?De la ceguera a la lucidez pol¨ªtica?
Asimilar el terrorismo de ETA a cualquier propuesta legal de reforma del marco constitucional es una deshonestidad intelectual y un disparate t¨¢ctico. Pero ¨¦sta parece ser la voluntad de sectores dominantes del PP, si atendemos a palabras recientes de Mayor Oreja. Da la impresi¨®n de que desean trasladar su fracaso en el Pa¨ªs Vasco a una Catalu?a convertida ahora en el escenario principal de la confrontaci¨®n esencialista que enmascara otros problemas. Pero no quiero referirme aqu¨ª a este proyecto pol¨ªtico, dise?ado desde hace ya algunos a?os y acelerado en estos ¨²ltimos meses de precampa?a electoral.
Prefiero comentar cierto discurso intelectual que revisa la historia pol¨ªtica de las ¨²ltimas d¨¦cadas a partir de una l¨ªnea interpretativa que puede resumirse como sigue. En los pactos pol¨ªticos de la transici¨®n -contenidos en la Constituci¨®n de 1978- , la izquierda espa?ola -en especial, socialistas y comunistas- no s¨®lo habr¨ªa sido excesivamente transigente con las aspiraciones de nacionalistas perif¨¦ricos, sino que se habr¨ªa dejado contaminar en su propio interior por un concepto de lo nacional que conten¨ªa g¨¦rmenes de disgregaci¨®n de la comunidad pol¨ªtica espa?ola.
"De aquellos polvos, estos lodos", suelen concluir. Afirman, pues, que ya ser¨ªa hora de que la izquierda espa?ola -o un centro-izquierda asimilado al PSOE- abandonara el rumbo equivocado. En otros t¨¦rminos, que pusiera fin a su ceguera y cayera del caballo en un particular camino de Damasco. Recobrada la vista, como le ocurri¨® al futuro ap¨®stol, esta izquierda deber¨ªa reconstruir una alianza nacional espa?ola con el liberalismo nacionalista -o con el nacionalismo espa?ol de talante m¨¢s o menos liberal- que apunta en algunos sectores del PP. Esta alianza pondr¨ªa en vereda a nacionalismos perif¨¦ricos y servir¨ªa para extirpar los brotes de diversidad nacional que la izquierda -especialmente, el PSOE- ha dejado crecer en su interior. Con ello se tratar¨ªa de recuperar la autoestima nacional espa?ola, eliminando adem¨¢s un grave obst¨¢culo a la modernizaci¨®n liberal de nuestra sociedad.
?ste es el discurso esquem¨¢tico destilado por una determinada preocupaci¨®n intelectual y pol¨ªtica. Un discurso que acaba convirti¨¦ndose en apoyo m¨¢s o menos sutil al Gobierno del PP en su negativa tajante a todo desarrollo constitucional que reconozca la marcha imparable del Estado de las autonom¨ªas hacia una configuraci¨®n de corte federal. Desde este discurso se alimenta tambi¨¦n la comprensi¨®n -o la adhesi¨®n entusiasta en algunos casos- hacia las actuaciones gubernamentales y medi¨¢ticas que arrojan a las tinieblas "extraconstitucionales" -y penales, si se tercia- a todo el que se atreva a sugerir alg¨²n avance en el reconocimiento de la pluralidad nacional de Espa?a. Entre par¨¦ntesis, es bueno preguntarse si la frustraci¨®n de este reconocimiento no fue -parad¨®jicamente- el gran ¨¦xito de un aparente fracaso: el fracaso del golpe de Estado de 1981.
Sin embargo, y frente a esta l¨ªnea interpretativa, es urgente plantear si a estas alturas del siglo XXI -en el mundo de la globalizaci¨®n medi¨¢tica y econ¨®mica, en la Europa de la integraci¨®n pol¨ªtica- no ser¨¢ m¨¢s ¨²til y m¨¢s "modernizador" abordar de otra forma una cuesti¨®n que preocupa honestamente a muchos. ?Es ¨²til recomponer alianzas de consumo interno -sea desde el centro o desde la periferia, desde la derecha o desde la izquierda-, si se trata de alianzas inspiradas en un discurso semejante al que desean combatir, que usa sus mismas armas y le emplaza en su mismo terreno? Planteada en estos t¨¦rminos, la confrontaci¨®n no nos lleva m¨¢s que a un callej¨®n sin salida, en el que se alimentan el c¨ªrculo vicioso de los resentimientos y las frustraciones.
A mi modesto entender, los esfuerzos de nuestro mundo intelectual y acad¨¦mico -sea liberal, sea izquierdista- estar¨ªan mejor empleados si se situaran en coordenadas capaces de superar las categor¨ªas heredadas del constitucionalismo liberal-nacionalista del XIX: estado-naci¨®n, soberan¨ªa nacional, independencia, autonom¨ªa.
La ceguera que debe terminar es justamente la que nos impide ver que no hay marcha atr¨¢s en la necesidad de expresar jur¨ªdicamente realidades pol¨ªticas y sociales muy diferentes de las de un siglo atr¨¢s. Ni siquiera son las de hace un cuarto de siglo, cuando se elabor¨® la Constituci¨®n de 1978. Un texto acertadamente calificado como tard¨ªo y necesario "tratado de paz" tras la Guerra Civil de 1936, pero insuficiente para orientar a la sociedad espa?ola por los caminos todav¨ªa inciertos de la integraci¨®n econ¨®mica, cultural y pol¨ªtica del siglo XXI.
En nuestro mundo de hoy valen poco las declaraciones ret¨®ricas de autodeterminaci¨®n de los nacionalismos perif¨¦ricos o las apelaciones estatistas a una infranqueable soberan¨ªa nacional. La sociedad espa?ola es una m¨¢s de las sociedades complejas de hoy. Todas ellas est¨¢n llamadas a reconocer su propia diversidad y a interactuar de modo permanente en multitud de ¨¢mbitos y de planos con otros actores. No s¨®lo en lo econ¨®mico o en lo pol¨ªtico, sino tambi¨¦n en lo social, militar, educativo, cient¨ªfico o medi¨¢tico. Asistimos hoy a interacciones de todo tipo en las que conflictos y alianzas que se entablan, por ejemplo, entre ciudades y estados, entre movimientos sociales y organizaciones internacionales, entre regiones y la UE o entre gobiernos y empresas. Nuestro mundo pol¨ªtico ya no se organiza en unidades autosuficientes, impenetrables territorialmente y poseedoras de una soberan¨ªa o capacidad pol¨ªtica indivisible e inalienable. No sirven, pues, f¨®rmulas y estrategias del pasado, por reciente que sea.
El regreso a la lucidez pol¨ªtica vendr¨¢ cuando aceptemos libremente una interdependencia inevitable y no jer¨¢rquica entre comunidades, cuando apostemos por nuevas f¨®rmulas jur¨ªdicas y nuevas estrategias pol¨ªticas. Son las que podr¨¢n dar base s¨®lida al progreso econ¨®mico y a la cohesi¨®n social de la que todav¨ªa carecemos. Por fortuna, hay en Espa?a, quienes -en lo intelectual y en lo pol¨ªtico- intentan salir del callej¨®n sin salida al que le han conducido los nacionalismos tradicionales -del centro y de las periferias-. Son quienes piensan que Espa?a es capaz de convertir en activo su propia complejidad interna, cuando la acepta y la reconoce en lugar de ignorarla o reprimirla. Y conf¨ªan adem¨¢s en que -haci¨¦ndolo- ser¨¢ capaz de ofrecer una referencia sugerente a otras sociedades parecidas de nuestro mundo. Pienso honestamente que de este esfuerzo y de esta confianza ha de nacer la clarividencia pol¨ªtica que necesitamos.
Josep M. Vall¨¨s es consejero de Justicia de la Generalitat de Catalu?a.
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