Sensibilidad y energ¨ªa

Precioso programa el ¨²ltimo de Fr¨¹hbeck con la Orquesta Nacional. Ten¨ªa la novedad de retornar a dos sinfon¨ªas fundamentales en la historia y en el repertorio: la Renana, de Schumann, y la Quinta, de Beethoven. A veces convienen estas vueltas a lo habitual, a las piedras pilares de tantas cosas como han sucedido despu¨¦s. Escuchar al maestro burgal¨¦s el sinfonismo germano supone una garant¨ªa, pues comporta una herencia de los "viejos" y grand¨ªsimos maestros, esto es, una riqueza acumulada por el saber y la experiencia.

Cuarenta y tres a?os separan los estrenos de la Quinta (Viena, 1808) y la Renana (D¨¹sseldorf, 1851). La plantilla orquestal, en principio, es casi id¨¦ntica, pero no lo es el ideal sonoro de uno y otro autor. En alg¨²n sentido podr¨ªa parecer Schumann el anterior y Beethoven el posterior, ya que en la Sinfon¨ªa en do menor dio con la perfecci¨®n absoluta en el proceso creativo, capaz de derivar desde la sustancia el equilibrio de la forma, sinfon¨ªa sentida y pensada, aparentemente, como un ¨²nico bloque, originada en un breve motivo de cuatro notas. En Schumann la impresi¨®n o vivencia del Padre Rhin, discurre por v¨ªas de una afectividad diferente. Son cosas bastante sabidas, mas la m¨²sica viva, el imperativo de lo inmediato, es algo muy superior a toda disquisici¨®n y estudio.

La Orquesta Nacional se comport¨® con entrega en un momento un tanto comprometido por la convivencia de instrumentalistas de espaciadas generaciones. No hay que tener m¨¢s prisa de la necesaria y la renovaci¨®n de todo organismo colectivo se hizo siempre, por fortuna, de uno en uno, esto es, por la v¨ªa m¨¢s humana. El entusiasmo de la audiencia, que consecuentemente tambi¨¦n se renueva d¨ªa a d¨ªa, fue grande y a tono con la sensibilidad schumanniana y el impulso energ¨¦tico de Beethoven.