Paz y pol¨ªtica
"EL MAL QUE HACEN los hombres sobrevive despu¨¦s de ellos; el bien, a menudo, queda enterrado con sus huesos". Lo dice Marco Antonio en el Julio C¨¦sar de Shakespeare, un libro que deber¨ªa ser de lectura obligatoria en los tiempos pol¨ªticos que corren. Aznar deja en herencia la p¨¦rdida de la unidad democr¨¢tica en la lucha antiterrorista. Dir¨¢n algunos que es injusto que esto pueda pesar m¨¢s en el balance que los ¨¦xitos policiales contra ETA. Y es cierto. Pero la ruptura del consenso en pol¨ªtica antiterrorista tiene efectos devastadores: Imaz ha reconocido que en Lizarra su partido cometi¨® el error de mezclar paz y proyectos pol¨ªticos. Este error parece contagioso. Y el PP ha contra¨ªdo la enfermedad. Los primeros gestos emancipatorios de Mariano Rajoy, que se ha mostrado dispuesto a "acordar" una idea de Espa?a con Zapatero, no son suficientes para borrar el obsceno uso electoralista del comunicado de la tregua selectiva que el propio candidato hizo, ni el cumplimiento en cascada de la consigna emanada de La Moncloa, que provoc¨® que incluso una ministra de tan bajo perfil pol¨ªtico como Elvira Rodr¨ªguez se metiera en el barullo.
En Catalu?a, Josep Piqu¨¦ ha transformado la consigna en rechazo a la manifestaci¨®n contra ETA. Piqu¨¦ trabaja con un objetivo pol¨ªtico muy concreto: conseguir el monopolio de la oposici¨®n al Gobierno de la Generalitat, aprovechando que CiU est¨¢ atrapada, en su lucha con Esquerra Republicana por el voto nacionalista, por el miedo a ser calificada de antipatri¨®tica. Al negarse a participar en la concentraci¨®n por riesgo de sectarismo anti-PP, Piqu¨¦ est¨¢ haciendo una profec¨ªa poniendo al mismo tiempo en juego todo lo necesario para que sea cumplida.
El resultado de mezclar paz y proyectos pol¨ªticos es que ETA sigue en campa?a, porque se ha querido mantenerla en ella. Fue Carod culpable de que entrara en la campa?a electoral. Pero es el PP el que est¨¢ haciendo todo lo posible para que ETA no salga del centro del debate. Javier Arenas lo ha dicho con toda claridad: "El centro de la campa?a es la cohesi¨®n de Espa?a". Y todas las energ¨ªas van en esta direcci¨®n. Naturalmente, todos los disparates que esta estrategia genere ser¨¢n indultados como excesos de campa?a. Porque, incomprensiblemente, todo el mundo da por hecho que en periodo electoral no hay l¨ªmites a los excesos verbales.
El PP rechaza compartir una manifestaci¨®n contra ETA con Esquerra Republicana. Act¨²a, por tanto, convirtiendo a un partido democr¨¢tico en un grupo de apestados al que uno no puede acercarse ni siquiera para estar juntos contra el terror. Pero hay algo m¨¢s grave todav¨ªa. Con esta actitud se fomenta deliberadamente una confusi¨®n cada vez m¨¢s extendida entre violencia e independentismo. Leyendo algunos art¨ªculos publicados estos d¨ªas se podr¨ªa entender que la violencia es una consecuencia autom¨¢tica del independentismo. Hasta el punto de que en algunos casos es dudoso si se condena el independentismo o la violencia. Es una manipulaci¨®n, por dos razones: porque no es verdad, como la historia de la propia Esquerra Republicana demuestra. Y porque niega el derecho a existir en una sociedad democr¨¢tica a una ideolog¨ªa tan leg¨ªtima y, por tanto, tan susceptible de ser sometida a cr¨ªtica, como cualquier otra: el independentismo. ?O es que acaso se puede prohibir una ideolog¨ªa que respete las reglas del juego democr¨¢tico? Una cosa son las exigencias de la lucha antiterrorista, y otra muy distinta es que, con esta coartada, se juegue a confundir, a desacreditar a determinados movimientos sociales y a empeque?ecer un poco m¨¢s el espacio de lo pol¨ªticamente posible. El escenario pol¨ªtico no puede moldearse a imagen y semejanza de los que gobiernan.
En la l¨ªnea de esta reducci¨®n de los espacios de pluralidad y de limitaci¨®n del autogobierno se sit¨²a otro argumento recurrente. Una pretensi¨®n que, por lo menos desde mi condici¨®n perif¨¦rica, resulta inaceptable: que el presidente de la Generalitat de Catalu?a deba someterse a las exigencias del secretario general de un partido, en este caso el PSOE. Forma parte de los complejos espa?olistas -que tambi¨¦n existen- el quejoso discurso de la amenazada unidad de Espa?a. Y en este contexto, la teor¨ªa de que, hoy d¨ªa, la vertebraci¨®n de Espa?a s¨®lo la pueden garantizar el PP y el PSOE. Si no se acepta que la Generalitat es una instituci¨®n aut¨®noma y que las responsabilidades de su presidente son suyas y de nadie m¨¢s; si se encuentra normal y necesario que el presidente de la Generalitat obedezca al secretario de un partido pol¨ªtico espa?ol, es que no estamos hablando de la misma cosa.
Quiz¨¢ es el momento de abandonar la hipocres¨ªa y de partir del dato que la realidad nos ofrece: en esta campa?a, paz y proyectos pol¨ªticos partidistas se han mezclado de modo reiterado. Y el PP lo ha hecho con especial ah¨ªnco, vinculando el independentismo a la imagen del b¨¢rbaro terrorista para autoatribuirse el monopolio del patriotismo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.