Regreso a las favelas
?Pero qui¨¦n demonios es Fernando Meirelles? ?sta es la pregunta que el cine mundial se iba haciendo conforme Ciudad de Dios aterrizaba en los festivales internacionales y en las salas comerciales de medio planeta. Ahora, esos ojos incr¨¦dulos que no pod¨ªan procesar que un desconocido brasile?o hubiese filmado con semejante br¨ªo, y en un estilo muy americano, una pel¨ªcula sobre las favelas de R¨ªo de Janeiro, han visto c¨®mo la Academia de Hollywood le otorgaba algo parecido a lo de Pedro Almod¨®var el pasado a?o (preselecciones al mejor gui¨®n, en este caso adaptado, y a la mejor direcci¨®n), pero acrecentado con las candidaturas a mejor fotograf¨ªa y mejor montaje. Como respuesta, la distribuidora espa?ola ha decidido reestrenarla en 20 salas y aumentar el dinero recaudado hasta el momento (casi un mill¨®n de euros).
Ciudad de Dios es el tercer largo de Meirelles (S?o Paulo, 1955). El primero, Menino Maluquinho, permanece in¨¦dito fuera de su pa¨ªs, y el segundo, Dom¨¦sticas, no estrenado en Espa?a, fue proclamado candidato a seis galardones en los premios del Cine Brasile?o. Con una intrincada estructura narrativa (que no llega al extremo de 21 gramos), repleta de saltos en el tiempo, frenazos y acelerones, Ciudad de Dios tiene la misma fuerza, la misma rabia, que algunas de las pel¨ªculas de Martin Scorsese (la voz en off es semejante a la de Uno de los nuestros) o de Quentin Tarantino (con el que comparte, adem¨¢s de la hiperviolencia, el gusto por encabezar las distintas historias con llamativos t¨ªtulos de cr¨¦dito repletos de humor negro). La obra de estos dos autores es referente m¨¢ximo en Meirelles, que demuestra que un agil¨ªsimo montaje cercano a la publicidad y un estilo r¨¢pido no tienen por qu¨¦ estar re?idos con la denuncia social y el certero retrato de los sentimientos de los que habitan la esquina dolorosa del planeta.
Ya desde la primera secuencia, con la c¨¢mara en plena persecuci¨®n de una gallina por las calles de R¨ªo, Meirelles sorprende por su espectacular direcci¨®n. Pero el trabajo del autor brasile?o no se limita a la forma; el fondo de su historia es tan terrible como real y crea personajes de un atractivo lacerante. Ah¨ª reside el talento de Meirelles y su guionista, Braulio Mantovani (que adapta una novela de Paulo Lins), en crear personajes que fascinen al espectador, con independencia de que sus acciones sean loables o reprobables. Lo importante es crear empat¨ªa; que ¨¦sta se convierta luego en simpat¨ªa (como con Buscap¨¦) o antipat¨ªa (caso de Z¨¦ Pequeno) es otra cuesti¨®n.
Meirelles ha filmado una historia sobre la imposibilidad de escapar de un fat¨ªdico destino. "No quiero ser ni criminal ni polic¨ªa (...) para no llevarme un tiro", dice un ni?o ante la pregunta: "?Qu¨¦ quieres ser de mayor?". Dif¨ªcil reto, imposible escapatoria. A?os despu¨¦s, este mismo personaje llega a definir como "vida de gilipollas" su ¨²nica incursi¨®n en el sistema: trabajar con un contrato basura en un supermercado del que es despedido sin indemnizaci¨®n. La pel¨ªcula tiene lirismo (la muerte de Cabeleira vista desde el coche donde est¨¢ su amada), un tr¨¢gico sentido del humor ("tener un hermano criminal es una putada, siempre acabas pagando el pato") y un realismo insoportable (el disparo en el pie del raterillo). En ella hay garra y una desoladora visi¨®n sobre las posibilidades de cambio. Es Ciudad de Dios, donde si huyes, te pillan, y si te quedas, te cogen. S¨¢lvese quien pueda.
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