Kant, en el Kremlin
Kant, el fil¨®sofo alem¨¢n por antonomasia, de cuya muerte se cumple ahora el bicentenario, no es con seguridad lectura de cabecera del presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin. Sin embargo, parece que ¨²ltimamente el fantasma del autor de La cr¨ªtica de la raz¨®n pura, La cr¨ªtica de la raz¨®n pr¨¢ctica y Sobre la paz perpetua vaga por los pasillos del Kremlin y se sacude el talco de la peluca sobre la almohada del todopoderoso ex chekista. Putin ha acabado con todos sus rivales pol¨ªticos de una u otra forma, ha acallado a todos los medios cr¨ªticos, cuenta con una Duma (Parlamento) servil y ser¨¢ reelegido el 14 de marzo con una mayor¨ªa de "las de antes". Pero le irrita Kant y se lo ha hecho saber a los europeos.
Kant reposa en K?nigsberg, rebautizada en ofensa intencionada como Kaliningrad har¨¢ pronto 60 a?os, tras su toma por el Ej¨¦rcito sovi¨¦tico al derrumbarse las defensas de la Wehrmacht en Prusia Oriental. La regi¨®n en torno a Kaliningrado fue adscrita directamente a la Federaci¨®n Rusa dentro de la URSS y se convirti¨® en una zona militar cerrada. Pero los tiempos han cambiado una barbaridad por mucho que Putin y su aparato de poder tiendan ¨²ltimamente a olvidarlo. Polonia recuper¨® su soberan¨ªa y poco despu¨¦s la consegu¨ªan Lituania, Letonia y Estonia. As¨ª -la geograf¨ªa es terca-, la regi¨®n de Kaliningrado qued¨® aislada de Rusia y rodeada de democracias j¨®venes, pero aut¨¦nticas, que a partir del 1 de mayo ser¨¢n miembros de la Uni¨®n Europea, regidas por un sistema que se inspira en gran parte -como ha recordado el ministro de Exteriores alem¨¢n, Joschka Fischer, ante su tumba- en el legado del pensador de la raz¨®n y la compasi¨®n, un fantasma para el Kremlin. Para agravar las cosas, la comunidad de la regi¨®n dista de ser homog¨¦neamente rusa, sino que est¨¢ compuesta por un sinf¨ªn de nacionalidades, con considerable representaci¨®n de alemanes de la URSS que se han radicado all¨ª en la pasada d¨¦cada. Y para colmo, est¨¢ all¨ª la tumba. Y la catedral protestante, tan b¨¢ltica y tan poco rusa ella.
As¨ª las cosas, pueden comprenderse los temores del Kremlin a que tarde o temprano la poblaci¨®n de Kaliningrado quiera parecerse m¨¢s a los Estados de derecho y sociedades abiertas y pr¨®speras que la circundan y menos a una metr¨®poli lejana que con Putin comienza a parecerse peligrosamente a tiempos que nadie all¨ª quiere recordar. Pero la amnesia voluntaria de los maltratados habitantes de lo que fue una inmensa base militar no es la ¨²nica que se observa. Putin parece haber olvidado de que los pa¨ªses que se liberaron con el hundimiento de la URSS son independientes y soberanos y no pueden ser sometidos a chantaje por Mosc¨² con la naturalidad con que se hac¨ªa anta?o. Por eso, el pliego de exigencias que el Kremlin se ha sacado de la chistera como condici¨®n para aceptar integrar a los nuevos miembros de la UE en el acuerdo de asociaci¨®n y cooperaci¨®n existente entre Bruselas y Mosc¨² es inaceptable. Las demandas van desde pagos directos a beneficios arancelarios, aumentos de cuotas de importaci¨®n y trato especial en la concesi¨®n de visados. La UE da por supuesto que el ingreso de estos pa¨ªses en la UE los convierte en miembros del acuerdo. En Bruselas no se excluye ya una "grave crisis" con Mosc¨². Todos los puntos son negociables por separado. Pero habr¨¢ que recordarle a Putin que se han acabado los tiempos en que Mosc¨² pod¨ªa utilizar a sus vecinos como rehenes. A ver si Kant, en vez de asustarlo por los pasillos del Kremlin, logra ense?arle algo al chekista encumbrado.
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