La Espa?a que se encuentra Zapatero
Estas elecciones est¨¢n marcadas por una secuencia de acontecimientos endemoniada: la ingenuidad de Carod Rovira le hace un favor a ETA. Cre¨ªamos, hasta el domingo 29 de febrero, que por primera vez ETA no estaba en condiciones de alterar las elecciones, como lo hizo en el a?o 2000 y en ocasiones anteriores. Las detenciones del domingo nos indican que la banda terrorista pretend¨ªa confirmar la peor de las hip¨®tesis: la de un atentado. Afortunadamente, ¨¦ste no ser¨¢.
Carod Rovira ha hecho un favor impagable a ETA con su piadosa visita. ETA se lo ha hecho a su vez a Aznar con un comunicado que ha da?ado a Carod Rovira, pero tambi¨¦n, m¨¢s todav¨ªa, a un PSOE que, a trav¨¦s de su parentesco con el Gobierno de Catalunya, aparece involucrado en el campo de los "amigos de ETA", como los voceros del PP se precipitan a denunciar, perdiendo las formas m¨¢s elementales del respeto democr¨¢tico.
El pueblo, los pueblos de Espa?a de los que habla la Constituci¨®n, deber¨¢n juzgar ese galimat¨ªas, porque son requeridos a hacerlo en t¨¦rminos identitarios: si est¨¢n por el "Santiago y cierra Espa?a" de Aznar y Rajoy o bien por la Espa?a plural de Zapatero. O, en ¨²ltimo t¨¦rmino, por los nacionalismos perif¨¦ricos, si los votantes rechazan optar por qui¨¦n debe gobernar y prefieren hacerlo por qui¨¦n debe influir en la gobernaci¨®n.
Las cosas no est¨¢n quiz¨¢s lo bastante maduras como para que el socialismo haya acreditado una alternativa federal clara, se haya enfrentado al PP en el terreno identitario y se haya descarado en la denuncia del retroceso que significa el constitucionalismo minimalista de la derecha espa?ola. Un apego a la Constituci¨®n, ¨¦ste, que huele a desconfianza. La Constituci¨®n es una criatura viva que puede y debe ponerse al d¨ªa si quiere seguir vigente y actuante. Est¨¢ por ver si la opini¨®n p¨²blica ha madurado m¨¢s o menos que las alternativas que se le ofrecen.
Es probable que en Catalu?a y en Andaluc¨ªa, y en Euskadi, y quiz¨¢s incluso en Madrid, los resultados sean sensiblemente distintos de los del 2000. Creo que los ciudadanos han aprendido algo en esos cuatro a?os. A?os de terribles atentados primero: recordemos los asesinatos de concejales populares en Euskadi y en Catalunya, seguidos del asesinato de Lluch y la multitudinaria manifestaci¨®n de Barcelona pidi¨¦ndole a Aznar di¨¢logo. (Fue ah¨ª cuando Carod Rovira pidi¨® a ETA un encuentro que le fue negado entonces y concedido ahora con m¨¢s de dos a?os de retraso). Recordemos luego el pacto antiterrorista, la legislaci¨®n subsiguiente, la clausura de los locales de Batasuna por la Ertzaintza, nunca agradecida por el Gobierno del Partido Popular, la mayor colaboraci¨®n de Francia y el debilitamiento de ETA.
Pero han pasado m¨¢s cosas. La cumbre europea de hace dos a?os en Barcelona y la grandiosa manifestaci¨®n por una globalizaci¨®n alternativa. La huelga general que el Gobierno neg¨®. La contaminaci¨®n de las costas gallegas por el Prestige. El AVE que llega a Catalunya tarde y lento. La guerra de Irak y las movilizaciones ciudadanas en contra. Las elecciones municipales ganadas por el PSOE y las auton¨®micas madrile?as en las que la derecha recuper¨® de penalti lo que hab¨ªa perdido inicialmente en las urnas. La reuni¨®n socialista en Santillana y el lanzamiento del concepto de la Espa?a plural. La inmediata reacci¨®n de Aznar lanzando a su sucesor el mismo d¨ªa. El creciente deterioro del escenario iraqu¨ª. Y finalmente, las elecciones catalanas con un resultado claro a favor del cambio de mayor¨ªa y de Gobierno. Y a¨²n habr¨ªa que a?adir la recuperaci¨®n del eje trinacional europeo, las dificultades de Bush y la equivocada alineaci¨®n internacional de Aznar.
Todo esto est¨¢ ah¨ª, agazapado silenciosamente en el disco duro de la memoria colectiva. Cuesta creer que las ¨²ltimas cinco semanas, desde que el 20 de enero el diario Abc public¨® el viaje de Carod Rovira al sur de Francia, hayan alterado esa memoria. Probablemente estos acontecimientos hayan restado fuerza al impacto movilizador de las elecciones catalanas (?por fin Gobierno distinto y progresista en Catalu?a!). Est¨¢ por ver.
Como est¨¢ por ver si resulta posible que la campa?a transcurra, al menos en sus ¨²ltimos d¨ªas, por derroteros m¨¢s convencionales y en cierto sentido m¨¢s interesantes. S¨®lo en cierto sentido, porque no hay duda de que los incidentes que he mencionado est¨¢n muy relacionados con una cuesti¨®n central de la pol¨ªtica espa?ola hoy, y esta cuesti¨®n es la viabilidad del sistema de partidos actual para reflejar y resolver esa parte de los problemas de fondo que se refiere a la distribuci¨®n del poder y a la interpretaci¨®n compartida de los textos legales b¨¢sicos.
Sea como sea, ahora la cuesti¨®n est¨¢ en saber si los ¨¦xitos macroecon¨®micos de los dos Gobiernos de Aznar son tantos como dicen Newsweek y Financial Times, o si esos ¨¦xitos relativos tienen m¨¢s bien serias contrapartidas en el terreno social.
Yo creo que tienen contrapartida microecon¨®mica en un empeoramiento en la retribuci¨®n media de un segmento muy elevado de ciudadanos, en euros constantes, especialmente entre los j¨®venes (hasta los 35 a?os) y en general entre los no poseedores de activos inmobiliarios (la mitad de la poblaci¨®n como m¨ªnimo). Y en una fragilizaci¨®n de la investigaci¨®n, la seguridad y la calidad de la ense?anza p¨²blica y de la sanidad p¨²blica.
Nadie discute lo compacto del discurso aznariano, la sincronizaci¨®n casi perfecta y en tiempo real de sus reacciones, como la de la obtenci¨®n de la America Cup el mismo d¨ªa de la p¨¦rdida del fabuloso proyecto Iter (compensada en parte adem¨¢s, ahora, por el anuncio de IBM de traer a Barcelona el segundo supercomputador del mundo). Todo ello me parece de una habilidad notoria. Pero Aznar ha perdido por el camino, aqu¨ª y fuera de aqu¨ª, un cr¨¦dito y un respeto que la pol¨ªtica espa?ola hab¨ªa acumulado con m¨¦rito en los primeros 20 a?os de democracia. Y ha encanallado el ambiente hasta extremos nunca vistos en esos mismos a?os.
Zapatero va a tener mucho trabajo. Pero est¨¢ preparado para ello. Est¨¢ decidido a hacerlo. Lo har¨¢. Tomar¨¢ tiempo, no sabemos cu¨¢nto, pero lo har¨¢. Y el proceso va a ser apasionante. Catalu?a, o al menos una parte importante de ella, va a estar ah¨ª.
Pasqual Maragall es presidente de la Generalitat de Catalu?a.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero
- Josep Llu¨ªs Carod Rovira
- VII Legislatura Catalu?a
- Elecciones Generales 2004
- Negociaciones con terroristas
- Presidencia parlamento auton¨®mico
- Vicepresidencia auton¨®mica
- Opini¨®n
- Mariano Rajoy
- Candidaturas pol¨ªticas
- Atentados fallidos
- Campa?as electorales
- Negociaciones ETA
- Elecciones Generales
- PSOE
- Parlamentos auton¨®micos
- Generalitat Catalu?a
- Catalu?a
- PP
- Atentados terroristas
- Gobierno auton¨®mico
- Pol¨ªtica antiterrorista
- Elecciones
- Partidos pol¨ªticos
- ETA