Interiores en guerra
Desde hace unos pocos a?os se le ha complicado la vida al escritor atrapado por la llaga de la guerra civil: proliferan las novelas, buenas y malas, sobre ese periodo, as¨ª que la ¨²nica recomendaci¨®n sensata ser¨ªa dejarlo correr y cambiar de tema. Pero a veces no se puede y entonces el compromiso con ese asunto hist¨®rico deja de ser moral o biogr¨¢fico para ser fundamentalmente literario: hallar la ingenier¨ªa precisa para pisar un terreno trillado hasta la extenuaci¨®n
... recompensadora, porque nada importar¨¢ esa insistencia cuando vuelva a aparecer una espl¨¦ndida novela con la guerra de por medio, sea la crudeza l¨²cida de D¨ªas de llamas (Debate, 2000), de Juan Iturralde, sea la cr¨®nica virada de novela de un cl¨¢sico catal¨¢n como Joan Sales, en Incerta gl¨°ria (Edicions 62, 1982), sea el compromiso compasivo de Javier Cercas con Soldados de Salamina (Tusquets, 2001).
LA NOCHE CIEGA
Juana Salabert
Seix Barral. Barcelona, 2004
270 p¨¢ginas. 19 euros
Todo eso lo sabe Juana Salabert, autora de novelas como Varadero (Alfaguara, 1996), Arde lo que ser¨¢ (Destino), finalista del premio Nadal en 1996, Mar de los espejos (Plaza & Jan¨¦s, 1998) o Vel¨®dromo de invierno (Seix Barral), ganadora del Premio Biblioteca Breve en 2001. Pero ha podido m¨¢s la necesidad, y quiz¨¢ se ha sentido obligada a un esfuerzo literario sobrea?adido. La noche ciega es una novela densa de sucesos y biograf¨ªas apretadas, literariamente exigente, confusa con intenci¨®n, y m¨¢s bienintecionada que apasionante. No hablo de buenas intenciones ¨¦ticas o ideol¨®gicas sino literarias: rehuir pautas conocidas, buscar para ese tiempo una mirada original y una dramatizaci¨®n propia. Y esa mirada distinta est¨¢, pero es como si la novela no se lo agradeciese a la autora. Las historias que ha narrado con tres ni?as y una madre, otro ni?o, un desertor, un falso abuelo o un padre sitiado en Madrid recrean la experiencia privada sincr¨®nica a la guerra pero no cuajan una novela satisfactoria. Y uno se cerciora cuando precisamente da con p¨¢ginas aqu¨ª y all¨¢ que est¨¢n clavadas, muy felices (en relaci¨®n con la ni?a, sobre todo, o en vi?etas dom¨¦sticas y quietas), que sin embargo se enredan enseguida con otros hilos.
El esfuerzo de montaje persigue neutralizar los rizos de follet¨ªn que hay en las historias (suplantaciones de persona, desertores simp¨¢ticos que no olvidan la protecci¨®n recibida, ni?as enigm¨¢ticas pero maldecidas por los hados de la tisis), y es un atractivo cierto. Transmite as¨ª el cruce incesante de aver¨ªas de la experiencia vivida antes, durante y tras la guerra, como si esas vidas hubiesen estado expuestas a las sacudidas de un qu¨ªmico loco en su laboratorio (la historia).
Lo que acaba importando, piensa el lector, es lo que sucede en esa casa habitada en el verano de 1936 con personajes que la novela rastrea en el pasado y sigue en el futuro, con conexiones forzadas que le dan ese aire vagamente folletinesco, pero que al mismo tiempo prestan a la novela un tr¨¢fico cosmopolita (que no me parece de farfolla sino vivido). Est¨¢, por cierto, en la biograf¨ªa de la propia Juana Salabert, nacida en Par¨ªs en 1962, y la novela toca a Par¨ªs y a Ly¨®n, a M¨¦xico y Alemania, a un pueblo de la sierra y a Madrid, tambi¨¦n. De la ni?a Mina, pese a todo, yo no pienso olvidarme.
![La escritora espa?ola, nacida en Francia, Juana Salabert.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/T2ZMXWTIFA7KIPZQRTLPIEEI5U.jpg?auth=80ed39f4d61fce153ebd690d95e9e680153c980ef59d1ff150114e455730f5ba&width=414)
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