Los flecos oscuros del 11-S
Las preguntas que me vienen a la cabeza cuando pienso en el 11 de septiembre no son c¨®mo lograron los terroristas burlar nuestros sistemas de defensa o vivir en el pa¨ªs sin que los descubrieran, ni por qu¨¦ todos los b¨²lgaros que trabajaban en el World Trade Center recibieron un comunicado secreto para que no fueran a trabajar ese d¨ªa, ni c¨®mo es posible que las torres se derrumbaran tan f¨¢cilmente cuando se supon¨ªa que estaban hechas para resistir terremotos, tsunamis y la explosi¨®n de coches bomba en el aparcamiento.
Se supone que una comisi¨®n especial encargada de investigar lo ocurrido el 11 de septiembre deber¨ªa responder a estas preguntas. Sin embargo, la Administraci¨®n de Bush y los republicanos del Congreso se opusieron a que esta comisi¨®n se constituyese. Al final cedieron de mala gana, pero luego trataron de impedir que el organismo encargado de la investigaci¨®n cumpliese con su cometido dificult¨¢ndole la obtenci¨®n de las pruebas que buscaban. (...)
?Qu¨¦ han hecho con mi pa¨ªs, t¨ªo?
Michael Moore
Ediciones B.
?Sabes, George? Varias semanas despu¨¦s de los atentados de Nueva York y el Pent¨¢gono, tu padre y sus amigos del Carlyle Group segu¨ªan neg¨¢ndose a renunciar a su apoyo al imperio de los Bin Laden
Salem Bin Laden viaj¨® por primera vez a Tejas en 1973; despu¨¦s compr¨® terrenos all¨ª, edific¨® una casa y fund¨® la compa?¨ªa Bin Laden Aviation en el aer¨®dromo de San Antonio
Casi dos meses despu¨¦s de los atentados, la presi¨®n oblig¨® a tu padre, George, y al Carlyle Group a pedirles a los Bin Laden que retiraran sus inversiones, y devolverles sus millones
?Qu¨¦? ?C¨®mo era posible que no hubieran dado esa noticia en los informativos? Me levant¨¦, repas¨¦ The New York Times y vi este titular: "Temiendo represalias, los familiares de Bin Laden huyeron de Estados Unidos". La noticia comenzaba as¨ª: "Durante los d¨ªas siguientes a los atentados terroristas en Nueva York y Washington, Arabia Saud¨ª supervis¨® la evacuaci¨®n inmediata de Estados Unidos de 24 miembros de la extensa familia de Osama Bin Laden...".
As¨ª pues, con el consentimiento del FBI y la ayuda del Gobierno saud¨ª -y a pesar de que 15 de los 19 piratas a¨¦reos eran ciudadanos saud¨ªes-, los familiares del principal sospechoso de los atentados terroristas no s¨®lo lograron abandonar el pa¨ªs, sino que adem¨¢s lo hicieron con la ayuda de nuestras propias autoridades. Seg¨²n el London Times, "la partida de tantos saud¨ªes preocup¨® a los investigadores estadounidenses, pues cre¨ªan que posiblemente algunos de ellos pose¨ªan informaci¨®n sobre los piratas a¨¦reos. Los agentes del FBI insistieron en comprobar los pasaportes, incluidos los de la familia real".
Cog¨ª un bloc de notas y comenc¨¦ a escribir todas las preguntas que no cuadraban. Por supuesto, las matem¨¢ticas nunca han sido mi fuerte, as¨ª que para ayudarme a cuadrar todo aquello y analizar su significado supuse que necesitar¨ªa la ayuda de, digamos, un licenciado de la Escuela de Negocios de Harvard.
As¨ª que, ?por qu¨¦ no me echas una mano, George W.? Ya que casi todas las preguntas tienen que ver contigo, seguramente ser¨¢s la persona m¨¢s indicada para ayudarme -a m¨ª y al pa¨ªs- a aclarar todas estas dudas.
Voy a hacerte siete preguntas, George, y, si fueras tan amable, quisiera que las respondieras. Te las pregunto en nombre de las 3.000 personas que fallecieron ese d¨ªa de septiembre, y en nombre del pueblo estadounidense. S¨¦ que participas de nuestro dolor, y me gustar¨ªa que t¨², o aquellos conocidos tuyos que, sin querer, contribuyeron a aquella tragedia, no fueseis tan reticentes para sacar la verdad a la luz. No queremos vengarnos de ti. S¨®lo queremos saber qu¨¦ ocurri¨® para evitar atentados futuros contra nuestros ciudadanos. S¨¦ que compartes nuestros deseos, as¨ª que te ruego que me eches una mano con estas siete preguntas.
Pregunta n¨²mero 1.
?Es cierto que los Bin Laden han mantenido relaciones comerciales contigo y tu familia de manera intermitente durante los ¨²ltimos 25 a?os?
George, en 1977, cuando tu padre te dijo que hab¨ªa llegado el momento de que consiguieses un trabajo de verdad, te puso al frente de tu primera empresa petrolera, que bautiz¨® con la traducci¨®n espa?ola de tu apellido: Arbusto. Al cabo de un a?o recibiste financiaci¨®n de un hombre que se llamaba James A. Bath, un viejo colega de tu ¨¦poca (cuando no estabas ausente sin permiso) en la Guardia Nacional A¨¦rea de Tejas. Salem Bin Laden -el hermano de Osama- le hab¨ªa contratado para invertir el dinero de su familia en varias empresas de Tejas. El se?or James Bath aport¨® unos 50.000 d¨®lares, el 5% del valor de Arbusto.
?Actuaba en nombre de los Bin Laden?
A la mayor¨ªa de los estadounidenses les sorprender¨ªa saber que tu padre y t¨² conoc¨¦is desde hace mucho a los Bin Laden. ?En qu¨¦ se basa exactamente esa relaci¨®n, George? ?Sois buenos amigos o simplemente socios? Salem Bin Laden viaj¨® por primera vez a Tejas en 1973; despu¨¦s compr¨® terrenos all¨ª, edific¨® una casa y fund¨® la compa?¨ªa Bin Laden Aviation en el aer¨®dromo de San Antonio.
Por desgracia, como bien sabes, Salem Bin Laden falleci¨® en un accidente de aviaci¨®n en Tejas en 1988 (su padre, Mohammad, tambi¨¦n pereci¨® al estrellarse el avi¨®n en que viajaba en 1967). Los hermanos de Salem -unos 50 en total, Osama incluido- siguieron ocup¨¢ndose de las empresas y las inversiones familiares.
Una vez finalizado su mandato, tu padre se convirti¨® en un asesor muy bien pagado de una empresa llamada Carlyle Group. Entre los inversores de esa empresa figuraba nada menos que la familia Bin Laden, que invirti¨® en ella por lo menos dos millones de d¨®lares.
Hasta 1994 dirigiste una empresa llamada Cater Air, que pertenec¨ªa a Carlyle Group. El mismo a?o que abandonaste Cater Air, que estaba a punto de quebrar, te nombraron gobernador, y enseguida te encargaste de que la Universidad de Tejas -una instituci¨®n estatal- invirtiera 10 millones de d¨®lares en Carlyle Group. El clan Bin Laden ya se hab¨ªa subido al carro de Carlyle en 1994.
Carlyle Group, entre sus muchas actividades, es una de las principales empresas contratistas del Departamento de Defensa del pa¨ªs. En realidad, no fabrican las armas. M¨¢s bien compran empresas del sector militar, las sanean y luego las venden por sumas astron¨®micas.
Los que manejan el Carlyle Group es gente que cortaba el bacalao en el pasado, desde el secretario de Defensa de Ronald Reagan, Frank Carlucci, hasta el secretario de Estado de tu padre, James Baker, pasando por el ex primer ministro brit¨¢nico John Major. Carlucci, el director general de Carlyle, tambi¨¦n pertenece a la junta directiva del Middle East Policy Council, junto con un representante de la empresa familiar de los Bin Laden.
Curiosa coincidencia
Entonces aparecieron las im¨¢genes de v¨ªdeo. Mostraban a varios de los Bin Laden buenos -entre ellos, la madre de Osama, una hermana y dos hermanos- con Osama en la boda del hijo de ¨¦ste, celebrada apenas seis meses y medio antes del 11 de septiembre. Seg¨²n The New Yorker, la familia no s¨®lo no ha interrumpido las relaciones con Osama, sino que ha seguido suministr¨¢ndole fondos como en el pasado. La CIA sab¨ªa que Osama Bin Laden ten¨ªa acceso a la fortuna familiar (se calcula que su parte asciende a 30 millones de d¨®lares por lo menos), y los Bin Laden, al igual que otros saud¨ªes, financiaban a Osama y a su grupo, Al Qaeda.
?Sabes, George? Varias semanas despu¨¦s de los atentados de Nueva York y el Pent¨¢gono, tu padre y sus amigos del Carlyle Group segu¨ªan neg¨¢ndose a renunciar a su apoyo al imperio de los Bin Laden.
Finalmente, casi dos meses despu¨¦s de los atentados, cuando cada vez eran m¨¢s las personas que se preguntaban c¨®mo era posible que la familia Bush estuviese a partir un pi?¨®n con los Bin Laden, la presi¨®n oblig¨® a tu padre y al Carlyle Group a pedirles a los Bin Laden que retiraran sus inversiones, y devolverles sus millones.
?Por qu¨¦ tardaron tanto?
Para colmo, resulta que uno de los hermanos de Bin Laden, Shafiq, estaba presente en una conferencia de negocios del Carlyle Group en Washington la ma?ana del 11 de septiembre. El d¨ªa anterior, en la misma conferencia, tu padre y Shafiq hab¨ªan estado de palique con los otros peces gordos de Carlyle.
George, ?qu¨¦ est¨¢ pasando?
Te has aprovechado de los med¨ªos, aunque saben que todo cuanto he escrito es cierto (de hecho, he obtenido la informaci¨®n de las principales fuentes de noticias para las que trabajan). Por lo visto, no quieren o no se atreven a formularte una pregunta bien sencilla: ?qu¨¦ diablos est¨¢ pasando?
Por si acaso no comprendes lo extra?o que resulta el silencio de los medios de comunicaci¨®n con respecto a las relaciones entre los Bush y los Bin Laden, perm¨ªteme que trace una analog¨ªa con el modo en que la prensa o el Congreso habr¨ªan abordado un asunto similar si Clinton hubiese estado implicado. Si, tras el atentado terrorista contra el edificio federal en Oklahoma, se hubiera revelado que el presidente Bill Clinton y su familia hab¨ªan mantenido relaciones comerciales con la familia de Timothy McVeigh, ?c¨®mo crees que habr¨ªan reaccionado el Partido Republicano y los medios? ?No crees que al menos habr¨ªan planteado un par de pregunas del tipo "de qu¨¦ va todo esto"? S¨¦ sincero, conoces la respuesta. Habr¨ªan planteado algo m¨¢s que un par de preguntas. Habr¨ªan desollado vivo a Clinton y arrojado los restos a los tiburones.
As¨ª que, ?de qu¨¦ va todo esto, George? Tenemos derecho a saberlo. (...)
Pregunta n¨²mero 7.
?Qu¨¦ significaba exactamente la cara que pusiste en esa aula de Florida la ma?ana del 11 de septiembre cuando tu jefe de gabinete te dijo que "Estados Unidos est¨¢ siendo atacado"?
La tarde del 10 de septiembre viajaste en avi¨®n a Florida. Te alojaste en un centro vacacional de lujo en Sarasota, cenaste con tu hermano Jeb y te fuiste a dormir.
Por la ma?ana saliste a correr al campo de golf y luego te dirigiste a la escuela primaria Broker para leer en voz alta a los ni?os. Te marchaste del centro tur¨ªstico entre las 8.30 y las 8.40, unos 10 o 20 minutos despu¨¦s de que la Agencia Federal de Aviaci¨®n se enterase de que hab¨ªa aviones secuestrados en vuelo. Nadie se molest¨® en comunic¨¢rtelo.
Llegaste a la escuela despu¨¦s de que el primer avi¨®n se hubiera estrellado contra la torre norte en Nueva York. Tres meses despu¨¦s le contar¨ªas a un alumno de tercer curso, en una reuni¨®n abierta con ciudadanos de Orlando, que estabas "sentado fuera de la clase, esperando para entrar, cuando vi el avi¨®n chocar contra la torre [...] la tele estaba encendida, claro, y yo fui piloto, as¨ª que me dije que aqu¨¦l era un p¨¦simo piloto. Me dije que deb¨ªa de haber sido un accidente terrible. Pero me apartaron de all¨ª y no tuve mucho tiempo para pensar en ello...".
Repetiste la misma historia al cabo de un mes en otro coloquio parecido celebrado en California. El ¨²nico problema es que en realidad no viste al primer avi¨®n estrellarse contra la torre: nadie lo vio en directo en la tele, ya que esas im¨¢genes no se emitieron hasta el d¨ªa siguiente. Pero es comprensible, esa ma?ana todos est¨¢bamos confundidos.
Entraste en la clase a eso de las 9.00, y el segundo avi¨®n impact¨® contra la torre sur a las 9.03. Al cabo de unos minutos, mientras escuchabas sentado a los ni?os, Andrew Card, el jefe de gabinete de la Casa Blanca, entr¨® en el aula y te susurr¨® algo al o¨ªdo. Al parecer te comunic¨® lo del segundo avi¨®n y lo de que est¨¢bamos "siendo atacados".
Fue en ese preciso instante cuando adoptaste esa expresi¨®n, no exactamente distante o perdida, sino paralizada en parte. No transmit¨ªa emoci¨®n alguna. Y luego..., te quedaste all¨ª sentado durante nada menos que siete minutos, sin hacer nada. Fue, cuando menos, extra?o. Escalofriante. Permaneciste sentado en la sillita, escuchando a los ni?os mientras le¨ªan en voz alta durante cinco o seis minutos, como si no hubiera pasado nada de nada. No parec¨ªas preocupado, no te excusaste, y ni tus asesores ni los del servicio secreto te sacaron del aula a toda prisa.
George, ?en qu¨¦ estabas pensando?, ?a qu¨¦ le estabas dando vueltas?, ?qu¨¦ significaba esa expresi¨®n? De todas las preguntas que te he formulado, ¨¦sta es la que me tiene m¨¢s perplejo.
?Estabas pensando que deber¨ªas haberte tomado m¨¢s en serio los informes que la CIA te hab¨ªa entregado hac¨ªa un mes? Te hab¨ªan comunicado que Al Qaeda planeaba cometer atentados en Estados Unidos y que era posible que utilizasen aviones. Unos informes secretos previos mencionaban la intenci¨®n de Al Qaeda de atacar el Pent¨¢gono. ?Te estabas diciendo: "?Gracias a Dios que no han atacado el Pent¨¢gono!"?
?O es que estabas acojonado? Es normal que lo estuvieras, todos lo est¨¢bamos. No hay nada de malo en ello, salvo que hab¨ªas asumido el papel de comandante en jefe, y eso quiere decir que tienes que tomar el mando cuando nos atacan y no quedarte petrificado en una silla.
O quiz¨¢ estuvieras pensando: "?Nunca he querido este trabajo! Se supon¨ªa que se lo dar¨ªan a Jeb, ?¨¦l era el elegido! ?Por qu¨¦ yo? ?Por qu¨¦ yo, pap¨¢?". Eh, lo comprendemos. Y no te culpamos. Parec¨ªas un cachorrito perdido que s¨®lo quer¨ªa volver a casa. De repente, nada era lo que parec¨ªa, ya no eras director general / presidente, ahora tendr¨ªas que convertirte en guerrero / presidente. Y ya sabemos lo que ocurri¨® la ¨²ltima vez que tuviste que actuar como militar.
O... tal vez, quiz¨¢, estabas sentado en la clase pensando en tus amigos saud¨ªes, tanto los de la realeza como los Bin Laden. Personas que de sobra sab¨ªas que no tramaban nada bueno. ?Empezar¨ªa la gente a hacerse preguntas? ?Se despertar¨ªan sospechas? ?Tendr¨ªan los dem¨®cratas agallas para investigar las relaciones pasadas de tu familia con los saud¨ªes (?no, no te preocupes, ni por casualidad!)? ?Saldr¨¢ la verdad a la luz?
Bajo tierra
Menos de una hora despu¨¦s ibas a bordo de un avi¨®n, pero no de regreso a Washington para dirigir la defensa del pa¨ªs y tranquilizar a los ciudadanos asustados, ni siquiera a la cercana base de la Fuerza A¨¦rea MacDill de Tampa, donde se encuentra el mando central del ej¨¦rcito. No, primero huiste a Luisiana y luego a Nebraska para esconderte bajo tierra. ?Qu¨¦ tranquilizador para el resto de la poblaci¨®n! Durante las semanas siguientes, los tuyos y t¨² vinisteis con el cuento de que fue por tu seguridad porque t¨² eras el objetivo de Al Qaeda.
Por supuesto, cualquier tonto de remate sabe que si los aviones secuestrados se utilizan como misiles, lo menos aconsejable es estar ah¨ª arriba montado en una gigantesca diana volante llamada Air Force One.
Quiz¨¢ alg¨²n d¨ªa sepamos qu¨¦ ocurri¨® de verdad. A m¨ª y a varios millones m¨¢s nos pareci¨® que estabas cagado de miedo. Y supongo que por la tarde te diste cuenta y comprendiste que lo mejor era volver r¨¢pidamente a la Casa Blanca para presentar un aspecto un poco m¨¢s presidencial. En cuanto tu helic¨®ptero aterriz¨® en el patio sur, tu presidencia se convirti¨® en algo que nadie se atrever¨ªa a cuestionar de nuevo.
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