Un cl¨¢sico secreto

"NUESTRAS COSAS no han tenido poeta, pintor ni int¨¦rprete semejante a Hudson, ni lo tendr¨¢n nunca". As¨ª de categ¨®rico se manifestaba Ezequiel Mart¨ªnez Estrada en un precursor art¨ªculo de la revista Sur que, en su ensayo sobre La tierra purp¨²rea (de 1941), cita Borges para sustentar, en aquellos tiempos de militancia criollista, la supremac¨ªa de Hudson como cantor del gauchaje, por encima del Mart¨ªn Fierro de Hern¨¢ndez o de Don Segundo Sombra de G¨¹iraldes.

Aunque escritor en lengua inglesa, Hudson es un cl¨¢sico de la literatura argentina. "Para los cr¨ªticos, se convirti¨® en el verdadero cronista de una Argentina anterior a la inmigraci¨®n, de una edad de oro de vida rural y, en consecuencia, la fuente geneal¨®gica ideal para una cultura nacional incontaminada por las masas urbanas", seg¨²n recuerda Jean Franco en el pr¨®logo a la edici¨®n que de La tierra purp¨²rea y de All¨¢ lejos y hace tiempo (como hasta ahora ha solido traducirse este t¨ªtulo) public¨® en 1980 la Biblioteca de Ayacucho, la ¨²ltima -de las varias existentes- que corri¨® por Espa?a, donde Hudson nunca ha obtenido la atenci¨®n que sin duda merece.

Pero Hudson es tambi¨¦n un cl¨¢sico -aunque tambi¨¦n desatendido- de la literatura inglesa, en la que la estatura de algunos de sus contempor¨¢neos nunca ha logrado ocultar del todo su figura. De hecho, pertenece a la estirpe de los grandes escritores perif¨¦ricos que -como Kipling, o como Conrad, del que fue amigo personal, y que lo ten¨ªa en la m¨¢s alta estima como escritor- aportaron a la literatura inglesa una mirada peculiar. Una mirada que en el caso de Hudson se nutr¨ªa de su formaci¨®n como naturalista, muy influido por la mejor tradici¨®n de los naturalistas viajeros ingleses -muy en particular por Darwin-, pero tambi¨¦n por el animismo rom¨¢ntico de Wordsworth y sus secuelas, como ¨¦l mismo admite en All¨¢ lejos y tiempo atr¨¢s.

Muy popular en su d¨ªa por sus ensayos au plein air -deliciosos libros de apuntes sobre la fauna y pajarer¨ªa inglesas o sobre sus recuerdos como naturalista en La Plata o en la Patagonia-, Hudson lleg¨® a gozar en sus ¨²ltimos a?os de una amplia celebridad, en Inglaterra y aun fuera de ella, y tanto en los medios literarios como en los cient¨ªficos. Tagore se refiri¨® a ¨¦l como "el m¨¢s grande prosista de nuestra ¨¦poca", Theodor Roosvelt prolog¨® la edici¨®n norteamericana de La tierra purp¨²rea, y T. E. Lawrence lo busc¨® a su regreso a Londres. Para Conrad, Hudson escrib¨ªa "con la misma naturalidad con que crece la hierba: es como si un esp¨ªritu ben¨¦volo y sutil le susurrara las frases que debe poner en el papel". Y m¨¢s recientemente autores como Theroux o Chatwin, o en espa?ol Piglia, Guelbenzu o Bola?o, han declarado su rendida admiraci¨®n por ¨¦l.

Acantilado brinda ahora la oportunidad de acceder a este cl¨¢sico secreto de la mejor de las maneras, y anuncia la pr¨®xima publicaci¨®n de La tierra purp¨²rea. Ojal¨¢ esta iniciativa tenga ¨¦xito y d¨¦ paso, lo antes posibles, a otros libros de Hudson, muy en especial sus D¨ªas de ocio en la Patagonia (1893), propiciando entretanto la circulaci¨®n de otros t¨ªtulos ya publicados de los que apenas se tiene constancia, como la novela Mansiones verdes (de 1904; Destino, 1991) o los relatos reunidos en El ni?o diablo y El omb¨².