Un bell¨ªsimo empate

Ser¨ªa por el tipo de jugadores que hab¨ªa en el campo, por los entrenadores que los dirigen o por las urgencias europeas que ambos ans¨ªan, por lo que Athletic y Betis no esperaron ni un segundo para arrancar el partido con un trote de caballo jerezano: ortodoxo, elegante, acad¨¦mico. Todo muy bello, aunque un tanto desangelado, como si le faltara el alma de la competici¨®n y pareciera un desfile. Pero al menos la propuesta era bella, aunque s¨®lo fuera porque nadie se defend¨ªa con descaro y porque ambos quer¨ªan ganar sin esconder sus argumentos.

Querer quer¨ªan, bien es verdad, pero los argumentos an¨ªmicos deca¨ªan ante la adversidad de los respectivos defensas. Trote hab¨ªa, pero ocasiones no, la verdad: alg¨²n cabezazo desviado, alg¨²n disparo desafortunado, mucho poder¨ªo en la l¨ªnea defensiva de los dos equipos y ninguna intervenci¨®n de los porteros que, aburridos, decidieron intercambiar zapatazos con un poder¨ªo tan excesivo como inoperante.

Quiz¨¢ ese trote resultaba atractivo pero tan descafeinado, que el partido tend¨ªa a un languidecimiento del que s¨®lo lo rescataba la sabidur¨ªa de Yeste y Benjam¨ªn, muy intermitentes, o las travesuras de Ezquerro o Joaqu¨ªn.

Porque pasar, lo que se dice pasar, no pasaba nada. Nadie encontraba la v¨ªa directa para llegar a porter¨ªa que no fuera el bal¨®n parado para que Rivas o Juanito cabecearan sin peligro, para que Benjam¨ªn rematara ajustado un pase de la muerte de Capi o para que Etxeberria enviara alto un tiro cruzado.

Tanto languideci¨® el asunto que Carmona M¨¦ndez, el colegiado, decidi¨® animarlo: Yeste se hizo da?o al golpear en el suelo al sacar una falta y tuvo que ser atendido, se retir¨® a la banda, Carmona le concedi¨® volver al terreno de juego y como rob¨® el bal¨®n, el colegiado cambi¨® de opini¨®n y le sac¨® la tarjeta amarilla. Carmona minti¨® y Yeste no jugar¨¢ en Villarreal por culpa de ese error.

Fue el ¨²nico clamor de la primera mitad en una tarde fr¨ªa y con poco ambiente, apenas soliviantada por los pases interiores de Benjam¨ªn o los centros enroscados de Yeste.

La cosa no pod¨ªa seguir as¨ª. El Athletic no ha nacido para especular con el reloj, con el toqueteo, aunque tenga cualidades para hacerlo. El cuerpo le pide otra cosa. Y por eso arranc¨® la segunda mitad con otro talante, m¨¢s voraz, m¨¢s cl¨¢sico. Tanto que por fin construy¨® una ocasi¨®n manifiesta de gol -las anteriores eran aproximaciones- de Tiko tras un magn¨ªfico centro de Yeste.

Y sin embargo, el Betis recuper¨® el embrujo que se le supone. Joaqu¨ªn, demasiado intermitente, se invent¨® un contragolpe: primero corri¨® en un autopase, luego par¨®, mir¨®, asisti¨® a Benjam¨ªn que ven¨ªa al tran tran y dispar¨® con el interior al sitio exacto.

Un gol precioso, del estilo que se le supone al Betis, pero que fue respondido de manera similar por el Athletic, con un centro precioso de Del Horno que Ezquerro roz¨® con la frente al sitio preciso.

Exactitud era la palabra que defin¨ªa un partido definitivamente ya roto. Era el territorio preferido de Ezquerro, el de las iniciativas personales, el de las jugadas imposibles El riojano es un experto en esas lides, tanto que suele malgastar las ocasiones servidas con facilidad. Una se la rompi¨® Prats con una entrada terror¨ªfica, que no fue sancionada ni con falta; otra se la desvi¨® el mismo Prats con el brazo tras un zigzagueo impresionante. Pero Carmona se hab¨ªa desentendido del partido: primero no expuls¨® a Prats y luego se trag¨® un penalti de Mingo a Ezquerro. Era el tiempo del Athletic pero le perdi¨® la suerte. Es decir, la mala suerte