"Nueva York te quita tonter¨ªa y vanidades destructivas"
Es oto?o en Nueva York. Oto?o es la mejor ¨¦poca del a?o para recorrer esta ciudad, las temperaturas son suaves, los cielos son luminosos y la actividad es plena, sin los l¨ªmites que la nieve o el calor asfixiante imponen con frecuencia. Antonio Mu?oz Molina (?beda, 1956) se echa al hombro su mochila cargada con uno de esos cuadernos de duras tapas azules a los que se ha hecho adicto y comienza un d¨ªa m¨¢s de recorrido sin rumbo por calles y plazas que ha llegado a retratar con la precisi¨®n de un fot¨®grafo. "Se me cre¨® como un vicio, a cualquier parte que iba, yo ten¨ªa que ir con mi cuaderno", dice. Una gran parte de su libro Ventanas de Manhattan est¨¢ basado en esos cuadernos. El resto son recuerdos que el viaje trae a la memoria del autor y reflexiones hechas al azar por el encuentro con personajes singulares y situaciones imprevistas.
"El impulso principal de Nueva York no es la belleza, sino el comercio, la industria, la fuerza del dinero"
"La costumbre te vuelve el mundo opaco; los sitios en los que vives habitualmente no los ves. La mirada del forastero es muy beneficiosa"
PREGUNTA. Es un libro, entonces, escrito sobre la marcha, en el banco de un parque o en la mesa de una cafeter¨ªa.
RESPUESTA. Principalmente, as¨ª es. Hay otro n¨²cleo en el libro que est¨¢ basado en las cr¨®nicas que hice para el peri¨®dico despu¨¦s y durante el 11 de septiembre. Ah¨ª yo hac¨ªa el m¨ªnimo de comentarios y el m¨¢ximo de observaciones. No me parec¨ªa necesario interpretar nada, lo que me parec¨ªa relevante era fijarme en los detalles. Despu¨¦s, ya al cabo del tiempo, lo que hice fue ponerme con esos papeles, con esos cuadernos, y de ah¨ª sali¨® el libro. En ese momento me apeteci¨® tambi¨¦n contar el origen de mi propia relaci¨®n con la ciudad; al fin y al cabo no era una relaci¨®n objetiva, yo no puedo hacer un libro de viajes que sea una especie de reportaje objetivo porque para explicar el tipo de relaci¨®n que yo tengo con la ciudad tengo que explicar las razones personales, sentimentales incluso, que me han llevado a ella. Entonces otra parte del libro se convirti¨® en una especie de autobiograf¨ªa a trav¨¦s del pretexto de la ciudad.
P. En esa parte autobiogr¨¢fica, empieza reconociendo la incredulidad que le produce el hecho mismo de verse en Nueva York.
R. En el fondo es la impresi¨®n del pueblerino, cosa que yo ten¨ªa que reconocer para hacer el libro honradamente. Con los a?os vas conociendo la ciudad, vas teniendo amigos, vas estableciendo unas relaciones, ya no eres exactamente un forastero. Mucha gente escribe desde esa posici¨®n de seguridad. Pero para m¨ª eso era una falsedad, porque yo quer¨ªa tambi¨¦n escribir desde la posici¨®n del reci¨¦n llegado. Yo me acuerdo que esa misma sensaci¨®n de incredulidad la ten¨ªa las primeras veces que dorm¨ªa en Madrid, cuando me vine a estudiar, que me despertaba y me dec¨ªa: ?estoy en este sitio, en este sitio imaginario?
P. ?Y Nueva York era parte de ese mundo imaginario suyo?
R. Lo que hace a Nueva York un sue?o no es tanto su grandeza objetiva sino el hecho de que, por muchas razones, mucha gente proyecta sus sue?os all¨ª. En mi caso, es el sue?o del provinciano abrumado y superado por esa especie de embriaguez de estar all¨ª. Tambi¨¦n hay una cosa que influye para nosotros que es la escala del espacio, no ya de los edificios, sino por ejemplo la anchura de los r¨ªos, la impresi¨®n de la naturaleza, incluso en Central Park, con esos ¨¢rboles que parecen catedrales. T¨² te pones en la orilla del East River, debajo de un pil¨®n del puente de Brooklyn, y yo muchas veces he sentido v¨¦rtigo. Todo eso te hace demasiado consciente de tu nulidad personal.
P. Eso le hizo sentir, a veces, soledad, incluso miedo.
R. Nueva York no es una ciudad hostil, de ninguna manera. No es dif¨ªcil entablar relaciones con desconocidos. Soledad s¨ª, a veces, como una sensaci¨®n de sentirte abrumado, pero la soledad tambi¨¦n tiene una parte de celebraci¨®n porque es como una conciencia absoluta de tu individualidad: est¨¢s all¨ª para atraparlo todo, para disfrutar de todo, para verlo todo; la ciudad requiere una atenci¨®n absoluta, la atenci¨®n absoluta, como le dec¨ªa antes, de mi primera llegada a Madrid, la sensaci¨®n de estar saliendo de un mundo y llegando a otro.
P. ?Nueva York le ha devuelto su plena capacidad de observaci¨®n?
R. S¨ª, s¨ª, muchas sensaciones de esas que pertenecen a la primera juventud.
P. Caminando por Nueva York, dice usted, "el tr¨¢nsito de la belleza a la desolaci¨®n sucede siempre expeditivamente".
R. Claro, claro, cualquier calle es una l¨ªnea recta y va haciendo un corte geol¨®gico de una gran cantidad de mundos posibles. Una sensaci¨®n del salto de la belleza al horror o de la felicidad a la amargura. Me acuerdo de una noche deliciosa, paseando por Union Square y, de pronto, pas¨¦ junto a una especie de quiosco en el que hab¨ªa una fuente, y me fij¨¦ que la base met¨¢lica de la fuente no estaba exactamente pegada sobre el suelo sino que hab¨ªa un cierto hueco; me fij¨¦ en que algo se mov¨ªa y eran docenas de ratas saliendo y entrando por all¨ª.
P. Pero a todo eso se sobrepone el mito, enseguida doblas una esquina y vuelves a encontrarte con la ciudad inventada.
R. Es que la ciudad en s¨ª misma es el resultado de una invenci¨®n; los que la fundaron estaban inventando un pa¨ªs, estaban inventando un mundo distinto al que hab¨ªan dejado en Europa. Estados Unidos ha sido inventado en gran parte, ha cobrado la forma de la imaginaci¨®n que la gente proyectaba sobre ¨¦l; y Nueva York, claro: el sue?o de tantos emigrantes italianos, centroeuropeos, jud¨ªos, alemanes... Me acuerdo que en El Padrino, por ejemplo, cuando se ve la infancia de Vito Corleone, que desde un ventanuco, en una especie de celda de aislamiento, en Ellis Island, ve la Estatua de la Libertad y la ciudad al fondo. Eso, esas proyecciones, todo lo que la gente ha imaginado est¨¢ all¨ª de alguna manera. Entonces, t¨² vas caminando por una ciudad que es real pero que al mismo tiempo tiene un espesor de imaginaciones mayor que otros sitios porque ¨¦se es el lugar que mucha gente se ha imaginado.
P. Y que tantas veces ha visto reproducido en la literatura, las pel¨ªculas y la m¨²sica que le gusta.
R. ?La cantidad de gente que ha creado all¨ª! Una parte muy grande de los artistas que yo cito en mi libro son emigrantes o son hijos de emigrantes o son fugitivos. Hay esa especie de foco de atracci¨®n que irradia una intensidad fort¨ªsima.
P. En el libro reconoce que ha recorrido la ciudad casi siempre sin rumbo y sin nada que hacer.
R. Para m¨ª era importante resaltar la holganza como una manera de estar en el mundo, la celebraci¨®n del hecho de estar en los sitios sin m¨¢s intenci¨®n ni m¨¢s nada. Eso te permite observar mucho.
P. Es muy distinto Nueva York para quien tiene que ganarse la vida all¨ª. He conocido a muchos neoyorquinos que no entienden c¨®mo podemos ir de turistas all¨ª.
R. Evidentemente. En el libro algo que me ha preocupado mucho es marcar la diferencia entre la contemplaci¨®n est¨¦tica y el funcionamiento real del mundo; la contemplaci¨®n est¨¦tica es muy enga?osa y generalmente implica una posici¨®n social privilegiada. Por eso yo digo en el libro que no es la belleza, el af¨¢n de belleza, el impulso principal de Nueva York, sino el comercio, la industria, el trabajo, la fuerza de los emigrantes que han llegado all¨ª a buscarse la vida, y tambi¨¦n la fuerza del dinero, la capacidad de atracci¨®n del dinero, porque, al fin y al cabo, si t¨² vas al Metropolitan o al MOMA, lo que est¨¢s viendo all¨ª es la celebraci¨®n del dinero.
P. Hasta existe una calle que es el s¨ªmbolo universal del dinero.
R. Exactamente, en Wall Street sientes la corriente el¨¦ctrica del dinero. En Nueva York ves muy bien en funcionamiento la maquinaria del mundo. Por eso hay tantos cap¨ªtulos dedicados al comercio, la compra, la venta, el trabajo. Igual que lo fue Venecia o Bagdad o supongo que en el siglo que viene lo ser¨¢ Shangai o alg¨²n sitio de esos.
P. ?Y no cree que todo eso no lo ven los neoyorquinos, que s¨®lo lo vemos los extranjeros? ?No ser¨¢ que Nueva York es, en realidad, una ciudad para extranjeros?
R. La costumbre te vuelve el mundo opaco; los sitios en los que vives habitualmente no los ves. La mirada del forastero es muy beneficiosa. Las grandes mitolog¨ªas, esas de las que habl¨¢bamos, las han creado forasteros. Piense hasta qu¨¦ punto muchas de las im¨¢genes que nos parecen m¨¢s americanas son el resultado de las miradas de extranjeros. En el libro cito el ejemplo de Hitchcock, que ve el mundo de Am¨¦rica y ve Nueva York con una mirada de extranjero, igual que Nabokov, cuando escribe Lolita nos parece que es lo m¨¢s americano del mundo, los moteles y las carreteras, pero es la mirada de un extranjero.
P. Pero, al mismo tiempo, siendo extranjero es f¨¢cil sentirse un Don Nadie en Nueva York, como dice en el libro.
R. ?se es el sentimiento que se tiene en el sitio que es m¨¢s grande. Es decir, gente que es muy conocida en un ¨¢mbito, el poeta de tal sitio, el gran historiador de tal lugar, pasa a otro sitio m¨¢s grande y m¨¢s lejano y se esfuma, y todas esas peque?as seguridades que t¨² ten¨ªas desaparecen. Y eso creo que es muy bueno para oxigenarte, te quita tonter¨ªa, te quita esa creencia en la que se basan tantas vanidades destructivas de que realmente eres algo. Te quita el peligro de convertirte en un personaje. En este sentido, el libro es tambi¨¦n el relato de una educaci¨®n, es la lecci¨®n de que no eres nada, que puedes desear ser algo, pero que en general uno no es nada o casi nada.
P. Una lecci¨®n de humildad.
R. No, humildad no. Es conciencia de las propias limitaciones y del escaso papel que tiene un trabajo como el nuestro en el mundo y adem¨¢s un pa¨ªs como el nuestro.
R. ?Y eso que en el proceso de edici¨®n he quitado bastantes referencias! The New York Times es el placer del peri¨®dico que te cuenta el mundo, el placer de conocer la complejidad abrumadora del mundo.
P. Estaba en Nueva York el 11-S. ?Fue consciente de la magnitud de lo que ocurr¨ªa?
R. Era incapaz de ver nada globalmente, estaba demasiado cerca.Los que est¨¢bamos all¨ª ve¨ªamos fragmentos, ve¨ªamos que en el mundo a nuestro alrededor los cambios eran muy peque?os y muy sutiles, como por ejemplo que en el supermercado no hab¨ªa bolsas ni carritos. En los d¨ªas siguientes, el silencio, el silencio en la calle y en el supermercado; en la parte baja de Manhattan, el Village y el Soho eran un espacio silencioso, sin tr¨¢fico, y la gente con mascarillas y esa luz tan rara que hab¨ªa, como de eclipse.
P. ?Y entiende mejor lo que ha pasado en el mundo despu¨¦s de haber vivido el 11-S?
R. Yo creo que el 11-S fue un catalizador para algo que ya estaba ah¨ª. Los planes que ten¨ªa la Administraci¨®n de Bush con respecto al mundo eran anteriores al 11-S.
P. ?Tambi¨¦n el patriotismo que se observ¨® en esa fecha estaba ah¨ª?
R. Sobre eso tenemos que matizar, porque es muy f¨¢cil hacer burla de una manera general; hay un patriotismo religioso y cerril, pero hay tambi¨¦n un patriotismo progresista de mucha gente que se identifica con su pa¨ªs y con las ideas liberales y avanzadas que hay en su pa¨ªs.Aqu¨ª se ha hecho bastante burla de eso de las banderas y del patriotismo constitucional, pero yo creo que es muy respetable y no me considero en condiciones de re¨ªrme de eso cuando en nuestro propio pa¨ªs salen los pistoleros con la bandera sobre la mesa. Muchas veces en Europa no se resalta la parte democr¨¢tica y progresista que tiene mucha gente en Estados Unidos. Parece que necesitamos reducir el mundo norteamericano a una caricatura y, una vez reducido a una caricatura, nos re¨ªmos o lo despreciamos.
P. Hasta las referencias pol¨ªticas en su libro surgen de forma casual, espont¨¢nea, como las anotaciones del cuaderno del que hablaba al principio.
R. Es que a m¨ª lo que m¨¢s me ha importado es contar la parte de celebraci¨®n de la vida que tiene lugar en esa ciudad concreta, una ciudad en permanente construcci¨®n. Eso que yo le dec¨ªa antes, que en esa ciudad ves el funcionamiento del mundo, pero el funcionamiento del mundo no est¨¢ completo. Ves c¨®mo el lujo se recicla en basura y la basura se recicla en otra cosa; todo siempre en permanente movimiento.
P. Dedica varias p¨¢ginas tambi¨¦n a observar Espa?a desde Nueva York.
R. La distancia te permite ver cosas que son mejores de lo que t¨² cre¨ªas y cosas que son peores de lo que tu cre¨ªas tambi¨¦n. Y luego ves una cosa que te ense?an los americanos: que estamos terriblemente convencidos, por nuestro narcisismo y por nuestro ensimismamiento, de lo terriblemente distintos que somos entre nosotros. Nos dedicamos a crear continuas divisiones pol¨ªticas, ¨¦tnicas, regionales, nacionales; si hay un rasgo distintivo lo exageramos hasta convertirlo en intratable y si no hay lo inventamos. Yo cuando he estado all¨ª o cuando vienen amigos americanos a verme he aprendido, me han ense?ado, que en realidad es todo lo contrario, que all¨ª s¨ª que son diferentes, pero que aqu¨ª todos nos parecemos mucho.
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