Grandes ¨¦xitos y caras B
Alguien escribi¨® que "al leer a Richard Russo se comprende por qu¨¦ la m¨²sica country tiene tanto ¨¦xito comercial". Semejante afirmaci¨®n puede ser entendida tanto como un elogio sacro (si pensamos en Hank Williams) o como un insulto sin perd¨®n (si pensamos en Kenny Rogers). Pero el caso de Richard Russo (Johnston, Nueva York, 1949) no es tan extremo y s¨ª mucho m¨¢s raro en el buen sentido de la palabra. Russo -como el cantautor freak-campestre Lyle Lovett- es un infiltrado en los territorios del realismo m¨¢s tradicional s¨®lo para, desde all¨ª, poder hacer y narrar las cosas a su inconfundible manera.
La hija de la puta -volumen de siete cuentos escritos a lo largo de m¨¢s de una d¨¦cada- es buena muestra de ello y, para seguir con la analog¨ªa musical, puede leerse y escucharse como un libro redondo como long-play: una compacta combinaci¨®n de rarezas y caras B donde resuenan varios de los motivos m¨¢s caracter¨ªsticos de sus largos y grandes ¨¦xitos novelescos. As¨ª, a ning¨²n seguidor de Russo se le escapar¨¢ el que 'La hija de la puta' y 'M¨¢s caro cuanto m¨¢s lejos' son claros apuntes al margen de la todav¨ªa in¨¦dita y formidable novela de campus Straight Man (1997), mientras que 'La escapada' parece haberse fugado de Alto riesgo (1988), y 'Veneno' y 'Los misterios de Linwood Hart' de las decadentes calles de Empire Falls (2001). Semejante maniobra -que tal vez ser¨ªa digna de reproche en otro autor- en el caso de Russo ofrece un punto extra de inter¨¦s para el lector atento: pocos novelistas actuales tan novelistas como Russo, pocos escritores como ¨¦l tan dedicados a la cuidadosa construcci¨®n de personajes a instalar en un marco panor¨¢mico y con modales inequ¨ªvocamente decimon¨®nicos; ?qu¨¦ har¨¢ entonces Russo a la hora de perder el largo aliento para ganar el breve suspiro? Lo que Russo hace es algo tan astuto como complejo: se queda con lo mejor de ambos mundos. En principio, Russo -una especie de Dickens milenarista y americano, un trabajador de esos lugares comunes que nada tienen que ver con los sitios vulgares- organiza aqu¨ª una suerte de muestrario de temas t¨ªpicos del relato moderno de su pa¨ªs (escritores en problemas, matrimonios infieles, la mirada despiadada de un hijo sobre sus padres, la muerte del amor, el baseball como forma casi religiosa de redenci¨®n); pero lo hace desde la mirada del novelista de raza. Y, as¨ª, el resultado obtenido es lo que ocurre cuando se somete al oscuro carb¨®n a presiones sobrehumanas: luminosos diamantes.
LA HIJA DE LA PUTA Y OTROS CUENTOS
Richard Russo
Traducci¨®n de Luis Murillo Fort
Emec¨¦. Barcelona, 2004
213 p¨¢ginas. 18 euros
No hay cuentos malos en
La hija de la puta. Algunos -como 'El faro de Monhegan' y 'A flote'- son excelentes. Menci¨®n aparte merece el que da t¨ªtulo a la colecci¨®n: 'La hija de la puta' es una inequ¨ªvoca obra maestra del g¨¦nero. Un relato cuya sola lectura resulta -al mismo tiempo- asombrosa, did¨¢ctica y casi irritante por la envidia que produce su perfecci¨®n. Un esp¨¦cimen digno de estudio a la hora de comprender cu¨¢les son las ventajas del cuento sobre la novela y cu¨¢l es su gloriosa misi¨®n en este mundo. El que todo el asunto transcurra dentro del marco de un taller de escritura lo hace todav¨ªa m¨¢s admirable y pertinente. Uno de esos ambientes donde -explica el profesor y narrador- "todos somos mentirosos. El objetivo de nuestra aventura no es otro que perfeccionarnos en el arte de inventar cosas, de sustituir nuestra verdad personal por la verdad. De hecho, en esta clase damos preferencia a la mentira bien contada".
M¨¢s adelante, en 'Veneno', un escritor sin nombre -pero transparente ¨¢lter ego de Russo- se queda dormido viendo "un programa de libros en la televisi¨®n p¨²blica". Al despertarse, su mujer le comenta que ha sido mencionado en el programa en t¨¦rminos "bastante favorables". El escritor le pregunta si lo acusaron de haberse vendido a Hollywood (Russo ha escrito varios guiones de cine y es bien conocida su sociedad art¨ªstica con el director Robert Benton), y su esposa responde: "No, se te acusaba de cierto realismo". Es una buena definici¨®n a la hora de comprender y disfrutar de Russo. Un escritor realista, pero contaminado por una part¨ªcula extra?a -eso que derrota al realismo de muchos con su cierto realismo- y que lo ubica a a?os luz de sus colegas. Ya se sabe: historias peque?as sobre hombres peque?os pero narradas magn¨ªficamente, a lo grande; convirtiendo sentimientos privados en verdades universales por m¨¢s que est¨¦n disfrazadas de "mentiras bien contadas". Si se lo piensa un poco, algo parecido al efecto que producen las mejores y m¨¢s inolvidables canciones country.
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