Empezar por el final
?No estamos en la era de la globalizaci¨®n, en la que lo de fuera tanto incide sobre lo de dentro? Una parte de la pol¨ªtica parece anclada en otra realidad, pese a que el 11-S y la guerra de Irak hayan vuelto a despertar a los ciudadanos espa?oles a su condici¨®n en el mundo, y esta campa?a electoral sea la primera en que la pol¨ªtica exterior -que en nuestros d¨ªas, es la pol¨ªtica por excelencia- puede tener cierto protagonismo. Pero, salvo en el caso del PSOE (por vez primera), los programas de los principales partidos para las elecciones del 14 de marzo relegan al final la pol¨ªtica exterior y la pol¨ªtica europea (que es ya otra forma de pol¨ªtica interior, aunque sea de un interior m¨¢s amplio). La l¨®gica deber¨ªa llevar a empezar por ah¨ª, por la circunstancia y c¨®mo incidir en ella, antes incluso que por el yo nacional. La acci¨®n exterior se ha hecho mucho m¨¢s compleja y rebasa ya el ¨¢mbito del Ministerio de Asuntos Exteriores, cuya reforma, no obstante, se hace siempre esperar desde al menos 25 a?os. Adem¨¢s, est¨¢ pendiente la adaptaci¨®n del sistema auton¨®mico, que tanto se ha desarrollado, al europeo, que tambi¨¦n ha cambiado.
La pol¨ªtica exterior llega en el programa del PP en pen¨²ltimo lugar, justo antes de su "compromiso con la Constituci¨®n". Pero de sus 10 propuestas-estrella con las que cierra su programa -Diez metas para seguir avanzando-, ninguna sobre pol¨ªtica exterior. El PSOE es el ¨²nico que abre su programa con "Espa?a en el mundo" y con "los grandes retos en un mundo globalizado". Zapatero ya fij¨® como el primero de sus 10 compromisos "restablecer el consenso en pol¨ªtica exterior para recuperar el papel de Espa?a en Europa". ?Sobre qu¨¦ bases, las del PSOE m¨¢s o las del PP? CiU deja lo de fuera tambi¨¦n para el final y, tras una breve menci¨®n a Irak, la visi¨®n exterior de Esquerra se para en Europa.
Se dir¨¢ que el orden de los factores en algunas operaciones no altera el resultado, lo cual no es del todo verdad; por ejemplo, en el mundo de las matrices. La pol¨ªtica es a menudo una operaci¨®n no conmutativa que se ve alterada por el orden de las decisiones. Si esta cuesti¨®n es especialmente importante en Espa?a, es porque este pa¨ªs siempre ha ido mejor cuando ha estado embarcado en un proyecto colectivo superior a s¨ª mismo. No se trata de a?orar tiempos imperiales, sino de recordar lo que ha supuesto para la democratizaci¨®n y la modernizaci¨®n en todos los ¨®rdenes de Espa?a el haber aspirado a entrar en la hoy Uni¨®n Europea; luego, haber tenido que adaptarse al mercado ¨²nico, y finalmente, el esfuerzo para llegar con (casi todos) los dem¨¢s al euro.
El drama es que, tras estos ¨¦xitos y la ampliaci¨®n de la UE en el horizonte inmediato del 1 de mayo -que hay que hacer funcionar, tarea que no moviliza entusiasmos-, la construcci¨®n europea, por diversos motivos, se ha quedado sin proyecto para seguir avanzando. La Constituci¨®n interrumpida no lo es. La construcci¨®n europea ha sido siempre un gran ejercicio de prospectiva, ciencia que, bien entendida, no trata de adivinar el futuro, sino ayudar a construirlo. Y en lo poco que hay -como la reuni¨®n tripartita en Berl¨ªn (que de nuevo rompe la aritm¨¦tica, pues 2 + 1 no es necesariamente igual a 3)-, es de lamentar que Espa?a no haya participado. En otros tiempos, podr¨ªa haberlo hecho. Ahora, sus aliados son Portugal, Holanda (muy v¨¢lidos), la Italia de Berlusconi y Polonia o Estonia. La abigarrada compa?¨ªa no es la m¨¢s atractiva para Espa?a.
Pero lo m¨¢s grave es que esta crisis de prospectiva exterior tambi¨¦n ahonda la crisis interna. Incluso cabe pensar que la ruptura del consenso parlamentario y social en pol¨ªtica exterior, que qued¨® expl¨ªcita con la guerra de Irak (por cierto, ?con q o con k?, pues de todo hay en el texto del PP), tambi¨¦n ha contribuido a da?ar la cohesi¨®n interna de este pa¨ªs. La recomposici¨®n interna necesita del proyecto europeo (y Europa, de un proyecto para un mundo global). El neoamericanismo no puede reemplazarlo, y el antiamericanismo, tampoco.
aortega@elpais.es
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