CiU en el div¨¢n
Los partidos existen para gobernar. La p¨¦rdida del poder origina casi siempre una crisis. Si la ca¨ªda viene despu¨¦s de muchos a?os de gobierno la crisis acostumbra a ser m¨¢s grave, porque habituarse al g¨¦lido clima de la oposici¨®n no es f¨¢cil para el que no lo ha experimentado nunca. Si la p¨¦rdida del poder viene acompa?ada de la jubilaci¨®n del l¨ªder que mantuvo al partido en lo m¨¢s alto, la situaci¨®n se agrava, porque bajo el manto del carisma se esconden conflictos de familias y rencillas personales que afloran irremisiblemente. Y si el que pierde el poder es un partido que hace del nacionalismo su ideolog¨ªa principal, la crisis a¨²n puede ser m¨¢s complicada porque sin la instituci¨®n no se sabe muy bien qu¨¦ es. En el caso de CiU, se suman los tres agravantes, con lo cual superar la p¨¦rdida del poder sin una profunda crisis ser¨ªa casi un milagro.
Despu¨¦s de tanto tiempo gobernando, perder el poder descoloca a cualquiera y m¨¢s a¨²n si, como le ha ocurrido a CiU en Catalu?a, se pasa de todo a casi nada, por el escaso peso en la Administraci¨®n local. El poder es un im¨¢n que cohesiona al partido y su entorno, por los recursos que pone en manos del que lo ejerce y, entre ellos, un n¨²mero muy importante de cargos y puestos directivos que dan consistencia a la organizaci¨®n pol¨ªtica que los ocupa. Y es, especialmente a nivel auton¨®mico, una m¨¢quina clientelar impresionante. Fuera del poder, todo es distinto: la agenda, la responsabilidad y el lenguaje, y no es f¨¢cil encontrar el tono y mantener el ¨¢nimo.
Pujol lo ha sido todo para CiU. Converg¨¨ncia se cre¨® y creci¨® a su imagen y semejanza. La coalici¨®n con Uni¨® fue el resultado de una decisi¨®n estrat¨¦gica que forma parte de los factores de ruptura entre Jordi Pujol y Miquel Roca, cuando ¨¦ste quiso que los dos partidos se presentaran separados para contabilizar la verdadera fuerza de los democristianos. Pujol prefiri¨® una relaci¨®n simbi¨®tica que ha beneficiado a Uni¨® otorg¨¢ndole un papel muy superior a sus fuerzas reales. Pujol fue el gran activo del nacionalismo conservador en la d¨¦cada de 1980, en que consigui¨® la hegemon¨ªa en un pa¨ªs mayoritariamente de izquierdas. Pero durante la de 1990 tom¨® una serie de decisiones cuya gravedad se hace patente ahora, al sufrir CiU la p¨¦rdida del poder: fue Pujol quien contribuy¨® a engordar a Carod, fue Pujol quien liquid¨® una generaci¨®n y un estilo de hacer pol¨ªtica en el nacionalismo catal¨¢n, fue Pujol quien entreg¨® la coalici¨®n a Duran Lleida y fue Pujol quien dej¨® CiU en manos del sector m¨¢s nacionalista ligado a la familia del presidente.
Pero la p¨¦rdida del poder adquiere una dimensi¨®n m¨¢s grave todav¨ªa en el caso de CiU por su condici¨®n de partido nacionalista. Gobernar permite alimentar la confusi¨®n entre partido movimiento e instituci¨®n. La Generalitat es nuestra porque somos el ¨²nico partido nacionalista y s¨®lo un partido nacionalista puede gobernarla. La p¨¦rdida del poder es el final de este enga?o, y es la p¨¦rdida del monopolio del nacionalismo. Con raz¨®n dijo Jordi Pujol, durante la anterior campa?a electoral, que era muy malo para el nacionalismo que hubiese dos partidos nacionalistas, salvo que fueran de tama?o muy distinto y el peque?o estuviera claramente subordinado al grande. Pujol sab¨ªa perfectamente que si otro partido nacionalista -Esquerra Republicana en este caso- gobernaba y lo hac¨ªa sin coalici¨®n con CiU, ¨¦sta perd¨ªa su activo m¨¢s preciado: el monopolio de la raz¨®n -o de la sinraz¨®n- nacionalista. Sin el poder, un partido nacionalista se ve obligado a abandonar la ambig¨¹edad. Ya no basta con presentarse como representante -¨²nico y exclusivo, el nacionalismo tiene siempre esta deriva totalitaria- de los intereses nacionales. Tiene que definirse: derecha o izquierda, conservador o progresista, tradicionalista o liberal. Con lo cual limita inevitablemente su ¨¢mbito de influencia. Declararse nacionalista pierde relevancia, porque hay otros partidos y otros dirigentes que tambi¨¦n lo son y que est¨¢n en el poder, que era el argumento que permit¨ªa a CiU ejercer una hegemon¨ªa aparentemente incontestable. La ha perdido, y ahora CiU tiene que salir, como cualquier otro partido vecino, a buscarse la vida. Se acab¨® el partido r¨¦gimen, que se situaba por encima de derechas e izquierdas y pretend¨ªa acapararlo todo. Ahora CiU pugna con el PP por el liderazgo en la oposici¨®n conservadora al nuevo Gobierno catal¨¢n. Qui¨¦n la ha visto y qui¨¦n la ve.
?sta es la realidad que CIU, a medida que vaya saliendo del aturdimiento, tendr¨¢ que asumir. La insistencia con que algunos de sus dirigentes o ex dirigentes se han ofrecido al presidente Maragall para componer una nueva mayor¨ªa es un s¨ªntoma de que empieza a tomarse conciencia de la magnitud de la tragedia de la p¨¦rdida del poder. Pero estas crisis no se resuelven con prisa, y m¨¢s teniendo en cuenta que la capacidad de autodestrucci¨®n de los partidos fuera del poder es enorme: aparecen todas las pulsiones devoradoras y todos los resentimientos que hab¨ªan estado contenidos.
Sin duda, el mejor aliado de CiU ser¨ªa un fracaso del tripartito. Pero ni siquiera el tormentoso inicio de trayecto que ha vivido el Gobierno catal¨¢n ha aliviado demasiado los males de los nacionalistas conservadores. La p¨¦rdida del monopolio del nacionalismo comporta la p¨¦rdida del monopolio del victimismo, que otros est¨¢n capitalizando ya. Los resultados del pr¨®ximo domingo ser¨¢n un buen test para orientarse sobre el futuro de la crisis de CiU. Aunque es un test dif¨ªcil porque, sin el poder, CiU est¨¢ en tierra de nadie. ?Por qu¨¦ raz¨®n ha de votar a CiU alguien que quiera que gobierne el PP? ?Por qu¨¦ raz¨®n ha de votar a CiU alguien que quiera que gobierne el PSOE? Los dirigentes de CiU han dicho que no votar¨¢n la investidura de ning¨²n candidato. ?Qu¨¦ voto piden entonces? ?Un voto estrictamente testimonial?
En estas elecciones sabremos el suelo de CiU: el n¨²mero de sus fieles, de aquellos que no la abandonan nunca, ni siquiera cuando no pinta casi nada. Un dato interesante como indicativo de su fortaleza. Aunque trat¨¢ndose de una coalici¨®n el valor sea m¨¢s relativo: ?qu¨¦ pasar¨ªa si alg¨²n l¨ªder la rompiera para ganarse un ministerio? Un suelo alto es un activo. El PSOE, por ejemplo, ha demostrado tenerlo. Pero, pese a ello, las crisis no se resuelven hasta que se ha elaborado el duelo de la p¨¦rdida del poder. Y, como se sabe, las terapias psicoanal¨ªticas son lentas. El PSOE, por ejemplo, hace ya ocho a?os que perdi¨® el poder y a¨²n est¨¢ en el div¨¢n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.