Bajando 60 pisos a pie
Pongo a Dios por testigo que no volver¨¦ a pasar hambre". En la moderna Atlanta que visit¨® esta escritora no retumba el eco del grito de guerra de Scarlett O'Hara. La autora de Un mill¨®n de luces (Alfaguara) encontr¨® all¨¢ m¨¢s similitudes con Blade Runner y su arquitectura-ficci¨®n.
Pongamos que su Tara particular fue el hotel m¨¢s alto de la ciudad. Piso 60.
Ah¨ª estaba yo, en una habitaci¨®n con la pared de cristal que temblaba por el viento. Tumbada en la cama me ve¨ªa proyectada en el vac¨ªo, con las estrellas a mi alrededor. Pens¨¦ que la vida es as¨ª, que siempre andamos suspendidos en un mundo inestable. El rascacielos era un s¨ªmbolo de la opulencia y fragilidad en la que vivimos.
Tan fr¨¢gil, que se le fue la luz.
Y como era un edificio inteligente nada funcionaba. Tuve que bajar con mi maleta los 60 pisos andando. Seis meses antes hab¨ªa ocurrido lo de las Torres Gemelas.
Tranquilizador. ?Visit¨® alg¨²n otro prodigio arquitect¨®nico con neuronas?
El hotel Marriott Atlanta Marquis, en el downtown. Tiene un dise?o fascinante porque conecta con otros edificios de la ciudad mediante galer¨ªas transparentes de metacrilato o similar, de modo que puedes recorrer gran parte de la ciudad sin pisar la calle. Es como de ciencia-ficci¨®n.
?Me va a decir que no visit¨® los t¨ªpicos t¨®picos de Atlanta?
S¨ª. Vi la casa de Margaret Mitchell, la autora de Lo que el viento se llev¨®, y el museo de la pel¨ªcula y las tiendas tem¨¢ticas. Los americanos tienen la habilidad de comercializar todo y convertir en m¨ªticas cosas absurdas.
Como la Coca-Cola, que tiene all¨ª su sede central, ?no?
S¨ª, y tambi¨¦n la visit¨¦. Es un parque tem¨¢tico poco interesante donde ves las diferentes botellas, campa?as publicitarias y puedes beber toda la coca-cola que quieras.
D¨ªgame de qu¨¦ hay que ir provisto en un viaje.
Lo primero, de la Visa. Si es de titanio, mejor. Y de todo el inter¨¦s y entusiasmo del mundo, para convertir lo que veas en algo ¨²nico.
?Y desprovisto?
De man¨ªas y costumbres, como lo de comer s¨®lo ciertas cosas o dormir siempre la siesta. Hay que acomodarse al lugar, seguir su ritmo, probar su gastronom¨ªa. La comodidad puede esperar.
CLARA S?NCHEZ
ESCRITORA
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