.
No se puede pretender que un movimiento como el de hace un a?o tenga transformaci¨®n pol¨ªtica inmediata. Sin duda, algunos miles de los que se manifestaron votar¨¢n dentro de un mes al Partido Popular. Estos encuentros ocasionales, ante un acontecimiento excepcional, de ciudadanos de ideolog¨ªas e intereses muy diversos nunca cristalizan en resultados electorales contantes y sonantes. A menudo, en un primer tiempo, provocan la reacci¨®n contraria de los sectores m¨¢s conservadores de la sociedad. Ha sido sobradamente reconocida la importancia de Mayo del 68 como inicio de la transici¨®n liberal. Y sin embargo, un mes despu¨¦s la derecha gaullista consigui¨® la mayor¨ªa m¨¢s amplia de su historia. Aqu¨ª la reacci¨®n a Aznar s¨®lo le sirvi¨® para empatar.
Tampoco ser¨ªa razonable esperar que la guerra decida las elecciones de marzo. Aunque las mentiras de la guerra erosionan al Gobierno, lo cual nos da pistas sobre hacia d¨®nde tendr¨ªa que apuntar lo que quede del esp¨ªritu de las movilizaciones contra la guerra: hacia la defensa de la democracia. Porque un a?o despu¨¦s, la calidad de la democracia ha empeorado. Y conforme al principio aznariano de que lo importante es solucionar un problema, no el m¨¦todo que se emplee, se quiere restar toda significaci¨®n a las mentiras de los gobernantes. Se empieza as¨ª, se sigue recortando las libertades en nombre de la lucha antiterrorista y se acaba convirtiendo la democracia en un sistema vac¨ªo en el que la ciudadan¨ªa tiene su papel reducido al voto cada cuatro a?os. Si el PP vuelve a ganar, no ser¨¢ un fracaso de las movilizaciones de la guerra. Ser¨¢ porque la ciudadan¨ªa regres¨® enseguida al aislamiento al que la din¨¢mica social la tiene condenada, donde el voto cada vez es menos pol¨ªtico y m¨¢s instrumental. Y ser¨¢ por la debilidad de la oposici¨®n y la incapacidad del PSOE de integrar una alternativa real.
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