Que le aproveche el fraude...
Desde hace unos a?os vengo recibiendo peri¨®dicamente, como otros muchos ciudadanos de todo el mundo, e-mails proponi¨¦ndome lo que promete ser un gran negocio. Suelen firmarlos la viuda o los hijos de un dictador, o un pol¨ªtico o funcionario corrupto de un pa¨ªs en v¨ªas de desarrollo, habitualmente de ?frica, inform¨¢ndome de que en la cuenta de alg¨²n banco en un pa¨ªs avanzado est¨¢n depositados unos cuantos cientos de millones de d¨®lares, procedentes del fraude o la corrupci¨®n, que aquella persona tiene inter¨¦s en recuperar. Lamentablemente, desde all¨ª no puede hacerlo, de modo que necesita la colaboraci¨®n de una persona "honrada y seria" -que se supone que soy yo- para ayudarle a sacar el dinero del banco y devolv¨¦rselo.
Si acepto la colaboraci¨®n, me prometen un jugoso porcentaje de la suma ingresada. Se supone que debo contestar al e-mail diciendo que estoy dispuesto a colaborar. Entonces me pedir¨¢n un anticipo de unos cuantos miles de d¨®lares para cubrir los gastos bancarios y "comprar" alguna voluntad. Quiz¨¢ incluso me inviten a visitar su pa¨ªs para "conocernos cara a cara" y entendernos mejor. Otras veces me invitar¨¢n a encontrarnos en la sede de una entidad bancaria en Londres o Nueva York para dar mayor credibilidad al negocio.
El negocio acaba si¨¦ndolo para el que me hizo la proposici¨®n, que se quedar¨¢ con mi dinero. Si visito su pa¨ªs, acabar¨¦ desplumado del todo si no me pegan un tiro y me abandonan en una cuneta. En todo caso, me quedar¨¢ la rabieta por haber sido tan tonto y, probablemente, la verg¨¹enza por haber sido cogido por mi propia codicia. Y lo m¨¢s probable es que nunca presente una denuncia.
En Nigeria se est¨¢ viendo en estos d¨ªas el primer caso importante de denuncia por ese tipo de fraude, llamado "419" por el n¨²mero de la secci¨®n del c¨®digo penal de aquel pa¨ªs que trata de ese tipo de delitos. Un empleado de un banco brasile?o se llev¨® 190 millones de d¨®lares de las cuentas de sus clientes, a cambio de 39 millones de d¨®lares de "honorarios adelantados". Hay cinco nigerianos inculpados, pero, por lo que parece, ninguno de sus codiciosos clientes extranjeros se sentar¨¢ en el banquillo.
El juicio es importante para un pa¨ªs en el que la corrupci¨®n es end¨¦mica, y se presenta como una oportunidad para lavar la imagen nacional frente a los inversores extranjeros y las empresas que invierten en Nigeria o comercian con aquel pa¨ªs. De todos modos, no es un caso t¨ªpico de corrupci¨®n, que suele involucrar a alguien que paga a un pol¨ªtico o un funcionario para conseguir algo, frecuentemente un trato de favor, como un contrato p¨²blico, el derecho a explotar alg¨²n recurso del pa¨ªs o unas condiciones fiscales particularmente favorables.
La corrupci¨®n es un grave problema en muchos pa¨ªses porque reduce los incentivos para invertir, aumenta los costes, reduce la calidad de los productos o servicios p¨²blicos, redistribuye la renta contra los pobres, lleva a obras p¨²blicas fara¨®nicas y al descuido de la sanidad o la educaci¨®n (es m¨¢s f¨¢cil embolsarse el 10% de una carretera que no lleva a ning¨²n lado que unos cuantos euros por el sueldo de un maestro) y acaba creando una cultura del soborno y la extorsi¨®n, en que hay que pagar una comisi¨®n -ilegal, pero necesaria- para conseguir cualquier cosa, desde el pasaporte hasta el permiso para montar una f¨¢brica. Es l¨®gico, pues, que los pa¨ªses afectados se tomen en serio el problema. Aunque, en verdad, la mayor¨ªa no se lo toman muy en serio porque la corrupci¨®n es, a menudo, una especie de deporte nacional en el que participan todos. Por ejemplo, el polic¨ªa que le exige cinco d¨®lares por devolverle el pasaporte tendr¨¢ que pagar cuatro a su jefe, que tendr¨¢ que pagar tres al suyo..., y as¨ª sucesivamente.
"?Qu¨¦ suerte tenemos nosotros que, como estamos en un pa¨ªs desarrollado, no sufrimos estos problemas", me dice el lector. Y es verdad. Pero no pensemos que aqu¨ª no tenemos corrupci¨®n. Aqu¨ª tambi¨¦n se pagan sobres para conseguir contratos p¨²blicos (y privados), recalificar terrenos, adelantar licencias de obras o tener acceso a informaci¨®n privilegiada en determinadas oficinas. Quiz¨¢ abunde menos la peque?a corrupci¨®n, lo que se llama "pagos de facilitaci¨®n", que consisten en engrasar la rueda de una oficina p¨²blica para acelerar un procedimiento. Pero tambi¨¦n existe. Y, sobre todo, existe la otra corrupci¨®n, la de mayor tama?o -que no resulta f¨¢cil de combatir.
Quiz¨¢ el impacto de la corrupci¨®n en Espa?a no sea tan catastr¨®fico como en Nigeria, pero sus efectos siguen siendo nefastos porque la corrupci¨®n se extiende como mancha de aceite; obliga a ocultar transacciones; crea mal ambiente en las empresas y en la Administraci¨®n, porque estas cosas acaban conoci¨¦ndose... En fin: que aprendamos de las consecuencias de nuestra propia codicia para no volver a incurrir en ella.
Antonio Argando?a es profesor de Econom¨ªa del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.