Lo kafkiano
El lunes recib¨ª un paquete. Conten¨ªa un libro, escrito en ingl¨¦s, titulado Kafka's last love: the mistery of Dora Diamant, escrito por Kathi Diamant. Es un volumen muy bonito, pero hay un problema: s¨¦ muy poco ingl¨¦s, aunque el suficiente para adivinar que la cosa va de la ¨²ltima novia que tuvo Kafka antes de morir, cuya biograf¨ªa es, deduzco, todo un misterio. El remitente es una librer¨ªa virtual con la que mantengo cierto trato, pero lo raro es que nunca se lo encargu¨¦. Al d¨ªa siguiente habl¨¦ con mi hermano por tel¨¦fono. Sin venir a cuento, se puso a contarme cosas de Praga y de una foto en la que se nos ve a los dos en pantal¨®n corto en aquella ciudad, cuna de tantas grandes actrices de cine porno. Tambi¨¦n me cont¨® que acababa de recibir un prospecto promocional del hotel Kafka de Praga y me pregunt¨® si yo ten¨ªa algo que ver con el asunto. "No", le respond¨ª, aunque me qued¨¦ bastante mosqueado, esperando que, en cualquier momento, Kafka volviera a manifestarse.
No tuve que esperar demasiado: por la noche, en el transcurso de una comida con un periodista deportivo belga, Kafka reapareci¨®. Est¨¢bamos hablando de doblaje y versi¨®n original, y de repente, mi interlocutor defendi¨® las voces aut¨¦nticas de los actores. Para enfatizar su discurso, a?adi¨® que, a ser posible, mejor saborear a Robert Mitchum sin intermediarios, del mismo modo que resulta m¨¢s fascinante leer a Kafka en alem¨¢n que traducido. ?Por qu¨¦ eligi¨® ese ejemplo? Se lo pregunt¨¦ y me confes¨® que era un entusiasta de Kafka y que as¨ª se llama la tortuga que tiene en casa. Pasaron las horas y algunos taxis ocupados, y entonces me cont¨® algo que me encant¨®. A principios de este siglo, el ministerio belga de Asuntos Sociales decidi¨® iniciar una campa?a contra la complejidad administrativa. El consejero al cargo del proyecto, Greet van Gool, anunci¨® un plan de choque para acabar con las situaciones kafkianas propiciadas por la administraci¨®n. Para darle una aureola medi¨¢tica a la cosa, el pol¨ªtico bautiz¨® su plan como No a Kafka, aunque todo el mundo lo llamaba Plan Kafka. Ejemplo de kafkianismo seg¨²n Van Gool: que un ciego que viaja en un tren sea multado por el revisor por llevar una tarjeta de descuento caducada y que luego resulte que la tarjeta no incluye la fecha de caducidad impresa en braille. Econ¨®micamente, el plan tambi¨¦n pretend¨ªa acabar con 1,3 millones de formularios in¨²tiles y automatizar el pago de las pensiones sin necesidad de solicitarlas. En resumen: reducir el papeleo y lograr que los usuarios de la seguridad social no se sintieran como el protagonista de El proceso. ?Y si todo fuera mentira?, me pregunt¨¦ despu¨¦s de despedirnos, pensando que no deber¨ªa fiarme de un periodista deportivo capaz de bautizar a una tortuga con el nombre de Kafka.
Que el mundo de un escritor sea tan importante como para influir en los planes de los tecn¨®cratas y en la identidad de las tortugas, ?es una buena se?al? No lo s¨¦, pero el adjetivo kafkiano se sigue utilizando con una contagiosa facilidad, hasta el punto de que se puede aplicar tanto al clima como a la situaci¨®n del conseller en cap, Josep Bargall¨®, viendo como el Club de la Corbata intenta echarle el lazo al cuello y redimirle de sus pecados indumentarios. En 1991, el c¨®mico Javier Cansado public¨® un delirante libro (C¨®mo acabar con los libros de c¨®mo) que inclu¨ªa un cap¨ªtulo, m¨¢s delirante si cabe, titulado C¨®mo diferenciar una cosa kafkiana a simple vista. Reproduzco una de sus frases, ideal para zanjar cualquier debate m¨¢s o menos eterno sobre los l¨ªmites de este concepto: "Lo kafkiano: me la coges con la mano".
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