El periodista de Antena 3 Ricardo Ortega muere de dos disparos en Hait¨ª
El corresponsal se encontraba cubriendo una manifestaci¨®n contra el ex presidente Aristide
El periodista de la cadena espa?ola de televisi¨®n Antena 3 Ricardo Ortega muri¨® ayer en Hait¨ª al recibir dos balazos, uno en el pecho y otro en el abdomen, mientras cubr¨ªa una masiva manifestaci¨®n de opositores a Jean Betrand Aristide junto al Palacio Nacional de Puerto Pr¨ªncipe. Los disparos fueron efectuados por supuestos simpatizantes del depuesto presidente desde edificios pr¨®ximos a la plaza principal de la capital. Al menos otras seis personas murieron durante el ataque a la concentraci¨®n. Otras 38 personas fueron heridas.
Varios fot¨®grafos resultaron heridos, entre ellos el periodista Michael Laughlin, de 37 a?os, baleado en la cara y un hombro. La manifestaci¨®n hab¨ªa sido convocada por la plataforma de partidos y organizaciones sociales movilizada desde hace meses contra el ex sacerdote salesiano, como respuesta a la efectuada el pasado viernes por partidarios de Aristide. La marcha, en la que miles de personas pidieron el procesamiento del gobernante en el exilio por corrupci¨®n y complicidad en la eliminaci¨®n de disidentes, hab¨ªa discurrido pac¨ªfica y festivamente hasta su llegada al Palacio Nacional, sede de la presidencia haitiana, custodiada por infantes de marina norteamericano y carros de combate.
Los jefes de los partidos pol¨ªticos, el nuevo titular de la polic¨ªa gubernamental, el comandante insurrecto Guy Phillipe y ex militares de la dictadura del general Raoul Cedr¨¢s (1991-94) participaban en el acto. "?Juicio a Aristide!", "?C¨¢rcel para Aristide!", exig¨ªan los manifestantes. Aproximadamente a las dos de la tarde (hora local) se escuch¨® una sucesi¨®n de disparos de armas autom¨¢ticas y comenz¨® el pandemonio. Varias personas cayeron alcanzadas por los balazos y sus cuerpos fueron retirados a toda prisa de la plaza.
La gente corri¨® en todas las direcciones, pero Ricardo Ortega, de 37 a?os y natural de Denia (Alicante), no pudo hacerlo porque hab¨ªa recibido dos balazos mortales de necesidad, disparados probablemente desde la azotea de un cine cercano. Todav¨ªa con vida fue conducido r¨¢pidamente al hospital Canape Vert, anegado en la sangre de los heridos, donde, poco despu¨¦s, fallec¨ªa. El tiroteo pudo haber sido indiscriminado, contra la multitud, pero tampoco se descarta que los asesinos apuntasen al grupo con c¨¢maras.
La prensa extranjera ha sido frecuentemente hostigada en las calles por los chimeres, los violentos grupos que apoyan a Aristide, armados con machetes, fusiles de asalto o pistolas y domiciliados, la mayor¨ªa, en los barrios m¨¢s peligrosos de Puerto Pr¨ªncipe. Marines y soldados de otras nacionalidades se movilizaron por la zona en blindados Humvees y colaboraron en la evacuaci¨®n de los heridos. Un cami¨®n detuvo su marcha frente a la dotaci¨®n de infantes estadounidenses estacionada junto a la casa de Gobierno y uno de sus ocupantes grito a los norteamericanos: "La gente est¨¢ muriendo todos los d¨ªas en este pa¨ªs. Ustedes tienen que hacer algo".
Un grupo arranc¨® y quem¨® un cartel con el rostro de Aristide y texto: "Hait¨ª es la madre de la libertad". Miles hab¨ªan vitoreado durante el recorrido de la marcha a Guy Philippe, ex comisario de polic¨ªa y l¨ªder de las milicias que cercaron progresivamente Puerto Pr¨ªncipe, desde la toma de Goanives, el pasado cinco de febrero, y forzaron la renuncia de Aristide, el pasao 29 de febrero. "?Heroe!", le aclamaban. Despu¨¦s del tiroteo de ayer, el l¨ªder insurrecto amenaz¨® ayer con empu?ar de nuevo el fusil ante la virulencia de los chimeres. "Pronto estar¨¦ obligado a dar la orden a las tropas de retomar las armas que hab¨ªan depuesto", declar¨® a Radio Vision 2000.
Ortega hab¨ªa llegado a Puerto Pr¨ªncipe un d¨ªa y medio antes de la ca¨ªda de Aristide. No pudo hacerlo antes. Los vuelos a Hait¨ª hab¨ªan sido cancelados y debi¨® alquilar una avioneta en Rep¨²blica Dominicana, junto a otros corresponsales. Un grupo comimos con ¨¦l en el hotel Montana, donde se alojaba, horas antes de que comenzara a trabajar en la cobertura de la crisis. "?C¨®mo ves lo de ir a Cabo Haitiano?". Le coment¨¦ que, en mi opini¨®n, los hechos m¨¢s trascendentes iban a ocurrir en la capital y, adem¨¢s, corr¨ªa el riesgo de quedar atrapado en la ciudad norte?a tomada por Philippe. Guillermo Altares, redactor de este peri¨®dico, y muy amigo suyo, me coment¨® que ven¨ªa. Nuestro contacto fue breve. "Bueno Ricardo", le dije, "no te voy a decir que tengas mucho cuidado, y que aqu¨ª hay mucho salvaje suelto, porque t¨² ya tienes mucha mili en estas cosas".
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