La liga de los hombres extraordinarios
EXISTEN EQUIPOS DE ensue?o y conjuntos gal¨¢cticos; pero en raras ocasiones los h¨¦roes legendarios, muy individualistas ellos, se re¨²nen para vivir una aventura. El Imperio (Gran Breta?a) les necesita. S¨ª, aunque la cuesti¨®n es: ?necesitan ellos al Imperio? Corre 1899. "Las grandes naciones de Europa comparten una paz inc¨®moda. Durante cientos de a?os las guerras se han librado con las mismas armas: fusiles de un solo disparo, caballer¨ªa y ca?ones tirados por caballos; pero este viejo siglo est¨¢ a punto de acabar. Amanece una nueva era". El enigm¨¢tico M, conocido como El Fantasma, siembra la discordia entre las potencias del momento con artefactos que, en la lamentable historia tecnol¨®gica del armamento convencional, no aparecer¨¢n hasta bien entrado el siglo XX: tanques, lanzallamas y ametralladoras. Tan s¨®lo un equipo de individuos m¨ªticos procedentes del mundo literario pod¨ªa estar a la altura de este terror tecnol¨®gico. Es La liga de los hombres extraordinarios que da t¨ªtulo al filme de Stephen Norrington.
Comandados por el aventurero Allan Quatermain (Sean Connery), famoso descubridor de las minas del rey Salom¨®n (H. R. Haggard, 1885), son como el Equipo A pero con pedigr¨ª. La pandilla est¨¢ formada por el reservado, y orientalizado, Capit¨¢n Nemo (J. Verne, 1870); la vampiresa Mina Harper (Stoker, 1897); el hombre invisible, Rodney Skinner (sustituto, por cuestiones de derechos, del Jack Griffin original de H. G. Wells, 1897); el inmortal Dorian Gray (O. Wilde, 1891); un juvenil Tom Sawyer (M. Twain, 1876), concesi¨®n al p¨²blico norteamericano, ?no todos iban a ser h¨¦roes europeos! Y el doctor Jekyll y su inseparable ¨¢lter ego Mr. Hyde (del cl¨¢sico de R. L. Stevenson, 1886), un claro antecedente de Hulk por sus ariscos modales y transformaciones.
En pos de M, nuestros h¨¦roes de papel se desplazan a Par¨ªs, Venecia y los lagos helados de Mongolia en el mism¨ªsimo Nautilus. La espada del oc¨¦ano, un submarino de corte victoriano dise?ado y construido por Nemo. Uno de los primeros sumergibles movidos por energ¨ªa el¨¦ctrica en un tiempo en que las aplicaciones de la electricidad ni tan siquiera hab¨ªan sido entrevistas.
Entre otros avances, la tripulaci¨®n del submarino emplea el s¨®nar, mucho antes de que este aparato de localizaci¨®n fuese inventado. El Nautilus est¨¢ dotado de misiles bal¨ªsticos de corto alcance, algo que no se incorporar¨ªa al arsenal de los submarinos hasta la Guerra Fr¨ªa; pero lo que m¨¢s llama la atenci¨®n es su tama?o, que recuerda al de otro coloso: el Titanic. Sorprende que se desplace sin demasiados problemas... ?por los canales de Venecia! Y es que, preciso es aclararlo, el filme transcurre en un "universo alternativo", un lugar donde todas las discrepancias est¨¢n justificadas.
Las estrechas y laber¨ªnticas callejuelas de Venecia se convierten as¨ª en anchas calles por donde circula a gran velocidad otro de los inventos fuera de lugar: el Nemom¨®vil, un lujoso autom¨®vil de m¨¢s de seis metros de largo que Nemo aparca en su fabuloso submarino (?para pasear por cierta isla misteriosa?).
Ante la justificaci¨®n dada, poco vale decir que faltaba a¨²n alg¨²n tiempo para que el autom¨®vil hiciese su aparici¨®n. S¨ª, en cambio, resultan err¨®neas las escenas en que Quatermain y Mina abandonan el Nemom¨®vil: dan un salto en el sentido contrario al de la marcha y caen de pie sobre la calle. Al saltar de un veh¨ªculo en marcha, uno tiene su misma velocidad (se mueve uno por inercia) y tiende a seguir movi¨¦ndose hacia delante. Parece coherente, pues, saltar hacia atr¨¢s para reducir la velocidad y soportar un tir¨®n menor cuando se toque el suelo. Sin embargo, por muy h¨¦roe que uno sea resulta m¨¢s seguro saltar hacia delante en el sentido de la marcha.
En ambos casos los pies se paran al tocar tierra, mientras la parte superior del cuerpo contin¨²a movi¨¦ndose. Sin embargo, en este ¨²ltimo caso, pese al aumento de la velocidad (a la del veh¨ªculo se le suma la del saltador), el riesgo es menor ya que caerse hacia delante resulta mucho menos peligroso que hacia atr¨¢s. El acto reflejo es avanzar una pierna o correr varios pasos y evitar as¨ª la ca¨ªda. En ¨²ltimo extremo, siempre pueden emplearse las manos para hacernos menos da?o. Algo dif¨ªcil de ejecutar cuando caemos de espaldas (ni el movimiento de piernas ni las manos son posibles). Aunque lo ideal ser¨ªa saltar de espaldas hacia atr¨¢s, con lo que adem¨¢s de reducir nuestra velocidad al llegar al suelo evitamos el peligro de la ca¨ªda de espaldas puesto que ya estamos encarados en la direcci¨®n del m¨¢s que posible batacazo. En el universo alternativo de nuestros amigos deber¨ªan seguir funcionando las leyes f¨ªsicas que gobiernan el nuestro.
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